Capítulo 9

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Narra Luz

Me removí levemente, escuchando voces de fondo aumentar su volumen. Sentí algo fuerte sujetarme de la cintura, por lo que comencé a abrir los ojos un tanto confundida y somnolienta.

La habitación apareció frente a mí, con un Zaina hablando por teléfono, aburrido.

-Sí mamá.- repitió nuevamente.- Ya sé, me estoy apurando.- suspiró, mientras continuaba acomodando su ropa en su bolso amarillo y negro. Pude notar como nuestros ojos conectaron, y una mueca de disculpa se dibujó en su rostró.- Perdón.- susurró incómodo, señalando su celular y bajando el volumen de su voz.

Me limité a mirarlo divertida, mientras me sentaba. Descubriendo de repente qué era aquello que me mantenía sujeta, el brazo de Mateo.

Pareció comenzar a despertarse, porque me agarró con más fuerza y balbuceó algo inentendible.

-¿Qué? -murmuré sin comprender.

-Que sigas durmiendo.- susurró sobre mi espalda.

Me reí levemente, observando su carita durante unos segundos.

-Está Zaina tonto.- lo empujé levemente mientras él se quejaba y lentamente alejaba sus brazos.

-¿Qué hora es? -preguntó, apareciendo su voz ronca de las mañanas.

Tomé mi celular, identificando el número en la pantalla.

-Las diez y media.- contesté, levantandome. Me daría una ducha, antes de como el resto, continuar empacando para volver a nuestras provincias.
Mateo y yo habíamos acordado tomar el mismo colectivo y viajar juntos, ya que después de todo, ambos vivíamos en Buenos Aires.

Sin decir nada más, tomé mis cosas y me dirigí al baño, no sin antes poner la traba.

Me miré al espejo y suspiré. Me acerqué un poco más, estudiandome. Mi cara tenía ojeras cada vez mas prominentes, y estaba más pálida de lo normal. El asunto no pareció mejorar cuando me despojé de mis prendas. Estaba delgada, sí. Algunos huesos sobresalían levemente, sí. Pero nunca parecía suficiente. No estaba satisfecha. Mi abdomen era plano, pero lo quería más plano todavía. Quería mi mandíbula más sobresaliente, quería un hueco mayor entre mis piernas, quería más.

Negué varias veces con la cabeza. ¿Para qué mierda quería eso? Yo debía subir de peso, no debía adelgazar, no quería morir. Yo quería un buen futuro, no pensar toda mi vida en mi cuerpo.

Volví a suspirar, abriendo el grifo, y adentrándome en aquel líquido caliente, que recorría mi piel y parecía no interesarle mi cuerpo tanto como a mí.

Una vez hecho todo esto, la situación no pareció mejorar. Me sentía de mejor humor, eso sí, después de todo me había refrescado en la ducha, y estaba con Mateo en el colectivo. Pero esto rápidamente se fue por la borda al ver los mensajes de mis padres, sabía lo que me esperaba una vez llegara a casa, y quería evitarlo a toda costa.

El recorrido se me hizo eterno, con una parte de mí disfrutando el saber que todavía faltaba para llegar a casa, y con la otra deseando hundirme en la soledad de mi cama, ni ver ni escuchar a nadie, no pensar en la comida, solo estar conmigo y mis pensamientos, y si tenía suerte, dormirme con rapidez.

Mi pie comenzó a sacudirse inconscientemente, estaba nerviosa, mis papás me habían advertido sobre lo que pasaría si no comía. Pero no quería afrontar la situación. No entendía porqué les importaba tanto, después de todo es mi cuerpo y mi vida, no pueden obligarme a comer algo que no quiero. Aunque mi cuerpo lo anhele. A veces, solo a veces, cuando ya no aguanto, veo en youtube videos de gente comiendo cantidades monumentales de comida en el menor tiempo posible. Aquello me llena de un extraño sentimiento de satisfacción, dejandome saciada mentalmente. Pero no me gusta. Lo odio, en realidad. Ver como todo aquel líquido le cae por la boca al hombre. Ver como todos sus labios quedan embarrados de aquel veneno. En algún momento deseo estar asqueada, pero el ruido de mi abdomen sólo me recuerda que a mí me encantaría comer todo eso, pero a diferencia de él, yo no puedo.

Anorexia ; TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora