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Kent Schmidt se encontraba parado al pie de la escala con una lámpara en la mano. Su rostro estaba contraído por la furia, a pesar de la escasa luz, Betsy notó que estaba enrojecido y respiraba con dificultad. La anciana, se puso delante de Kendall, como una forma de mitigar un poco la visión de semejante espectáculo.

—Vuelva a la cama señor Schmidt, yo me encargo del joven con la ayuda de este caballero.

Kent no le hizo caso a Betsy y se acercó para ver mejor a su hijo. Era la primera vez que lo veía tan borracho. Sus ropas estaban en desorden, sus ojos vidriosos y la saliva cayendo por la comisura de su boca, ofrecían un lamentable espectáculo a los ojos del padre.

—Menos mal que tu madre no está para verte.
—¡Quizás si ella estuviera, serías más humano!
—Las palabras de Kendall estaban cargadas de resentimiento.
—¡Espero que todo esto termine cuando te cases!
—¡Por supuesto papá, si me voy a casar con la mejor mujer que pude encontrar!
—¿Qué quieres decir?
—Nada. Estoy borracho, y los borrachos hablan necedades. Vamos, Sam. Llévame a la cama porque tengo que hacer mañana temprano con mi futura esposa. ¿Esposa dije? Sí, creo que sí. ¿Sabes amigo? Creo que te contrataré como mi valet.

Betsy, comenzó a subir la escala para indicarle a Sam dónde tenía que llevar a Kendall, cuando un golpe seco la hizo volver la cabeza: Kent Schmidt estaba tirado en el suelo. Bajó casi corriendo los tres escalones y se tiró encima del cuerpo inerte del hombre, Sam a su vez soltó a Kendall que cayó con gran estrépito sin comprender lo que sucedía.

—¡¡Señor Schmidt!! ¡¡Stella!! —Betsy gritaba histérica, sin saber qué hacer, por dónde empezar. Stella apareció en camisón de dormir y abrió mucho los ojos al ver al amo en el piso—. No te quedes ahí parada, dale la dirección del doctor Leyton a este hombre para que vaya a buscarlo. Perdone, pero es urgente.
—No se preocupe señora, voy rápido.

Sam partió a todo lo que daba su pierna de palo, y Kendall se arrastró hasta donde estaba su padre.

—¿Qué le sucede? ¿Betsy? ¿Qué pasa con papá?
—Creo que es un ataque —dijo ella sin expresión.
—¿Es mi culpa?
—No sé.

Kendall tomó la mano de su padre. Se había comportado como un cretino, diciendo cosas que no pensaba. Si Kent moría, tendría que cargar con la culpa. Ahora quería que abriera los ojos, asegurarle que todo iba a estar bien, que se iba a casar y no tendría más quejas de él, pero sabia que serían promesas falsas, su mal comportamiento estaba demasiado arraigado y no creía ser capaz de cambiar.

—¿Que sucede? —____ estaba arriba de la escalera sin entender.
—¡El señor Schmidt se muere! —explicó Betsy sollozando.
—¡Eso tú no lo sabes! —replicó Kendall enojado—. El doctor ya viene ____, vuelve a la cama.
—¡Sí señorita Dunne, recuerde lo que dijo el doctor!
—¿De qué hablas? —interrogó Kendall a la mujer.
—¡Oh, es que usted no supo por andar de parranda! —Betsy lo miró con ojos acusadores—. La señorita Dunne casi pierde el bebé.
—¡¿Cómo?!
—Lo que le dije. Cuando yo la fui a buscar para comer, me la encontré tirada en un charco de sangre sobre la cama. —Betsy se cuidó de no comentar que en realidad la buscaba para pedirle que se fuera de la casa—. El doctor Ross dijo que debe estar unos días en cama hasta ver cómo sigue el bebé.
—No voy a poder llevarla...
—¿Qué dice joven?
—Nada Betsy, solo pensaba en voz alta. ¡Qué hará Leyton que no llega!

Kent se quejó, comenzaba a recuperar la conciencia. Kendall le apretó más la mano.

—Tranquilo, pronto estarás bien.

El sonido de una campanilla anunció que alguien esperaba en la puerta. Stella se abalanzó hacia la puerta para dejar entrar al doctor y a Sam. El resto de los sirvientes de la casa que no eran muchos, también se habían levantado para ver qué ocurría y luego se negaban a abandonar la sala hasta no saber qué pasaba con el señor Schmidt. Y ____ seguía de pie arriba de la escalera A Kendall se le había pasado la borrachera y estaba en posición de dar órdenes para organizar el caos que había en torno a su padre.

—¡Stella, acompañe a la señorita Dunne a su cuarto! ¡Betsy, por favor prepara un té mientras llevamos a papá a la habitación para que Ross lo examine! ¡El resto vuelva a la cama, no hay nada que puedan hacer por el momento, si los necesito se los haré saber! ¡Sam, querido amigo, gracias. Has sido de mucha ayuda, pero por favor ve a casa, debes estar muy cansado!
—Nadie me espera en casa —protestó Sam, mirando significativamente a Betsy—. ¿Milady, me regalaría una taza de té?

Antes de contestar, Betsy miró a su alrededor, no había ninguna lady allí.

—¿Me lo dice a mí? No soy una lady.
—Para mí sí, mi bella dama.
—¡Oh! Después que lleven al señor a su cama, puede venir a la cocina si no le importa —lo invitó ella con rubor en sus mejillas.
—¡Por supuesto que no!
—¡Ross, qué tiene mi padre!
—Es el corazón Kendall. Se ha exigido mucho.
—¿Yo?
—No hay quién más pueda hacerlo. Kent no puede volver a trabajar, al menos no en un buen tiempo.
—Tendremos que atarlo para que no salga de casa.
—Le haría bien irse a un balneario por un tiempo, y que le cuiden la dieta. Betsy cocina delicioso pero casi todo es carne, y las arterias de tu padre estallarán en cualquier momento.
—Ross, debes decirle lo mismo a él, a mí no me hará caso.
—No te preocupes, yo hablaré con él.
—¡Qué murmuran tanto ahí afuera! —gritó en voz baja Kent desde adentro del cuarto.
—¿Ves, ya se recuperó? —Kendall señaló hacia la habitación de su padre.

Los hombres se quedaron en silencio junto al enfermo, ninguno de los dos parecía querer comenzar con la charla, porque a pesar de que ambos lo conocían desde siempre: uno por ser su hijo y el otro su mejor amigo, en el fondo le temían al mal carácter de Kent.

—¡Bueno! ¡¿Y no me van a decir por fin lo que ocurre?!
—Kent, primero que nada debes tranquilizarte, de lo contrario no podremos charlar.
—Está bien, pero habla pronto que no he dormido nada y mañana, es decir en un rato más me levanto.
—Kent, no debes ir a la fábrica.
—¡¿Cómo qué no?!
—Estás a punto de sufrir un infarto. Si no te cuidas las consecuencias pueden ser desastrosas.
—¿Y qué importa? Ya estoy viejo, he vivido bastante. Creo que ya es tiempo de reunirme con la señora Schmidt.
—¿Y tu nieto? ¿Piensas dejarlo sin abuelo antes de que nazca? —las palabras salieron a borbotones de la boca de Kendall, cuando se arrepintió era demasiado tarde. Kent se quedó pensativo, sopesando las palabras de su hijo, luego miró directamente a Ross Leyton.
—¿Si me cuido, podría volver al trabajo?
—Dentro de un tiempo razonable, sí.
—¿Quién se encargará de la fábrica, tú? —esta vez fue el turno de Kendall, recibir la mirada penetrante de esos ojos azules.
—¿Tienes otra idea mejor?
—No. Tendré que quedarme en tus manos, pero deberás consultarme cualquier decisión.
—No creo, porque te irás a Bath.
—¿Bath? Es muy lejos, ni hablar de eso.
—Papá, no tomaré ninguna medida importante, solo me ocuparé de que todo siga funcionando. Puedo ir a verte los fines de semana. Te llevarás a Betsy también para que supervise tu dieta.
—¿Dieta?
—Sí Kent, deberás cuidar lo que comes de ahora en adelante, o tu nieto no tendrá con quién jugar.
—¡Claro, si no me mata el corazón, me matarás de hambre Ross!

El doctor rompió a reír, no cabía duda de que Kent Schmidt sería genio y figura hasta la sepultura como rezaba el refrán.

—¡Eso sí, tengo una condición. No, dos!
—¿Cuáles? —preguntó Kendall reprimiendo un bostezo.
—La primera, es que me dejes escribir las instrucciones de lo que deberás hacer en mi ausencia, y la otra: ____. Quiero que vaya conmigo. ¿Podrá ir Ross?
—Con las precauciones adecuadas, podría ir.

Kendall sintió como si le hubieran pegado un puntapié en el estómago, su padre era prácticamente un moribundo, y él se estaba comportando como un ser vil, que en lo único que podía pensar era en sus estúpidos resentimientos.

—Papá, yo...____.
—No sabía por dónde empezar, pero era necesario hablar con la verdad.
—¿Qué pasa con ____? ¿Está enferma otra vez?
No pudo mirar a los ojos ansiosos de su padre, comprendió que era muy tarde para decirle la verdad, ahora tendría que continuar con la mentira, pero ahora era por su bien.
—No papá. Quise decir que ____ estará encantada de acompañarte. Planificaremos la boda para cuando vuelvan.

Cuando Kent comenzó a quedarse dormido, le pidió al doctor que bajaran, lo despidió en el recibidor, y se fue al gabinete de los licores. Volvió a pensar en el contrato, lo llevaría a cabo de todas maneras, pero tendría que hacer unas modificaciones. Las comisuras de los labios se estiraron para formar una sonrisa, pero se convirtió en una mueca amarga al descubrir que el acuerdo que planeó para engañar al padre, ahora sería para cuidar su salud.

EL Contrato (Kendall. S)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora