S I E T E

1.2K 118 17
                                        

Dedicado a tod@s por su apoyo <3

Dos meses después

El tiempo pasó demasiado rápido para Can, pronto pasó de tener un mes a dos, y luego a tres, pero a medida que su embarazo avanzaba, la violencia de su esposo también lo hacía.

Tin cada vez era más violento, cualquier cosa o acción lo irritaba y Can debía pagar las consecuencias de eso. Debía decirle cuanto antes sobre su embarazo, quizá así los golpes dejaran de ser recurrentes y tal vez su matrimonio mejoraría.

Agradecía que era época de invierno, eso servía para ocultar su notable vientre, vistiendo ropas anchas, agradecía también que su esposo no lo observará demás, porque de ser así abría notado hace mucho el bulto cada vez más prominente en su vientre.

Con Pond la cosa era diferente, era el único que sabía, lo había felicitado, pero en el fondo no estaba nada feliz, ¿qué le podría esperar a Can al lado de alguien que no le quería?, ¿por qué se seguía atando cada vez más a Tin? Can era demasiado. . . Ingenuo y tonto.

Pond había recomendado que le dijera lo más pronto cuando noto los moretones mal ocultados en su amigo, no quería pensar que Tin agredía a su amigo, no, Tin no podía ser tan malo, no podía ser un monstruo, no podía dañar de esa manera a Can, no. No podía, ni debía.


Can debió de haber dejado la situación como estaba cuando vio a Tin levemente resfriado, ni siquiera era un resfriado en sí, solo era un dolor muscular, un dolor de cabeza y congestión nasal.

Pero Can amaba de verdad a su esposo, deseaba su bien, deseaba verlo en perfecto estado y que estuviera fuerte.

—Iré a hacer algo para tu resfriado, también traeré algunas pastillas, ¿esta bien? — Can aprovechó que Tin se quedó en su departamento a trabajar para tratar de cuidarlo.

—Solo vete — gruño su esposo, no quería verlo, su sola presencia lo estaba irritando aún más.

Can no respondió solo se apresuró en caminar hasta la cocina para preparar algo que le sentara bien a su esposo, pronto serían las doce y sería una buena oportunidad para darle la noticia, a pesar de no ser las mejores circunstancias. 

Se decidió por una simple sopa, antes de ponerla sobre la bandeja, colocando el sobre debajo del plato, sería una buena manera de que su esposo supiera de su embarazo.

Con la bandeja en sus manos hizo camino a través del pasillo hacia el despacho de su esposo, que rara vez usaba porque no le gustaba quedarse en casa, al lado de Can.

—Aquí tienes, cariño — balbuceó, observando el escritorio para ver un lugar dónde colocar la bandeja.

—Joder, como estorbas — Tin no estaba de humor para soportar a Can, pero ¿cuándo a estado de buen humor cuando se trata de Can?

—Cariño haz espacio — pidió, su voz apenas era un susurro que a duras penas se escuchaba. Amor, necesito dejarte esto — insistió un poco más fuerte, pero nuevamente Tin lo ignoró. Cariño necesi. . .

—¡Ya lárgate! — gritó, tan estrepitosamente que Can soltó la bandeja del susto. Sintió terror en ese momento y deseó desaparecer. —¡Pedazo de mierda inútil!

El gritó nuevamente lo aturdió, tapó su rostro con sus manos antes de sentir un golpe en el estómago que le quito el aire, que lo mando directamente al suelo.

No chilló del dolor, no gritó por compasión, se quedo callado porque sabía que a Tin le molestaría más si decía algo. Recibió cada grito, cada patada en cada parte vulnerable de su cuerpo, cada insulto, en silencio, mientras se rompía cada vez más, mientras todo atisbo de felicidad o dicha escurría de sus dedos, como agua, porque sabía que jamás sería feliz, no como realmente buscaba.

Sintió que esa felicidad que anheló por años no llegaría nunca, pero Tin debía quererlo, a pesar de todo debía quererlo.

«No te mientas a ti mismo, nadie jamás te ha querido, nadie lo hará jamás» el susurro en su mente se clavó cada vez con más fuerza en su corazón.

Soltó un jadeo cuando sintió como Tin lo pateaba en el vientre. No, no debía lastimarlo, ahí no.

—Tin — susurró y cubrió su vientre con sus brazos, en el vano intento de protegerse.

«Frena»

—¡Cállate, mierda! — gritó antes de patearlo en el rostro, la alfombra empezaba a mancharse con la sangre que salía del cuerpo de Can, una mancha que cada vez se hacía más grande.

—Por favor, detente. — suplicó antes de tomar una de las piernas de su agresor.

Pero Tin era más fuerte, fácilmente se apartó con la furia calando cada vez más en sus huesos.

—¡No me toques! — vociferó antes de empezar a desabrocharse en cinturón.

«Por favor, amor mío, detente»

—Tin, detente — ¿por qué sus suplicas no eran escuchadas?, ¿por qué tenía que sufrir tanto?

—Te enseñaré a callarte — dijo con los dientes apretados antes de alzar la mano con el cinturón.

[M O K S H A]

Estaba temblando, el miedo aún seguía ahí, su cuerpo aún temblaba, aún dolía, aún podía seguir llorando mientras terminaba de limpiar.

Claro que nada estaba bien, Tin se había ido después de lo que hizo, dejándolo allí tirado, ahogado en sollozos y lágrimas.

«¿Por qué es tan difícil amar?»

Se encontró mirándose en el espejo del baño, no se reconoció. Esa no era la imagen que siempre veía, su ojo rodeado de morado, casi negro, su ceja partida al igual que su labio, su cara hinchada. No quería saber como estaría su cuerpo.

Trató de curarse, porqué a Tin no le gustaba verlo lastimado, debía hacerlo por su esposo, por el aparente fracaso en su matrimonio, al menos quería verse bien para alguien que ni siquiera lo miraba. 

Cuando escuchó la puerta ser abierta su cuerpo entero entró en pánico, sus temblores se hicieron peores, pequeños espasmos recorrieron su cuerpo.

—¿Can? — su voz resonó a través de la puerta del baño y aquello produjo aún más miedo.

E-Enseguida salgo, cielo — luchó por mantener la voz firme a pesar de que su garganta dolía, terminó por colocarse nuevamente una campera demasiado ancha como para que notara el bulto en su vientre.

''Mi bebé está a salvo, es todo lo que importa'' pensó antes de salir del baño.

No pudo avanzar mucho cuando vio a Tin sentado al borde de la cama, mirando el suelo, con las manos entrelazadas en su regazo.

Sus temblores incrementaron dificultando su andar y más difíciles de ocultar, su respiración falló, sus piernas temblorosas no soportaron su peso.

Lo último que vio fue a su esposo mirarlo con verdadero terror antes de caer en la inconciencia.


Penúltimo capítulo.

Moksha (TinCan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora