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Aún no amanecía por completo, cuando Kendall escuchó movimientos afuera de la habitación. A pesar de haber podido acostarse para descansar unas pocas horas, no había pegado ojo, pensando en su padre.
Abrió la puerta y lo primero que vio fue a ____, con su vieja maleta en la mano, y el chal en la otra.
—¡¿Qué crees que haces?! —preguntó él con tono alterado pero lo más bajo posible.
—¡Me voy! —respondió ella de la misma forma.
De un manotazo, Kendall le quitó la maleta, y la metió a su cuarto a tirones.
—¡No te irás, tienes un compromiso conmigo!
—¡No, ya no hace falta, su padre está enfermo!
—¡Él te quiere aquí!
—¡Yo no quiero continuar con el engaño!
—¿Ni por todo lo que te prometí?
—¡Ni siquiera por eso! ¡Su padre no se lo merece!
—¿Qué quieres entonces?

____ le dio la espalda, y él se quedó viéndola por la parte de atrás pensando en qué podía ofrecerle para que permaneciera en la casa.

—¡Nada!
—¡Algo debe haber!
—Lo habría si las circunstancias fueran otras.
—¿Qué? ¿Cómo?
—El amor, solo eso tendría poder sobre mí, pero nosotros no estamos enamorados.
—No pensé que fueras una romántica.
—¿Por qué? ¿Porque soy pobre?
—No. Porque te ves una mujer fuerte, no una damisela débil de esas que no pueden sobrevivir sin hombres.
—No se trata de eso, sino de la emoción. Amar, fundirse en cuerpo y alma con el otro...
—Así como lo describes parece casi idílico.
—Lo es cuando encuentras a la persona idónea.
—¿Y el señor Gray, lo era?
—Al principio creí que sí... pero debe existir.
—____, eres una idealista, el amor del que hablas es una utopía.
—Tal vez, pero nada me impide intentarlo.
—Si eso es lo que deseas, haré lo mejor que pueda pero no prometo que funcionará, mas, debes firmar el contrato de todas formas.
—¿Qué? No entiendo.
—No importa.

Kendall, casi con brusquedad la obligó a voltear hacia él, y bajó la cabeza para besarla sin miramientos. No había ternura en su caricia, era solo una forma de convencerla de no abandonar la casa. El beso fue dado con una fiereza salvaje porque Kendall no quería que fuera de otra forma.

____ a su vez, perpleja, se quedó inmóvil. El asalto a su boca le pareció vejatorio en un principio, y no supo si fue por su estado que la volvía vulnerable, poco a poco se dejó llevar, y abrió los labios con timidez, invitando a Kendall a profundizar el beso.

Kendall se había propuesto que el beso sería frío, porque no tenía sentimientos hacia ella, pero al sentir que los labios se abrían bajo los suyos, invitándolo a ir más allá, ya no se pudo resistir, transformando el beso en un apasionado abrazo, y dos bocas que se buscaban con desesperación.

De pronto los dos se separaron de golpe. ____ volvió a darle la espalda a Kendall, mientras este se limpiaba la boca en un intento de borrar la huella del beso.

—Ponte uno de los vestidos nuevos y baja a desayunar, porque iremos a ver al abogado. Luego salió dejando a Amamda sumida en un mar de confusiones.

Antes de bajar, Kendall pasó a ver a su padre, él dormía como un bebé así que no lo despertó. Miró la puerta cerrada de la habitación de ____, pensó en tocar para ver si estaba lista, pero se arrepintió y pasó de largo.

Estaba en su segunda taza de té, cuando ella entró al comedor, y Betsy en cuanto la vio la reprendió por haber salido de la cama. Ambas mujeres se enfrascaron en una discusión que Kendall dio por terminada, diciéndole a ____ que se diera prisa porque era tarde. Ella no terminó el desayuno, y fue por el sombrero para salir. Aprovechando el momento Betsy creyó oportuno amonestar a Kendall.

—¿Por qué le compró esos vestidos tan feos?
—Están nuevos, y no son feos.
—La chica es linda pero parece vieja, ni yo me los pondría.
—No te quedarían buenos.
—Cómprele vestidos nuevos, de acorde a su edad, y a la posición que tendrá.
—Después veremos.
—¡Joven!

Betsy no pudo seguir regañando a Kendall porque en ese momento volvió ____ lista para salir. Kendall tuvo que admitir que se veía bastante mal con el feo vestido: parecía profesora de orfanato, y no la joven novia del heredero Schmidt. Cuando salieron a la calle, Kendall hizo que ____ le tomara del brazo. Los curiosos y los conocidos los miraban con extrañeza: él arreglado en demasía, y ella que deslucía totalmente a su lado. Mirándola, comprendió el error que había cometido al querer que se vistiera tan mal. Lo había hecho para protegerla de él mismo, pero ya la había besado, y la experiencia fue un golpe certero a sus sentidos: deseaba poderosamente a su novia, no la amaba, no le importaba, pero la deseaba con desesperación.

—¿Cómo te sientes? —preguntó él de pronto para romper el incómodo silencio—. Ross te regañará cuando no te encuentre en la cama.
—Me siento cansada a pesar de no hacer nada.
—Debí haber pedido un coche.
—¿No dijo que era cerca?
—Dos cuadras, pero en tu estado puede ser mucho.
—Sígamos, si quiere de regreso podemos tomar un coche.

Continuaron su paseo por Trafford Park en silencio, hasta que llegaron delante de las puertas del buffete de abogados de Bernard Reynolds. Kendall tuvo la intención de continuar hasta la oficina de Zacharias Brown, pero una secretaria se interpuso en su camino, indicándole que debería esperar. Kendall, con petulancia le dijo que dudaba de que tuviera un cliente más importante que él, pero la mujer resultó ser inamovible y les indicó un sofá para que esperaran sentados y les ofreció té y pastas dulces.

—No me gustaría que un conocido de papá nos vea acá —le explicó a ____.
—Puede inventar una mentira, usted es bueno en eso. Él le dirigió una mirada asesina, y ____ sintió deseos de esconderse atrás de la secretaria, pero no podía escapar del hombre odioso aquel.

Después de casi una hora, los hicieron pasar al despacho del abogado. El hombre se disculpó por la tardanza, y saludó muy efusivo a Kendall, a ____ apenas si le dedicó una inclinación de cabeza.

—He traído a la señorita Dunne, para que firme el contrato, pero habría que hacerle una modificación porque las condiciones han cambiado.
—Explíquese por favor —le pidió el abogado.
—Bueno, antes el trato era hasta que mi padre viera que yo sentaba cabeza, si nos divorciábamos después ya no sería tan importante. Inventaría alguna excusa creíble y él no modificaría su testamento.
—¿Qué ha cambiado?
—Es largo de explicar, los motivos son más personales ahora. Necesito que la señorita Dunne, permanezca en mi casa, mientras mi padre viva, sin importar si nos llegamos a casar o no. Si no lo hace la denunciaré como estafadora y la enviaré a Londres a la prisión de los deudores.
—Comprendo, pero si se queda, imagino que habrá una recompensa.
—Por supuesto, igual como habíamos quedado anteriormente.
—Está bien. Espéreme unos minutos.

El leguleyo salió de la oficina en busca de la secretaria para indicarle que escribiera nuevamente el contrato, cuando volvió les avisó que no estaría listo hasta el día siguiente.

—No podemos esperar tanto —dijo Kendall ofuscado—, la señorita Dunne sale mañana temprano de viaje.
—El contrato se debe elaborar por completo, no es posible enmendar el otro.
—Haremos algo, llévelo esta noche a mi casa. Ya veré cómo justifico su presencia allí.

Bastante decepcionado salió a la calle con ____. Esta vez llamó un coche de alquiler para que los llevara a casa.

—____, me ocuparé de que te lleven nuevos vestidos esta tarde. Tú y papá, irán a Bath, y no quiero que parezcas su enfermera. Pídele a Betsy que te ayude a elegir, y no te midas en gastos, ese es un balneario donde solo va lo mejor del reino.
—¿Por qué debo ir yo?
—Porque papá así lo quiere, y él es el único que importa ahora.
—¡Pero no quiero!
—¿Quieres darle un disgusto y que se muera por tu culpa?
—¡Claro que no, pero recuerde por qué tuvo el disgusto!
—Eso ya no tiene remedio, ahora solo debemos ocuparnos de complacerlo.
—Está bien, pero no me mande a esa mujer francesa de nuevo.
—No. Te lo prometo.

Cuando entraron en la casa, Betsy los esperaba para decirles que Kent quería verlos. Subieron de inmediato a ver al padre de Kendall, y él al verlos entrar les dirigió una mirada interrogante.

—¿Por qué te levantaste pequeña? ¿Dónde andaban?
—Fuimos a ver anillos papá —mintió Kendall.
—Eso no hará falta.
—¿Por qué?
Kent extendió su mano a la mesa de noche y le pasó un estuche de terciopelo.
—Toma.
Kendall, lo abrió, y se encontró con un anillo y una sortija iguales, pero el anillo lucía un rubí en el centro.
—¿Quieres que le dé el anillo de mamá?
—____ será tu esposa, ¿o no?

EL Contrato (Kendall. S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora