Capítulo 5

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Narra Mateo:

Ya ibamos realizando más de la mitad de las jornadas de la fms Argentina, y hasta ahora Kenzie, mejor conocida como Luli, era quien llevaba la delantera por muchos puntos.

Por mi parte, nos juntabamos más seguido, al menos tres veces por semana, por lo que me costaba darme cuenta si su peso variaba tanto como antes.

También me sentía culpable, porque por mucho que hablara y aconsejara, ella parecía ignorar mis recomendaciones.

Cuando volví a verla hoy, lucía deprimida, con un dejo de estar irritada y molesta. Estaba junto a Cacha y Zaina, pero apenas participaba de la conversación. Parecía estar ensimismada en sus pensamientos, nuevamente.

Me acerqué por detrás, abrazándola por el cuello, y provocando que se sobresaltara.

-Matu.- suspiró al saber que era yo.

-Luli.- le sonreí, dejando un beso en su mejilla.- Tanto tiempo.- bromeé.

-Uy sí, como hace años que no te veo.- ironizó en tragedia. En realidad antes de ayer nos habíamos juntado para ver El Conjuro en el cine.

Me reí, mientras miraba a nuestro alrededor, estabamos yendo a desayunar antes de irnos en colectivo al teatro de Santa Fé, en el que competiríamos.

Luli llevaba un piluso negro, un jogging con muchos bolsillos y un top, que dejaba entre ver levemente parte de sus costillas. Le quedaba bien, pero si adelgazaba unos cuantos kilos más el público comenzaría a sospechar.

Me di cuenta a medida que conversábamos, que no estaba de buen humor. Y más tarde supe porqué.

Todos estaban sentados, leyendo la carta, mientras que Misio había llamado a la rubia para que conversaran unos minutos antes. No tardé en levantarme de mi asiento y dirigirme al baño, cuando escuché voces en el pasillo.

-Pero no es justo, Misio.- se quejó Luli, molesta.

-Perdón, pero son órdenes de tus viejos wacha.- aclaró, cruzándose de brazos.

Por mi parte me encontraba pegado a la pared, para que no me viesen.

-Pero no tengo mucha hambre.- volvió a replicar.

-Mira peque.- habló Misio, esta vez con más seriedad.- Tus papás sí tienen razón en algo, y es que no estas comiendo.- admitió.- Cada vez estás mas delgada y yo como adulto responsable en las jornadas debo cuidarlos y vigilarlos, también entendeme vos, no podes estar así.- explicó, con obviedad, para luego dirigirse a paso decidido a la mesa con los chicos.

-La puta madre.- susurró enojada.- Odio todo.- su voz se quebró, provocando que trague en seco, ella no es así. Siguió murmurando un par de cosas antes de meterse al baño de mujeres.

Aproveché el momento y me metí al de hombres, me lavé las manos y salí, yendo a la mesa junto a los demás, y viendola ya sentada, leyendo la carta.

El mozo se acercó y comenzó a pedir nuestras ordenes. La menor jugaba con sus manos, mientras releía la carta, como si todavía no se decidiese o como si las letras frente a ella no llegasen a formar oraciones ni palabras coherentes.

-¿Y usted, señorita? -dijo el mozo con una sonrisa. Ella pareció no escucharlo, hasta que yo tomé su hombro sobresaltándola.

Le señalé el mozo y rápidamente respondió con una sonrisa forzada.

-Emm... sí.- asintió leyendo nuevamente.- ¿Podría ser...- soltó, como quien alarga el momento temido.- una taza de café sin azúcar y frutillas con crema, pero sin la crema? -preguntó vacilante, causando la risa de algunos de los chicos.

Anorexia ; TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora