Cap. 19: Perdidos

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— Y esta es tu nueva habitación — señaló Mike abriendo la puerta de la estancia.

Desde que acepté el nuevo cargo hubo algunos cambios en mi estilo de vida; entrenamientos más duros, reuniones importantes a las que asistir, contacto con otros superiores más a menudo, comidas separadas de mis compañeros y por último mi propia habitación. Sin duda sería algo curioso de experimentar pero a la vez me asustaba la idea de sobrellevar la situación tan diferente por la que iba a pasar.

Le agradecí a Mike el haberme guiado hasta ahí e ingresé a la habitación para poder ver cómo era; una cama de sábanas blancas y una manta granate, gran ventana de cortinas color crema que daban a los jardines, ancho escritorio de madera cerca de la ventana, armario a los pies de la cama, alfombra marrón y cuarto de baño propio. No estaba nada mal.

— Por la tarde tenemos una expedición, no te retrases.
— De acuerdo.

Desde que Erwin y Hanji informaron a todos los soldados presentes en la Legión sobre mi condición, fue una gran sorpresa ver lo bien que se lo tomaron todos; absolutamente nadie se opuso u objetó algo en mi contra, fue un trato por su parte realmente grato. Lo que me tocaba entonces era convivir con los soldados veteranos o de altos cargos, por lo que pude desafortunadamente comprobar, me refiero a soldados que no pasan de los cuarenta años como máximo. Muy pocos consiguen llegar a la vejez si es que no mueren a manos de los titanes durante las expediciones.

Arreglé un poco mi cabello en una trenza e inspeccioné los cajones del escritorio, estaban llenos de papeles en blanco que seguramente tendría que llevar a las juntas o algo. Debía de preguntarle a Erwin...

— Disculpe, oficial Mitre, ¿puedo pasar? — preguntó una mujer joven rubia de pelo corto.
— Eh... claro, ¿por qué no ibas a poder?

La chica sonrió divertida y entró.

— Se nota que eres principiante en esto.
— Puede ser... ¿hay algo importante?
— Sí. A todo esto, me llamo Nanaba, encantada de conocerte.
— Igualmente, yo soy Astrid.
— Lo sé, bueno, lo que venía a consultarte es que si en la expedición de hoy quieres o no tener a un escuadrón a tu mando. He oído que no se te dio nada mal dirigir a tus compañeros en la rotura del muro.
— ¿Yo? No me veo capaz todavía... no quiero arriesgarme a poner en peligro la vida de nadie, pero gracias por querer contar conmigo en eso.
— ¡Oficial Mitre, soldado Nanaba! — irrumpió Moblit ante nosotras — ¡La expedición se ha adelantado a estos momentos! ¡Los titanes de la muralla Rose se están dirigiendo en masa hasta un gran titán!
— A qué te refieres con gran titán — le cuestionó Nanaba.
— No sabemos qué es esa cosa, es un titán enorme cubierto de pelo. Está recogiendo varias rocas.

Abrí los ojos temiéndome lo que iba a suceder y fui la primera en salir corriendo de allí. Durante el camino cogí mi equipo con prisas para colocármelo de paso y llegué a los establos para tomar las riendas de Furia y así salir en busca de Zeke. Ese mal nacido iba a atentar contra el muro Rose, otra grieta sería fatal.

— ¡Astrid! — gritó Ymir, la cual me seguía junto con Christa y Eren en sus respectivos caballos — ¡Iremos contigo!
— No, quedaos... ¡es una orden!
— Ni lo sueñes, As, te ayudaremos — comentó Eren cabalgando a mi lado hacia la puerta.

Más soldados ya estaban saliendo organizados en los escuadrones que se habían planeado para la supuesta expedición de por la tarde, así que no hubo ningún problema de coordinación y marchamos rápidamente hacia los exteriores del muro.

— Está bien, pero no permitiré que hagáis ninguna tontería — cedí mientras la hierba comenzó a abrirse paso a nuestro alrededor.
— Obedeceremos cuanto nos digas — asintió Christa.

A lo lejos pude ver a Zeke en su forma titán, estaba de pie sosteniendo una enorme roca con ambas manos que dejó caer al vernos cabalgando hacia él. Una sonrisa se dibujó en el rostro del titán y comenzó a correr en dirección al bosque, sus grandes zancadas hacían la tierra temblar.

— ¡Eren, ven conmigo! ¡Tenemos que impedir que llegue al bosque o le perderemos!
— ¡Voy detrás de ti, As!

Ymir y Christa se centraron en los titanes que comenzaban a perder el interés de seguir a Zeke, me fijé en el color rojo intenso de sus orbes lo que significaba que Zeke les estaba controlando gracias a una de sus habilidades de titán.

— ¡Tendremos que transformarnos si queremos llegar a él! — sugirió Eren — ¡Esa cosa es muy rápida!
— ¡Tienes razón, hagámoslo!

Activamos nuestros equipos para dejar libres a nuestros caballos y durante el descenso mordimos nuestras manos para emitir un haz de luz anaranjada que iluminó el cielo. Aterricé sobre las cuatro patas de mi titán en la hierba, Eren ya estaba corriendo veloz hasta Zeke pero no debíamos de ser tan impulsivos.

Su titán de quince metros resaltaba demasiado, era grande y robusto, pero eso no significaba que pudiera ser más fuerte que el titán de Zeke y así fue lo que ocurrió; el titán bestia consiguió derribar a Eren con imprevisto y rápido golpe antes de volver a correr. Corriendo a cuatro patas alcanzaría más velocidad para alcanzarle, aunque no estaba segura acerca de cómo conseguiría detenerle con mis pobres cinco metros de altura.

Eren se levantó sin dificultad alguna y se dispuso en posición de seguir corriendo, pero le detuve poniéndome enfrente liberando un fuerte rugido; había titanes viniendo hacia nosotros. No tuvimos más remedio que dejar a Zeke escapar esa vez para salvar nuestras vidas, la próxima ocasión no le volveríamos a dejar ir tan fácilmente.

Me puse a dos patas de nuevo y corrí hacia los titanes para atacar a los que pudiese y así ayudar a mis compañeros, pero las cosas fueron distintas a lo esperado. Un titán más alto que yo consiguió inmovilizarme con éxito y comenzó a intentar desgarrar mi nuca para sacarme de ella, con una espada del equipo reservada para cualquier emergencia conseguí salir de mi titán y correr al bosque para resguardarme allí. No dejé de correr al ver a ese titán de ojos rojos persiguiéndome mientras que el cuerpo de mi titán se evaporaba poco a poco en la pradera.

El sonido del EMT me distrajo de mi carrera para girarme y ver a Levi tras ese titán antes de conseguir asesinarlo, cayendo así el cuerpo de la criatura al suelo. Le miré mientras intentaba recuperar el aliento, todo a mi alrededor me resultaba extraño.

— Felicidades, Mitre, has hecho un gran trabajo — comentó él con sarcasmo.
— ¿Dónde estamos...?
— Eso me gustaría saber a mí.

Los caballos dejaron de oírse y solo los pájaros inundaban el ambiente con sonido. Estábamos perdidos.

DIARIO DE UNA ERDIANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora