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Kent salió de inmediato a ver qué sucedía porque escuchó gritos. Al abrir la puerta, lo primero que encontró fue a su nuera tirada en el piso: se había desmayado.

—Lo único que faltaba, esta niña se pone mal justo cuando no podemos atenderla.
—Solo es un desmayo —aseguró el doctor—, creo que estaba escuchando detrás de la puerta.
—¡Pobre chica!

Con la ayuda de Charlie que se había vuelto imprescindible en el último tiempo, llevaron a ____ al interior de la habitación y la tendieron en un sofá cerca de la cama donde se encontraba Kendall. Betsy llegó pronto con las sales, y la joven reaccionó estornudando al sentirlas tan cerca de su nariz.

—¡Primera vez que veo a alguien despertar de un desmayo así! —exclamó Betsy jocosamente, pero quitó de inmediato la sonrisa ante la dura mirada de Kent, ¡su hijo estaba muriendo, y la mujer hacía bromas! —. Lo siento señor Schmdit.
—¡Por favor no te enfermes ahora! —rogó Kent a su nuera—. Él nos necesita.
—Disculpe papá, no volverá a suceder. Fue solo la impresión. Estaba por entrar cuando los escuché.
—Debemos tener inmovilizado a Kendall para que sus costillas puedan soldar. Yo me quedaré esta noche, pero enviaré una enfermera por la mañana.
—¡Yo lo cuidaré!
—¡Pero tú has estado delicada! —protestó Kent.
—Me siento muy bien ahora, y me agradará sentirme útil. ¡Además es mi novio!
—Tiene razón, ella Kent. Siempre es mejor algún familiar que un extraño.

Señorita Dunne, no dude en avisarme si se siente mal o se ve sobrepasada. Le aconsejo que descanse esta noche para que mañana tenga ánimos.

—¡No doctor! Esta noche me quedaré aquí y dormiré en este sofá, podemos traerle un sillón más cómodo que esa silla en la que está sentado, ¿no es así papá?
—Cómo tú quieras hija.

Kent se sentía muy satisfecho al ver la preocupación de ____ por su hijo, si antes tuvo duda ahora se disipaban, ella quería de verdad a Kendall y no era una cazafortunas como lo pensó en un principio.

Esa noche casi nadie durmió en la casa, inclusive los niños estaban preocupados por su benefactor, pues temían que si algo malo le sucedía ellos irían a dar nuevamente a la calle. Sin embargo los días que sucedieron al trágico hecho apenas se ocuparon de ellos, como si no existieran, ya que todas las atenciones eran para Kendall. Si Kent llegaba a cruzarse con los niños, apenas reparaba en su presencia porque en su mente no había más espacio para su hijo.

Los días se sucedían con exagerada lentitud y ____ no se movía del lado del enfermo. Pasó un mes, luego otro, y otro. La barriga de la joven crecía sin parar. Kent había retomado el trabajo en la fábrica, porque ya no sacaba nada con esperar a ver si Kendall despertaba. Había perdido toda esperanza, y lo único que anhelaba era que naciera su nieto para tener algo de su hijo junto a él, si lo perdía no quería quedarse con las manos vacías. También había decidido que ya era tiempo de deshacerse de los "molestos" niños, y así se lo planteó a ____.

—¿Por qué los va a echar a la calle, si sabe que fue Kendall quien los trajo?
—Son cinco y aquí no tenemos espacio para ellos.
—¿Qué dirá Kendall cuando despierte?
—¡Si es que despierta!
—Despertará, se lo aseguro. ¿Sabe usted por qué los trajo?
—Algo me comentó Lewis, pero no lo comprendí del todo —respondió Kent, sin mirarla a la cara. Lewis le había contado todo con lujo de detalles, y él no pudo menos que avergonzarse por los juicios que de él había hecho su hijo.
—Mudémonos a una casa más grande, usted puede hacerlo.
—Puedo, si es que quiero, y este no es el caso. Acá estoy a una cuadra de la fábrica, y la casa es cómoda.
—Entonces, tendrá que soportar, hasta que Kendall despierte y decida.
Kent miró sorprendido a su nuera, no cabía duda de que ahora estaba más segura de sí misma, ya no parecía ese ratoncillo asustado sin opiniones.
—Si mi hijo no despierta en un mes, los mandaré a un hospicio.
____ volvió junto a Kendall, no podía comprender a ese hombre. Si alguien la hubiera acogido tal como Kendall a esos niños, con seguridad su futuro habría sido otro.

Estaba por llegar a la puerta cuando escuchó una charla que provenía de la habitación, intentó entrar sin hacer ruido, pero se congeló al reconocer las voces.

"—Tu padre quiere echarnos."
"—¿Por... Por qué?"
"—Porque estás dormido."
"—Ya no... No temas, no se lo...permitiré."

¡Kendall! ____ entró lo más rápido que pudo dada su condición. El sfuerzo de subir la escalera, le había sonrojado las mejillas, y tenía sudor sobre el labio. Algunos mechones se habían escapado del elaborado moño que le había hecho Rose, pero a ella no le importó.

—¡Kendall!
Él se la quedó viendo embobado, nunca había visto un ángel más hermoso que aquel que tenía en frente.
—¿No me reconoces? —insistió ella.
—____. Claro que sí. ¿Tanto tiempo ha pasado?
—Sally, ve por el señor Schmdit.
—Sí mamá.
—¿Mamá? —preguntó él sin entender.
—Hace como una semana que comenzó a llamarme mamá, y no tengo corazón para rebatirle. A tu padre le dice abuelito, aunque la ignora... ¿Cómo te sientes?
—¿Cuánto tiempo ha pasado? Estás tan... tan...
—¿Grande? Sí. Han pasado tres meses.
—Estoy cansado.
—Duerme, después habrá tiempo para charlar.
Kendall volvió a caer en un sueño profundo, pero esta vez despertaría, pensó ____ mientras sonreía.

Se acercó a él y casi con temor alargó su mano para rozar su frente. Lo había tocado innumerables veces durante todo el tiempo que estuvo en coma. Había ayudado a bañarlo, había observado sin pudor su cuerpo desnudo tan perfecto, el que aún lucía cicatrices que nunca desaparecerían, sin inmutarse. Pero ahora era diferente, podía reaccionar ante el más leve toque. Intentó que sus dedos pesaran menos que el aleteo de una mariposa.

—Quizás nunca sabrás que casi morí contigo al creerte muerto. Sé que no serás capaz de amarme como yo de ti, pero no importa si tú estás bien. Ahora más que nunca quisiera que este hijo fuera tuyo, y existiera la real posibilidad de formar una familia, con nuestro hijo y esos niños tan adorables. Siempre has querido pasar por duro Kendall Schmdit, pero en el fondo eres más blando que la manteca.
—¡Mamá!
—Silencio Sally, el señor Schmdit duerme.
—¿Se puso mal de nuevo?
—No, solo descansa.
—¡Oh! El abuelo ya se fue.
—Entonces cuando vuelva a la hora de la cena tendrá una maravillosa noticia.
—Mamá, ¿el abuelo nos echará a la calle?
—No, Kendall no lo permitirá.

No sabía cómo pero esos niños se habían apoderado de su corazón nada más verlos. Recordó su infancia en el hospicio, y sintió deseos de protegerlos con su vida si fuera necesario. Esperaba convencer a Kendall de quedarse con ellos. Al señor Schmdit le quedaban varios años de vida aún si se cuidaba, entonces, pensando fríamente tenía tiempo aún para vivir con Kendall y darle un futuro a esos pequeños, y quién sabe si conquistarlo también.

—Salgamos Sally, dejémosle descansar tranquilo.
—No mamá, quiero estar con él cuando despierte.
—¿Que te parece si vamos a la señora Gibbons que le prepare un postre o algo que a él le guste mucho. ¡Ya sé, el pastel de chocolate!

Eso terminó de convencer a la niña, y salieron sin hacer ruido del cuarto. En cuanto se cerró la puerta Kendall abrió los ojos, esta mujer lo amaba y él no sabía qué pensar. Por lo visto el lío se iba a complicar. Él no la amaba, y dudaba que alguna vez lo hiciera. Definitivamente tendrían que marcharse de la casa paterna, o el viejo se daría cuenta. ¡Claro! Si cuando la sacó de la fiesta, ella creyó que estaba celoso. La deseaba sí, pero eso no era amor, ¿o sí? ¡Qué lío!

Kendall volvió a cerrar los ojos y esta vez se durmió de verdad.

EL Contrato (Kendall. S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora