Capítulo 1

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El cielo estaba tan despejado como si fuese un inmenso mar, pero esta semejanza no era más que una ironía, el mar no estaba precisamente sobre su cabeza, se hallaba justo ahí, bajo sus pies. El mar rojo era un panorama estremecedor, el sonido metálico del filo de las armas resonaba una y otra vez en sus tímpanos.

¿Qué podía hacer?

No estaba en una misión oficial, irrumpir sin el debido permiso, podía costarle a Konoha una sanción política. Algo andaba mal, su misión consistía en ir a Kumogakure no sato para entregar y buscar unos pergaminos prohibidos pero antes de llegar a su destino se encontró con el horror de ver una pelea entre mercenarios, pudo ver un par de carretas con un par de esclavos antes de esconderse entre los arbustos.

La nación del rayo era la segunda más poderosa, el solo pensar en la especialización de sus ninjas le hizo recordar un rostro que hace un par de años ya no veía. La ansiedad la invadió por un momento.

Un fuerte temblor la sacó de sus cavilaciones, oculto perfectamente su chakra y miró con rapidez el motivo del sismo, un mercenario explotó una bomba cerca de las carrozas de los esclavos y los gritos agónicos no se hicieron esperar.

Estaba decidida, iba a intervenir.

Corrió como un felino por los arbustos acercándose cada vez más a los esclavos, nadie la había detectado aún.

Los quejidos de niños y ancianos le llenaron de rabia. Golpeó un grillete y se abrió la puerta de la carroza, las personas allí la miraron con sorpresa y miedo. ¿Enemigo o aliando? Eso pasaba en sus mentes.

-¡Huyan!

Aliada.

Se movió rápido al ver como bajaban los esclavos, se dirigió a la siguiente.

-¡Un shinobi de konoha! -se paralizó por un momento, un mercenario estaba frente a ella. Su cara reflejaba la sed de sangre.- ¡jajaja! ¿Qué tenemos aquí? Creo que una gatita se perdió de casa.

ya estaba preparada para enfrentarse a él, consciente que ese grito pudo alertar a los demás.

-Y veo que tú no encuentras la tuya aún.

El rostro del mercenario se ensombreció con una sonrisa más grande.

-Aplastaré tu cara antes de acabar con los hijos de puta que quieren robar nuestra mercancía.

Sakura no le dejo avanzar, partió el suelo en dos, el hombre retrocedió.

-Eso lo veremos.

Un sudor frío recorrió al mercenario.

La batalla entre Sakura y aquel hombre duro un par de minutos pero la guerra contra todos ellos estaba durando horas, le faltaba el aire, y tenía heridas superficiales por todos lados. Díos, porque no lo pensó un poco mejor, al menos los esclavos habían huido con la atención puesta en ella.

Solo quedaban cinco, un látigo le sostuvo su brazo izquierdo y tiro de ella mandándola a volar, sintió pequeñas hormigas recorriéndole el brazo y gimió de dolor, el látigo estaba cargado con electricidad.

-¡Perra sucia! nos hiciste un favor al dejar inconscientes al bando contrario- el mercenario que enfrento atrajo a todos los suyos, algo estúpido dejando su defensa a merced del bando contrario. Del cual quedaban cinco en pie.

Estaba agónica, había peleado con más de treinta sujetos. Aunque no fuesen muy fuertes, le estaba pasando la cuenta, el desgaste físico y mental le susurraba detrás del oído hace días.

Otro látigo se envolvió en su brazo, sostuvo los dos con rápidez y tiró de ellos, el dueño de los látigos se tambaleo. Dos se acercaron por el lado derecho y dos por su izquierda.

Lo último que vió fue unas llamas negras detrás de sus enemigos, y a pesar de que podía seguir luchando algo en ella se relajó y cerró los ojos dejándose llevar por la inconsciencia como si aquellas llamas consumieran también su visión todo se volvió negro.

Recíproco Donde viven las historias. Descúbrelo ahora