Capítulo II

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Placeres de Habitación

Ruby tomó asiento justo frente a mí, parecía que quería observar cada una de mis reacciones, como un animal salvaje al acecho que se debatía en asesinar para sobrevivir o esperar y perdonar una vida. Sus gestos al principio eran vacilantes, como si no supiera por dónde empezar, solo giraba la punta de los dedos sobre el descansabrazo, mientras en sus labios se formaban muecas incomprensibles para mí entendimiento, rememorando, analizando, guardando las partes más oscuras para sí. Finalmente se aclaró la voz, cruzando además sus piernas, en el que era sin duda el inicio de una historia más larga que hubiera contemplado.

-Vengo de tu reino, querida, aunque no lo creas. Solo que, perdí todo hace tiempo, cuando tenía 20 estaciones. - Su voz parecía entrecortada.

Se detuvo entonces, como si nuevamente le faltará valor para decidir, por ello quizás se sirvió un vaso del vino que habían traído minutos antes, y durante un largo y ceremonioso momento su mirada pareció mirar a la nada, recordando nuevamente, perdida por completo mucho más que yo. Sus palabras, por otro lado, hasta ahora no eran ninguna declaración sorpresiva, pero sentía que había algo más que esta mujer me estaba ocultando, algo profundo en su ser, que era capaz de causarle daño incluso después de tanto tiempo.

-Además. - bebió finalmente un trago de vino. - soy una mujer lobo.

Sin duda mi rostro debió formarse en un gesto de disgusto, desde pequeña los seres así me habían causado miedo, incapaces de controlar su sed de sangre pues de eso se alimentaban según mi padre. Siendo animales, acechando entre las sombras para darle muerte a la gente buena. Por eso, eran una amenaza para el reino, un peligro inminente que debía ser detenido, y nadie mejor para ello que el rey, mi padre, quien tiempo atrás había declarado bestias a personas así, dando precio por sus cabezas, manteniendo la paz en las casas. Creí que los habían cazado a todos, que sus cuerpos metamórficos habían sido quemados para que nunca se volviera a ver males como esos.

-No te distraigas niña que estoy hablando. - repitió al ver mi cara. - Mi familia trató de protegerme por mucho tiempo, pero cuando los rastreadores de tu padre me descubrieron fui encerrada como un animal peligroso. No creí sobrevivir más de unos días, pero esos tontos no saben cómo matar a un animal como yo. A un lobo de piel oscura.

Ruby comenzó a reír de forma irónica, realmente me sorprendía que una mujer lobo pudiera engañar y escapar estando transformada. ¿Cuántas muertes habría causado?, ¿Cuánta sangre había bebido?, tal vez por eso, terminó de esclava en un sitio así, para continuar matando incautos usando su belleza. Su historia seguía intrigándome más y más, tenía miles de dudas, ¿Cómo escapó del reino?, y ¿cómo nadie notaba lo que era?, si debía escabullirse en las noches para asesinar personas y regresar satisfecha a continuar con su vida, haciéndolo al parecer, como si nada.

-Estás en una posición difícil pequeña, y no solo por mí, sino por Ariel que odia a tu familia más que a nada. - continuó hablando al ver que yo solo la observaba. - ¡Así es!, Ella es una sirena, otra de las tantas criaturas perseguidas por tus padres.

Mi padre me había hablado también de seres como ella, seductora de hombres, adoradores de la oscuridad, que atraían incautos con su encanto para luego comérselos en sus rituales y poseer así magia oscura. Era algo que era bien sabido, y solo con eso, sentía como se me erizaba la piel, convirtiéndome en una pequeña e insegura princesa, que ahora más que nunca necesitaba de su guardia y la seguridad de su castillo al encontrarse en tan penoso lugar entre mujeres tan malditas. Pese a que mi piel se erizo de inmediato, yo no podía alejarme de mis ideas, de hecho, tanto fue mi pensamiento que no note cuando Ruby dejó de hablar. Sus ojos verdes tan fijos en mí, acompañados de una sonrisa satisfecha, sin duda olía mi temor, sabía que esos seres podían hacer cosas así, acechando antes de usar sus garras y dientes para destrozar la piel de sus víctimas.

Las Dos ReinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora