Capítulo 2

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- ¿Entonces el único recuerdo que tienes de tu padre es un nude impreso en una Polaroid? – recapituló Mista.
- Ni siquiera es un recuerdo – lo corrigió Giorno -. No llegué a conocerlo. Mi madre nunca quiso hablarme de él. Lo único que sé es que ignora por completo mi existencia.
- Y que tuvo sexo con tu madre hace como dieciséis años.
- Gracias, Mista. Siempre sabes qué decir para hacerme sentir mejor.
- No hay de qué, bebé – dijo este, guiñándole un ojo al conductor -. Pero sigue pareciéndome surrealista lo del nude. O sea, está firmado y todo. ¿Quién hace eso? Me parece hasta de mal gusto.
- En su defensa diré que no es una imagen explícita. Y que si yo tuviera esa espalda también me pasaría el día sin camiseta.
- ¡Y la tienes! – gritó Mista, enfadado – Lo único que te hace falta para lucirla es la ropa adecuada. No te preocupes, en cuanto lleguemos a casa nos ocuparemos de eso.

Giorno echó un vistazo hacia abajo y comprobó que llevaba una sudadera vieja de color gris con la cual resultaba imposible impresionar a un hombre que destacaba por aparecer cada día con un conjunto distinto, más hortera que el del día anterior.

Por otro lado, le pareció divertida la idea de tener una casa a la que querer volver.

- Ahora gira a la derecha – indicó Mista.
- Nos estamos alejando mucho de la ciudad – comentó Giorno -. ¿A dónde me estás llevando?
- ¿Quieres que estropee la sorpresa? ¿Tan pronto?
- Será difícil pensar en una estrategia si no me lo dices.
- Bueno, vale – accedió Mista con una sonrisa de oreja a oreja -. Vamos a una fábrica abandonada.
- ¿Qué? – exclamó Giorno, conteniendo las ganas de pegar un volantazo - ¿Por qué? No resulta el lugar más seguro para asentarse durante un apocalipsis zombie.
- Ya lo sé. Pero es que mi familia está allí.
- ¿Estás seguro? Espera un momento, ¿qué hace tu familia en una fábrica abandonada?
- Es el sitio idea para practicar nuestros pasos de baile súper malotes. Hay sitio de sobra y podemos poner la música tan alta como queramos – Mista se mordió el labio -. Y no, no estoy seguro de que vayan a estar allí, pero tengo que intentarlo.
- ¿No vivís juntos? – preguntó Giorno, girando el volante con precisión cada vez que Mista hacía una vaga seña para indicarle la dirección.
- Antes sí. Bueno, ellos siguen juntos. Yo me mudé a un cuartucho de mierda en cuanto conseguí el curro, hace unos seis meses. Una decisión horrible, la verdad. Hecho de menos encontrar tangas usadas en el jardín. Bueno, y a ellos también.
- ¿Y por qué no vamos a allí, a su casa?
- Quedamos por la tarde para practicar una coreografía – explicó Mista -. Cuando me fui a trabajar ellos seguían en la fábrica, esperando a Bucciarati. Tengo la sensación de que siguen allí. Porque si es verdad lo que tú dices y el virus se ha extendido por la ciudad, Bucciarati...

Mista inspiró y expiró varias veces, intentando mantener la calma.

- Al menos sé que ellos estarán bien. Prometieron esperarlo, así que...

Giorno apartó la mano izquierda del volante para acariciar suavemente el hombro de Mista.

- Si Bucciarati y tus amigos son la mitad de guays que tú, entonces no tienes nada por lo que preocuparte – susurró -. Estarán completamente vivos y reventando zombies a docenas.

Mista bajó la mirada y sonrió a la alfombrilla del coche.

- Gracias – contestó -. Eso espero. Me gustaría que los conocieras a todos. Gira aquí.

Los dos chicos fueron sorprendidos por la vista de la fábrica. El edificio se camuflaba entre la maleza y los árboles, ocupando casi todo el terreno que era posible ver. Desde lejos, Giorno tuvo la impresión de que las paredes se tambaleaban, como queriendo desprenderse. La construcción debía de estar en pésimas condiciones.

Pero al acercarse más se dio cuenta de que no eran las paredes lo que se movía. La fábrica estaba rodeada en toda su extensión por una gigantesca horda de zombies, que aporreaban las partes de cemento y metal que protegían el interior del edificio. Comenzaron a oírse aullidos lastimeros.

Bajo la luna de sangre (jjba fanfiction)Where stories live. Discover now