Cap. 11: Llantos y caricias en la noche

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[Cap. largo]

El aire frío del anochecer me golpeó el rostro y revolvió mi melena cuando salí del edificio, había perdido por completo la noción del tiempo. Recogí mi oscuro cabello en una coleta baja para que no me estorbase y caminé despacio hasta el banco más próximo que encontré, sentía que mi cabeza daba vueltas pensando en Levi. Su silencio era el protagonista de mi preocupación. Cerré los ojos y me tapé el rostro con las manos, juré que no lloraría más por él porque debía de ser fuerte y mantener la cabeza alta. Lo que pasó entonces... hizo que me derrumbase a niveles antes desconocidos para mí.

— A-Astrid...

La voz tímida de Bertholdt me sorprendió en aquellas horas, estaba caminando rápido hasta mí con miedo en su rostro y llevando una carta consigo en la mano derecha. Me levanté olvidando mi enfado con él y coloqué ambas manos en sus brazos, asustada de verle con esa expresión.

— Qué ocurre, Berth, tienes muy mala cara — le pregunté intentando tranquilizarlo.
— Es una carta urgente de Zeke, debes abrirla ahora.

Y sin más se fue. El sello rojo con la estrella grabada en él indicaba su procedencia, no debió de enviarla por las líneas de correo normales sino que tuvo que entregársela a Bertholdt en persona. Qué sería aquello tan urgente, el nerviosismo de Bertholdt me había sido contagiado mientras abría el sobre. La letra de Zeke se extendía por ambas caras del papel, leí con detenimiento comenzando a entender el por qué del posible miedo de mi amigo.

Astrid:
Reiner ha estado enviándome cartas en los últimos días informándome sobre tu nueva actitud, no me esperaba eso de ti, me has desobedecido y has traicionado a tus amigos. Confiaba en ti para ayudar a tus compañeros a cumplir la misión, aunque parece ser que eso no está en tus propios planes.

Si no recuerdo mal; has hecho amigos, te has separado de tus amigos para hacerlo sola y has tenido una relación de peligrosa cercanía con el capitán Levi, ya que no le mataste cuando pudiste y tuviste el valor de curar sus heridas.

Bueno, supongo que tendré que hacerte entender por las malas lo que pasa cuando alguien no sigue las reglas del juego. Hacer trampas está mal, Astrid, y te lo haré saber ya.

Atentamente, Zeke.

Mis pulgares, que sostenían la parte de delante de la carta, notaban algo húmedo que había sentido desde que empecé a leer el inicio, pero, a medida que mis ojos abiertos de par en par bajaban por el papel y el sudor resbalaba por mi frente, un líquido espeso y carmesí había manchado mis dedos; era sangre, caliente y fresca sangre.

Mis opacados ojos se fijaron en los dos círculos que estaban a ambos lados de la carta con palabras escritas bajo cada círculo.

— T-Tu he-her-ma-na, t-t-tu a-ab-abu-e-la — apenas conseguí leer sintiendo las gruesas lágrimas corriendo incesantes por mis mejillas.

P.D: Esto es lo poco que quedó de ellas tras asesinarlas, espero que te sirva de lección, querida.

Estaba completamente muda, mi corazón batía con mucha fuerza en mi pecho como si quisiese salir despedido en cualquier momento, se me revolvía el estómago, me dolía la cabeza y el ambiente de mi alrededor comenzó a ser cada vez más frío que nunca. Mi hermana y mi abuela... la única familia que me quedaba... ya no estaban ahí, ya nunca volvería a verlas, nunca me recibirían en la puerta de casa con besos y abrazos. Nunca jamás.

DIARIO DE UNA ERDIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora