Capítulo 1

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Alan miraba con resignación el techo de la habitación de su abuela. Se negaba rotundamente a mirar el programa de polémica, culos y tetas que a su abuela tenía hipnotizada. Al parecer una chica había sido engañada con una modelo europea y lloraba desconsoladamente haciendo su monólogo, diciendo que se había equivocado y que no volvería a cometer el mismo error. Pero el chico que miraba aquel programa sabía perfectamente que el amor no obedecía a nada ni nadie y lo más probable era que aquella dama de unos veinti y algo todavía estuviese perdidamente enamorada de aquel hombre que "había acabado con su capacidad de reir".

Sus padres tenían un casamiento y no podían llevar a un chico de quince años con ellos. Alan se había quejado, protestado e incluso había rogado para no ir pero no había opción. Todos sus tíos asistían al evento pero su abuela Perla prefería quedarse en su casa debido a su delicado oído y su odio (que Alan comprendía) a la música que pasaban en este tipo de celebraciones luego de la célebre boda.

Perla era una viuda elegante y muy creyente de ochenta y tantos años con ojos colosales. No solía hablar mucho del hombre de había sido su esposo. Era un misterio tan grande como el tamaño de sus ojos avellana. Lo único que sabía de él es que la anciana que tenía enfrente en ese momento nunca pudo recuperarse lo suficiente como para dejar de mirar reallyties problemáticos y novelas capaces de dar depresión.

Mientras miraba hacia el blanco descascarado por la humedad, miles de pensamientos inundaban su mente: el retorno al colegio e incluso en su gata, Kira, que probablemente estaría cazando alguna que otra rata.

-¿Qué te pasa, cielo? ¿Tienes sueño?- pregunta Perla, preocupada por el estado de concentración en el que se encontraba su nieto.

-No, abuela. Estoy bien.

"Pasado mañana empieza la escuela"-pensó Alan.- "Otra vez a fingir que soy un chico torpe e ignorante como los demás"- y luego echa un largo suspiro. Estaba cansado, la escuela era fácil pero lo mejor era aprobar con seis. "Mientras más normal sea menos me notaran y mientras menos me noten, seré menos bicho raro para ellos."

- Parece que te estas aburriendo...¿Quieres que te cuente alguna historia? Esta mujer llora demasiado.- dijo señalando a la entristecida dama.

Puede que Alan tuviera quince años pero no podía dejar de escuchar, saborear y apreciar las historias de su abuela. La anciana mujer sabía como contar sus anégdotas de manera que fuera imposible taparse los oídos. Aquellas historias lo llevaban cuarenta, cincuenta o incluso sesenta años atrás, cuando los huesos de su abuela eran duros y sus músculos eran masas compactas, no piel gelatinosa.

- Te voy a contar una historia de hace ochenta años atrás, cuando era joven y hermosa (si quieres decir). Ocurrió hace muchísimos años pero los acontecimientos siguen gravados en mi memoria como marcas inborrables.

Era una tarde soleada y las nubes se movían como fantasmas en el océano. Yo tenía unos ocho o nueve años y estaba recorriendo el camino que me llevaría a la precaria casa de madera que consideraba mi hogar, cuando veo un cachorro pequeño, desamparado, solitario, apenas una mancha marrón en los amarillentos yuyos.

{Lo levante en mis famélicos brazos y lo abracé, protegiendolo del sol. Sentía como si fuera mi hijo o mi hermanito. Solo Dios lo sabe. En casa no había suficiente pan en la mesa para los ocho hermanos y sus padres, ¿con qué comida lo alimentaríamos? ¿dónde dormiría?.

{El segundo problema eran las graves heridas que tenía este animal. Un gran tajo recorría una de sus orejas y otro se extendía desde el lomo hasta el final de las costillas derechas. En casa no teníamos como tratarlas. No teníamos ni alcohol, ni vendas, si siquiera suficiente hilo como para cocer sus heridas.

{Luego de media hora, y a regañadientes, dejé al diminuto animal en los amarillentos matorrales y me marché, con la culpa arañándome las tripas.

{Cuando finalmente llegué a mi casa, papá me pregunto donde había estado y por qué había tardado tanto. Le dije que me quedè un rato más porque luego de bañarme en el arroyo no encontraba mi remera. Creo que me creyó pero no se lo conté después tampoco. Esta historia, hasta ahora, solo la conocía su protagonista.

{Al día siguiente, cuando me levanto y me dirijo hacia el arroyo, en realidad queriendo ver el estado del animalito, encuentro una manchita marrón en medio del fondo amarillo. Corro hacia el pequeño punto de marrón, me tumbo sobre el pasto y lo veo justo cuando la luz abandona sus ojos, dejando en ellos solo oscuridad. Lloré y lloré hasta que se me acabaron las lagrimas y lloré tristeza pura, dolor y arrepentimiento de no haber llevado al cachorro mestizo conmigo. Aunque no hubiese podido darle comida pude haber estado con el en su última noche de vida, no dejarlo solo en aquel lugar, sin nadie ni nada que lo acompañara además de la luna, la oscuridad y las estrellas.

Perla estaba al borde de las lágrimas y Alan la miraba con tristeza. Nunca había visto a su abuela así. Tal vez por eso no le había contado aquella historia, tal vez aquella experiencia marcó su vida, tal vez aquel recuerdo tenía que ver con su enigmático abuelo.

Tal vez. Solo tal vez.

¿Estoy solo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora