Siete 🎶

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El momento llegó, la puerta del salón se abrió dando paso a la familia que sería nuestro público, alcé la mirada y quedé petrificado al instante, no podía creer lo que mis ojos percibían.
Fue como si todo este tiempo estuviese esperando a que esto llegara sin siquiera saber realmente lo que pasaría, como si mi espera por este concierto fuese reemplazado por este instante en que esos ojos café claro conectaron con los míos por un segundo.

Como si el destino me hubiera preparado este camino para poder observar de cerca sus labios rosas curvarse en una sonrisa al saludar, el color blanco de su piel contrastado con lunares y pequeñas pecas que adornan su rostro, o la impecable manera de combinar su ropa, notar su estilo elegante pero sutil, con sus rizos alborotados que le dan un toque rebelde a su imagen, que definitivamente había llamado mi atención desde la primera vez que lo vi en la cafetería.

No entiendo cómo es posible que cause ese efecto en mí si es tan solo un desconocido realmente, es como si mis ojos fuesen imanes que no pueden despegarse de verlo ni un momento.

—Emilio, ven un momento por favor —Alejandro me sacó de mi órbita llamándome hacia la familia que ya estaba acomodada en sus lugares.
Caminé un poco nervioso, al llegar donde estaban saludé cordialmente.

—Ellos son la familia Bondoni —habló hacia mí y luego en dirección a ellos— él es Emilio, el chico que entró en lugar del violinista que se fue.

Supongo que han de conocer bien a los músicos y al ser nuevo quiere que igual me conozcan.
Todos me sonrieron amablemente y me devolvieron el saludo mencionando sus nombres, pero el que se quedó grabado en mi memoria fue el del chico frente a mí, Joaquín, definitivamente es un nombre hermoso.

Decidí que para no parecer un acosador debía concentrarme en mis asuntos y dejar de observar al joven de cabello rizado. Fue al sentarme en el banco que caí en cuenta de que estaba a punto de tocar frente a él y básicamente para él, lo cual hizo que mis nervios regresaran.
Respiré profundo y el director marcó el compás iniciando así el concierto. Una vez comencé a tocar me olvidé por completo de todo y me dejé llevar por la hermosa sensación que me produce la música, sin duda es un sentimiento fuerte que nada ha podido superar, ni siquiera la belleza del ser sentado a unos cuantos metros de mí.

Las piezas pasaron, la familia Bondoni realmente es un gran público a pesar de ser solo cuatro personas, aprecian cada detalle de las melodías y se vuelven una lluvia de aplausos al término de cada una. Parecen disfrutarlo en verdad, lo pude percibir en los ojos brillantes de cada uno de ellos y sus gestos de agrado que nos dedicaban.

Tocamos aproximadamente hora y media, tiempo en el que todos disfrutamos, tanto ellos escucharnos, como nosotros ser escuchados.
Al terminar pude notar que el chico Bondoni parecía un niño pequeño emocionado saludando y felicitando a cada músico que pasaba cerca de él, mientras sus padres y su hermana platicaban con Alejandro.
Por mi parte me quedé sentado limpiando las cuerdas de Arturito para después guardarlo, estaba muy concentrado en ello, hasta que una voz ligeramente ronca llamo mi atención.

—Hola, Emilio ¿cierto? —alcé la mirada y era él, Joaquín estaba frente a mí recargado sobre un pie y con ambas manos en su espalda.

—Uh, sí, así es, para servirte —me levanté tomando con una mano a Arturito y con la otra ofreciendola para que la estrechara, admito que estaba un poco nervioso, pero disimulo bien.

—Ehm, supongo que nos estaremos viendo seguido, siempre trato de llevarme bien con los músicos, soy un admirador de lo que hacen y bueno... bienvenido a este espacio.

No me esperaba esto, a pesar de que su imagen a simple vista llamó mi atención desde el primer instante, suponía que era el típico niño mimado acostumbrado a lujos que te barre con la mirada si no eres como él, pero me equivoqué, parece ser un chico amigable.

Melodía Perfecta [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora