Capítulo 3

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Unos suaves golpes a mi puerta me sacaron lentamente del perfecto, dulce y tranquilo mundo de los sueños. Abrí los ojos batiendo las pestañas un par de veces antes de fijar la vista en la puerta de madera. El café oscuro, casi negro con flores de loto talladas y la perilla de bronce resaltaban contra el crema de las paredes. Tres suaves golpes se dejaron escuchar de nuevo y yo sólo giré para quedar recostado de espaldas.

Mis pupilas se movían de aquí para allá, probablemente por el cansancio del que era presa cuando arrive a la casa, pero no había notado los cambios importantes que mi habitación sufrió para esperar mi llegada.

Los muebles antes de un café claro que combinaba con mis ojos ahora eran negros, se veían más formales, ideales para un adulto que estaba listo para formar su propia familia. Sin embargo le daban también ese aire tan frío y poco personal a mi alrededor.

-Joven Kim...

-Adelante -respondí soltando un suspiro.

El señor Choi abrió la puerta y metió sólo la cabeza, fruncí el ceño ante su desesperante lentitud.

-Puedes entrar Choi -apuré, él asintió y cerró mi puerta después de entrar, con pasos lentos e inestables caminó hasta la silla donde reposaba mi salto.

Me tomé mi tiempo para sentarme y posteriormente ponerme de pie y aún así tuve que esperar a que él llegara con mi salto para pasarlo sobre mis hombros y cubrir mi cuerpo del frío que intentaba colarse a través del cristal escarchado.

-Prepararé la ropa adecuada para que pueda cenar con su padre joven Kim.

-Sólo intenta hacerlo rápido, porque si llego tarde a eso no dudaré en vender tu pellejo a mi padre -advertí caminando hacia la ventana. Quería abrirla y dejar entrar el viento que arremolinaba la nieve ahí fuera.

La pequeña lámpara de mano que el señor Choi dejó sobre la mesa de noche perfiló caprichosas figuras en las paredes de mi habitación, las miré en silencio dejando que eso vaya arrastrando mi memoria a épocas antiguas, donde mamá solía jugar conmigo en esta misma habitación haciendo diferentes sombras sobre las paredes, que en ese entonces eran de un azul bebé. Reíamos, aplaudíamos y pasábamos hermosas horas juntos, simplemente disfrutando de la vida.

-Los muebles han cambiado -comenté.

-Su padre mandó comprarlos, dijo que los anteriores estaban bien para los hijos que usted vaya a tener.

Asentí apoyando mi espalda contra el frío cristal de la ventana, afuera todo estaba pintado de blanco, el viento agitaba las copas de los cerezos y mi voz quería irse con él para gritar con todas sus fuerzas todo lo que mi corazón estaba obligado a retener y esconder.

Mis ojos entonces repasaron una vez más la habitación, que siempre había sido mía y de repente no se sentía ni veía así. Las paredes crema y el techo blanco entraban en perfecta armonía con la cama de madera negra con detalles plateados en la cabecera y los pies. Detalles que por cierto asemejaban un corazón. Junto a la cama al costado izquierdo un pequeño velador que hacía juego con la cama al ser de madera negra y portar su detalle en plata. Negué lentamente, nada de esto era mío, nada de esto me pertenecía y no podía acostumbrar mis ojos a tan lúgubre decoración.

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Jeunesse en fleur HopeVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora