Prólogo.

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El teatro acababa de abrir sus puertas, los aires de invierno solo invitaba a frotarse las manos una y otrha vez intentando buscar algo de calor. La fila para entrar se sentía eterna, al menos tenía el ruido de la gente pasar, algunos carruajes, conversaciones ajenas y sin contexto, parejas.

Juliana no era una chica del todo acorde al estilo de vida, intentaba acomodarse, pero cada vez ansiaba en cuestionar las imposiciones sociales a los que se veía impuesta cada día, eso le traía problemas, como cuando su madre la atrapó vestida de hombre en un desesperado intento de ir a una conferencia en la Universidad. Liberal le habían dicho, descarada, un montón de cosas más. Conflictos que decidió terminar al menos una hora hoy, ya que su mamá, Lupe como ella le decía, la convenció de acompañarla al ballet de lo viernes, al menos esta vez era una compañía nueva.

Se sentaron en medio del teatro, Juliana pasaba sus dedos por los respaldares de madera, escuchando a Lupe argumentar el porqué de la importancia de sentarse medianamente cerca de la salida. Encontró el asiento correcto y espero a que apagaran la iluminación para concentrar la atención en el escenario. Un narrador hizo una pequeña reseña del espectáculo que iban a presenciar, ella veía con gracia el movimiento corporal de las personas, era fascinante hasta grados inimaginables, pequeñas preguntas iban y venían en su cabeza como análisis, hasta que la vio.

Probablemente, ese día viernes, era el termino de un montón de borradores arrugados en su escritorio, los cuales ella misma describía, sin pasión alguna.

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