Cap 3: manos trémulas

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Gorillaz - Broken

                                                                                          ✩✩✩

Los primeros días de aquella primera semana Cloe se había mantenido al margen de los planes que ambas familias habían acordado; negándose a acompañarles a cualquier lugar que implicase acercarse más de lo conveniente al mar, había pasado la mayoría de sus tardes sola, recostada en los pequeños asientos del angosto salón, con sus ojos pegados a las páginas de su libro; y con gusto se hubiese encerrado en su cuarto, pero la idea de estar sola allí sintiéndose tan próxima a las profundidades y sin nadie más que estuviese cerca para ayudarle en el caso de que alguna desventura ocurriese, le impedía arriesgarse a tomar esa decisión.

—¿Hasta cuándo vas a permanecer encerrada aquí como si no hubiese nada más que hacer?—cuestionó cansado Erick al ver a su hija nuevamente sentada leyendo aquel desconocido libro—. Vinimos a divertirnos.

La chica levantó apenas su vista, para recalcar con simpleza:

—Ustedes vinieron a divertirse.

— ¿Nos vas a castigar todo este tiempo que nos queda porque no te dijimos lo del viaje, Cloe?—levantó la voz el padre.

Era de mañana, y como todas las mañanas, Cloe no sentía las energías como para adentrarse en una de esas inútiles discusiones con su padre, en las que por una u otra razón siempre salía perdiendo. Así que se levantó, dejó su libro a un lado dispuesta a pasar a la terraza en donde, como ya era costumbre, se reunían a desayunar con los Chalamet.

—Hoy luego de almorzar iremos a la piscina al otro lado del crucero. Y tendrás que venir.

Cloe le miró boquiabierta, solo pudiendo imaginar una de esas albercas gigantes que contenía la frígida y glacial agua marina que aunque no fuese concretamente el océano, seguía siendo parte de él. Y no, no podría con eso. Iba a abrir la boca para protestar porque le parecía una desconsideración total de parte de su padre, pero su madre la interrumpió.

—No te preocupes, querida. El agua es potable, no habrá ninguna gota de océano en ella—aclaró, como para apaciguar el ambiente tenso que se estaba generando entre ambos miembros de la familia.

Cloe se limitó a pegarles una mirada de disgusto para pasar a la terraza, resignándose a que ese sería su lamentable panorama crepuscular.

Algo positivo al menos era que acercarse a la terraza ya no era una aventura extrema para ella, había salido allí durante todas las tardes para habituarse a ello, claro que no osaba acercarse en demasía a las manillas de seguridad, y de hecho, el puesto que siempre ocupaba en la mesa era el que más lejos se encontraba de la barrera. Aquello ya era sabido por todos, así que acostumbraban a dejarle aquel lado libre.

Por lo general Timothée tomaba el puesto frente a ella, así que Cloe le observaba moverse constantemente con espontaneidad, viéndole llevar su cuerpo ligeramente hacia atrás para apoyarse en la barrera o bien abrazando la madera con ambos brazos para luego dirigir su mirada hacia el horizonte infinito. Cloe debía admitir que envidiaba esa ligereza en él, esa falta de temor que tan presente estaba en ella cuando se trataba del abismo aturquesado.

Le había evitado con perseverancia pese a que él insistía en intentar generar alguna espontánea conversación con ella, pero a Cloe no le apetecía, creía que la única razón detrás de toda su amabilidad y cordialidad eran los padres del muchacho, que de seguro le habían persuadido para intentar sacarla de su reducido mundo. Además, aún no podía arrancar de su cabeza la vez que por un fatídico error se había mostrado desnuda frente a él, y dado eso, todavía no podía mirarle a los ojos sin recordar el inquietante suceso. Solo esperaba que la oscuridad haya estado de su parte impidiéndole al chico ver cada rincón de su cuerpo.

Extraños en el océano - Timothée Chalamet ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora