Capítulo # 14.

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 Capítulo # 14.

♪Quédate♫

Abro los ojos y veo la habitación organizada de mi hombre, paso la mano a través de las sábanas esperando tocarlo, pero no hay nada excepto más y más almohadas. Doy un largo bostezo con ganas de comer algo, y salgo de todo el montón de cobijas, salgo de la habitación que es demasiado organizada para ser de un hombre.

Y lo veo, me derrito al mismo tiempo que lo detallo sin dejar escapar mucho. Alexander está sentado en su silla concentrado, mi chico nota mi presencia, y sus ojos se clavan en los míos, su mirada es triste, de una soledad que creo conocer. Y me voy acercando poco a poco a mi hombre.

-Em.- Sigo sin entender que es lo que tiene su voz. Llegó junto a él. Él se levanta de su silla, y me abraza.

-Hola-  Yo trato de hablar ya que estoy metida entre su cuerpo y sus brazos.

-¿Quieres algo de comer?- Hablo mientras mi nariz toma otra dosis de su extraordinario perfume.

-Sí, ¿Tienes algo comestible en esta casa?- Mi estómago ruge con fuerza. Él baja su mirada y me la clava en mis ojos, baja su rostro hasta rozar el mío, y me besa con posesión, con amor.

-¿Qué crees tú qué como, acaso?- pregunta mientras que se aleja de mi, y me suelta suavemente, con una sonrisa juguetona. Cuándo me ve, cambia esa mirada oscura, y tiene un brillito en los ojos que hace que mi corazón salte a brincos.

-¿En realidad quieres que te diga?- le hablo con orgullo, y su sonrisa se expande más.

Me contesta acercándose a mí poco a poco, jalándome un poco hasta estar de nuevo en sus brazos, y con otro beso de nuevo, me gusta molestarlo, enojarlo y este tipo de respuestas son aún mejores.

Luego, se aleja, y se mete en su cocina, empieza a sacar todo el montón de cosas que hay en la lacena de su cocina, y yo tengo una sola pregunta.

-¿Dónde dormiste?- Le hablo pacientemente, él me mira y me quema su mirada ardiente.

-En el sofá, ¿Por qué?- Por qué es tu casa.

-La próxima vez yo duermo en el sofá, y tú en tu cama- El enarca la ceja izquierda, y me mira.

-¿Estás loca?, no puedo dejar que te pase nada, en el sofá sufrirías de dolor de espalda- Le sonrío juguetonamente.

-¿Y tú no sufres de dolor de espalda?- Pregunto viéndolo como parte los huevos ágilmente

-No, bueno ya me acostumbré, las veces que llegó borracho o muy cansado, duermo ahí, casi nunca alcanzó a llegar a mi habitación- Alzo las cejas juntas.

En ese pantalón su cuerpo se ve jodidamente ardiente, sus músculos bien formados, su cabello despeinado, sus ojos azules algo brillantes, ¿Cómo no me voy a enamorar de este?, mientras él busca algo dentro de la nevera, yo estoy estúpidamente mirándolo sin omitir ningún detalle.

Podría vivir así, dormir en esa cómoda cama, levantarme y que me hagan mi desayuno, y verlo a él todo el día sin camisa, en realidad eso sería bastante bueno para mi gusto, sería el jodido paraíso que siempre he soñado.

Él está muy concentrado en partir los huevos, y su concentración exhaustiva hace que me ponga algo incómoda, y de repente salta una pregunta de mi maldita boca, no sé porque a veces salen las cosas sin siquiera que yo las mande, joder, debo aprender a controlarme, o si no eso traerá problemas con este hombre controlador e impulsivo.

-¿Si sabes cocinar o sólo lo estás haciendo para impresionarme?, porque si es así, debo decirte, lo estás logrando- Eso es justamente lo que estoy pensando, pero en ningún momento tenía intención de decirlo.

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