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Yuri estaba paseando solo en el jardín. Estaba aprovechando su tiempo a solas para pensar en cómo convencer a Otabek de que se vaya con él.  Escuchó ruidos al otro lado  del jardín, se acercó por la curiosidad, pero se detuvo de golpe  cuando comenzó a escuchar vidrios romperse. Al comienzo se asustó, creyó que habían entrado y estaban siendo atacados, pero después escuchó a Viktor gritar y supuso que no había nadie más. Caminó por el laberinto de pasillos hasta dar con el del sultán.

—Viktor, que pasa?—Yuri miró alrededor. Estaba todo tirado—P-Pero qué diablos haces, estas loco?—se acercó a Viktor para quitarle de la mano un jarrón—Basta!—se lo quitó—cálmate y explicame que está pasando.

—Nada, no pasa nada—dijo sin darle la cara—Hay alguien ahí—gritó Viktor

—Sí, su majestad, a sus ordenes—dijeron dos soldados

—Busquen un lugar seguro para alguien embarazado. Alisten el carruaje para esta noche

—Sí, su majestad. A sus ordenes

—Qué? Estás loco? Cómo esperas sacar de aquí al cerdo. Está embarazado y con tu hijo, según me dijiste. Que estas haciendo? Estás loco

—No es mío.—Gritó con lamento— Me dijo que eso que lleva en el vientre no es mío

—Eso es un bebé y no tiene la culpa de nada. Si sale de aquí moriran.

—Que sea lo que Alá quiera.

—Creí que era tu omega, creí que lo amabas...—Yurio salió enojado de los aposentos del sultán

—Yurio salió enojado de los aposentos del sultán

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Yuuri cobraba la conciencia. Estaba muy fuerte el sol, podía sentir los fuertes rayos del sol calentar su cuarto. Aún le dolía la cabeza y se sentía confundido. Después de un rato en el que recordó lo de la mañana, decidió que ahora era un buen momento para irse. Se levantó y trató de hacer su maleta, pero realmente no sabía qué llevar. Nada era suyo, todo fue dado por el sultán o la sultana. Tomó dos vestidos que necesitaría para no estar desnudo, y los colocó en una pequeña maleta para salir de ahí.

—Qué se supone que haces?

—Nana, me asustaste

—Qué tratas de hacer con esa maleta? Aún no estás bien, a dónde piensas ir con esa fiebre

—Nana, no me puedo quedar aquí, creo que ya has de ver escuchado que el sultán me echó. Me tengo que ir antes de que anochezca

—Espera... espera...

—Nana, no me detengas, por favor. Me tengo que ir

—Quién te va a detener?—Yuuri le miró asombrado—Yo me voy contigo—sonrieron ambos—Espera, tomaré algunas cosas y nos vamos.

Después de un rato ambos salieron del harem. Nana guió el camino llevando a Yuuri por callejones dentro del palacio que jamás miró antes. Vivió ahí varios meses y nunca se dio cuenta de esos lugares.

Mi Sultán Where stories live. Discover now