Las Dos Reinas

Capítulo XVIII

Deseo de morir

Los médicos no dieron crédito a que Regina sobreviviera, y esa era la razón por la que Ruby se encontraba allí. Simplemente y aunque le costara la vida, Ruby me llevaría hasta el reino oscuro para que me despidiera de ella. Al principio me derrumbe por el miedo. Sabía que algo estaba fuera de su lugar al ver que ella no había asistido, pero la muerte era algo completamente distinto. ¿Se mantenía con vida a causa mía? ¿Continuaría consumiéndose poco a poco hasta verme nuevamente? O solo me estaba haciendo ilusiones románticas que poco tenían que ver con la salud de una reina con el corazón roto. Una que probablemente solo pensaba en mí, como un antiguo odio de guerra.

-Entonces. - volvió a hablar Ruby. - ¿Vendrás?

"Nada me detendrá de verla" le comenté con voz baja, dejando mi reciente trono y mi duelo por mi madre, para viajar junto a los enemigos del reino a la ciudad que todos a nuestro alrededor envidiaban o codiciaban. Uno que había ocultado realmente bien que su reina se tambaleaba entre la vida y la muerte. Ante la caída del reino oscuro, habría guerra una vez más. Estaba segura de ello.

Al llegar, fui recibida por una comitiva de damas y caballeros, entre los que estaban Sir Erick, Oswald, Gerald, Julia, Martha y las demás cocineras, quienes parecían haber estado llorando durante mucho tiempo. Algunos me abrazaron y se alegraron de verme y otros tan solo permanecieron rogando en voz baja que mi visita no fuera una despedida. El punto final, que la llevaría finalmente a la muerte.

Recorrí entonces la fortaleza, mirando de vez en cuando los pasillos con sus armaduras donde me reflejaba perfectamente, ahora más cansada y con la corona sobre mi cabeza, siendo seguida desde muy cerca por Ruby, que había sido todo lo que necesitaba de ella tal y como siempre lo había sido, sin embargo y de la nada, se detuvo de golpe, notablemente molesta por alguna razón que no logre entender, hasta que supe lo que estaba mirando.

Eran los cuadros de los monarcas, los que yo misma había admirado alguna vez, solo que ahora, el ultimo espacio vacío estaba siendo ocupado por un retrato de Regina, marcando la fecha inicial de su reinado hace décadas atrás y el espacio vacío a su lado, esperando a ser cincelado para marcar la fecha de su muerte. "Todos la dan por muerta" dijo la mujer roja, "Solo cuando un monarca esta cercano a la muerte es que se cuelga su retrato", explico después, aclarando un punto al respecto de las tradiciones de ese reino que hasta entonces me había eludido. Entonces la ira, combinada con el miedo me recorrieron por completo y sin mediar más discusión, comencé a avanzar nuevamente por la fortaleza hasta encontrar la habitación de la reina, que como era de esperarse no tenía guardia en la entrada. Pude entrar de inmediato, siendo testigo de todo aquello que me temía.

Estaba postrada sobre su cama, pálida como un cadáver. La venda probablemente nueva ya se había manchado de un negro que denotaba la muerte, como todo a su alrededor. Apenas respiraba, estaba delgada y su cabello hermoso se veía sin brillo. Cuando me acerque tuve la necesidad de abrazarla, pero las manos de Ruby me detuvieron, "Esta delicada, recuérdalo. Ahora cerrare la puerta para que puedan hablar" y sin más, se retiró de allí, probablemente con la intención de gobernar ese reino y el suyo. Me quede entonces con ella a solas de nuevo, reposando en una silla a su lado. La veía hablar en sueños constantemente siendo presa de la fiebre. Me llamaba, una y otra vez. "Debo ir a la coronación" decía, "Emma no debe creer que la odio". Trataba además de zafarse de las sábanas, inmersa en una pesadilla abrumadora, que de igual forma sobreponía sus venas oscuras por encima de su piel, dibujando un mapa que llevaba a la herida de su pecho.

Todo era un escenario sombrío que me mataba lentamente, al igual que a ella.

Esa primera noche, no logre dormir en ningún momento. Mantuve los ojos abiertos con la vista clavada en ella, y en sus gestos agónicos. ¿Por qué nunca escribí antes? Debí estar con ella, todo este tiempo. Era lo mínimo que le debía, pero una vez más, le rompí el corazón.