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—Mi León, ya estas con nosotros...—La sultana abrazó a su hijo con mucho amor. La sultana Mihrimah besó la mano del sultán

—Mi sultán, que Alá le otorgue una buena vida para que guíe nuestro imperio.

—Madre, la extrañé mucho

—Mi Leon, que pasa? Te veo algo decaído

—Nada madre, solo que encontré a una ninfa del bosque pero... se desvaneció

—Mi hijo, acaso hay aquí alguien que desee estar en otra parte que con nuestro soberano sultán? No es así, Mihrimah?

—A si es, madre sultana, Mi sultán, quisiera hablar con usted sobre la fiesta de cumpleanos de Ayse

—Claro, en la tarde pasaré a tus aposentos para verlas

—Mi señor, podría visitarlo yo en sus aposentos está noche?—Hacía ya mucho que la sultana había perdido el favor del sultán. Después de su repentino aborto, el sultán había dejado de invitar a la sultana. Claro, sin tener algún heredero, la posesión de sultana estaba en peligro y ella quería asegurar ese título a como diera lugar

—No, está noche no. Mejor yo iré más tarde a los tuyos

La sultana Mihrimah era hermosa, cualquiera que la conocía quedaba encantado con la belleza de la sultana. Su cabello rojo y ojos color verde jade robaban el aliento de cualquiera. Precisamente era estos encantos que llamaron la atención del sultán. Sin embargo, lo que tenía de bella, tenía de malvada. La sultana había desaparecido a varias mujeres del harem que osaron en poner sus ojos en el sultán. La sultana Mihrimah era muy inteligente, primero, se ganó la confianza de la madre sultana, después utilizó sus encantos para seducir al sultán, y ahora reunía a las mujeres más bellas del harem y las ponía bajo su servicio.

Ten a los amigos cerca y a los enemigos aún más cerca

Por inercia del destino, La sultana Mihrimah miró a Yuuri y rápidamente supo que está sería una amenaza para su sultanato. Rápidamente pidió a la madre sultana que se la diera para cuidar de Ayse. la madre sultana accedió pues así Yuuri estaría lejos de la vista del sultán y a salvo con Mihrimah. Por su parte Yuuri encantado, amaba los niños y la princesa se veía tan hermosa desde lejos.

Era tarde, pero aún el sol estaba en su máximo esplendor. Yuuri veía la hermosa cara de la princesa Ayse mientras dormía. En verdad era una hermosa princesita con el cabello rojo como la madre y unos cristalinos ojos azules. Azules como los de aquel hombre que conoció en el río.

—Viktor—susurró Yuuri—Viktor—volvió a susurrar. Le encantaba como ese nombre sonaba en sus labios y por alguna razón sentía un cosquilleo en su pecho cuando lo pronunciaba.

—Su excelencia, el sultán!!—Gritó un eunuco detrás de la puerta principal. La sultana entró corriendo a la habitación dónde Yuuri y Ayse se encontraban

—Yuuri, quiero que te quedes aquí y no salgas por nada en el mundo. Está bien?—Yuuri asintió. Se escuchó el golpe de la puerta de madera y la sultana salió para recibir al sultán.

El nombre de sultán atemorizaba a Yuuri, le daba miedo el pensar que le llegarán a descubrir.

—Mi sultán, aquí está—sonrió la sultana coquetamente

—Qué es de lo que querías platicar?—Preguntó el sultán con el rostro frío

—Ayse cumplira cuatro años en un mes y me gustaría celebrarlo con la madre sultana y las mujeres del harén.—Miró al sultán y su rostro de pocos amigos le comenzó a llenar de nerviosismo—Q-Quería saber si podría hacerlo. T-También me gustaría que usted estuviera ahí

Mi Sultán Where stories live. Discover now