Había una vez
Los días que siguieron a mi regreso, fueron imposibles de descifrar a mi parecer. Todo estaba vacío, lejano e insípido, como si nada pudiera calentarme o alegrarme realmente. Mi madre había cumplido con su palabra y yo con la mía, les había contado a los reyes de Merryd y de Pycelius, lo que Regina me había hecho, con detalles perfectamente elaborados por mi madre que nunca pasaron. Desde un secuestro por la fuerza en el propio castillo, hasta violaciones, torturas y castigos interminables a mi cuerpo, que hicieron a los hombres retroceder admirados de la terrible reina sin alma, quien había robado todo de la única hija de su enemiga para satisfacer su deseo de destruir a Snowhite. Una miserable bruja sin duda que debía ser asesinada fuera como fuera y gracias a mí, los cuatro reinos finalmente acordaron paz entre ellos en favor de derrotar a la reina malvada de una vez y para siempre, aunque eso llevará años de guerra y la pérdida total de toda humanidad en los reinos.
Claro estaba que al ver su objetivo cumplido la reina estaba más que feliz con mis acciones, a un punto en que casi parecía tolerar mi presencia, habíamos incluso salido un par de veces para revisar las tropas junto a mi padre, que seguía estoico y distante, afanado terriblemente por hacerse inmortal en batalla al ganarle a una bruja. "Nuestro apellido será conocido por todos los siglos por venir" afirmaba, a medida que felicitaba a sus soldados y pasaba largos periodos de tiempo entre consejos de guerra, pero esforzándose por cruzar menos de dos palabras conmigo, creyendo que su pequeña hija había sido ultrajada y humillada por una bruja, algo que muy en el fondo no podía soportar.
Parecía un castigo realmente debido a que mi actuación había sido tan acertada que hasta David había creído en las historias de mi madre, y por ende ya no podía ser su pequeña niña, ahora estaba manchada para siempre y eso era algo que despreciaba, aunque nunca lo hubiera dicho en voz alta, convirtiéndolo solo en un aliado para la reina, pero nunca nuevamente un padre para mí. Lo que marcaba aún más la separación entre ambos, de tal manera que llegue a extrañar por completo la calidez de otras personas, la calidez de ella.
"¿Mis padres siempre fueron de esa forma?" Me cuestionaba en ocasiones, tan caóticos, pretenciosos y distantes que la ambición de un reino nuevo era lo único en lo que podían pensar. O fue, el hecho de salir de ese pequeño castillo lo que me permitió notar cómo eran en realidad. No podía saberlo pues las vendas parecieron siempre estar frente a mis ojos, hasta ese momento. Todos los recuerdos buenos, el calor y su cariño, solo son eso, simples ideas del pasado, lo que me dejaba cada vez más atrás de sus sombras. Callada, obediente y presa de todos los errores que quizás cometí al escuchar hablar sobre lo que nunca sucedió y como alguien inocente pagaría por ello.
Me tomó varios días aceptarlo, pero el infierno en el que vivía ahora me hacía extrañar ciertas cosas, pero eso era algo que no podía afirmar totalmente. No era que extrañara a las chicas o a la casa de Burlesque, mucho menos a Regina, era otra cosa, la sensación probablemente de esperanza que ya no tenía, sin embargo, había algo en el fondo de mi cabeza que era profundamente abrumador como un escándalo a voz baja, un susurro perpetuo de culpa, que se hacía más fuerte al pasar de los días, llenando mis noches de pesadillas dónde se repita una y otra vez aquella última noche en la casa de Burlesque. Sentía plenamente el dolor de las heridas, los golpes, el hambre y sobre todo la lluvia cayendo e inundado mis pulmones, solo que, al final no había manos que me sostuvieran, ni que me salvaran. Era como morir cada día para al final volver a comenzar con todo.
Durante quince lunas, eso sucedió. Y solo lograba encontrar paz cuando despertaba de golpe cubierta por sudor. Aun así, en una noche en particular, cuando la lluvia caía de una forma tan estrepitosa no hubo forma en que pudiera dormir. El ruido, el olor y la sensación de la lluvia me estrujaban el pecho y por alguna razón ya no podía oír nada más que a mí propia culpa. Quería silenció, quería paz y todas esas sensaciones que me habían robado. Además, necesitaba respuestas fueran cuales fueran. Quizás de conocer la otra parte de la historia dejaría de lado la voz de Regina en mi cabeza, quizás su magia finalmente terminaría y podría descansar.

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Las Dos Reinas
Fiksi PenggemarLa prominente princesa Emma Swan, ha caído del pedestal de la corte real de sus padres, a una casa de Burlesque. Vendida y pronto subastada al mejor postor, el futuro de la princesa la llevara a conocer a la Reina Malvada, su descorazonada enemiga...