Lomboy - Loverboy
El sonido de los cubiertos y la loza resonaba por toda la terraza durante el desayuno de aquella calurosa mañana. La fresca brisa matutina agitaba los pañuelos y las delicadas orquídeas que adornaban el mesón, mientras las familias, radiantes y felices—o en realidad los padres—, conversaban entusiastas, comentando la novedad de algún que otro evento en uno de sus tantos paseos. Cloe les escuchaba a murmullos, concentrando su mirada borrosa en su plato lleno y en su taza de té colmada, abstraída; y es que al lado suyo, en la cabecera del mesón y en diagonal a ella, se encuentra Timothée, con el tono blanquecino de su piel y el castaño de su pelo intensificado a causa de la claridad encandilante de la costa. Le ve de soslayo moviendo mecánicamente su mano derecha a fin de alcanzar la mísera verdura que quedaba en su plato, lleva puesta esa polera tipo polo color azul marino, cuya hechura le deja pegado al cuello un lazo que le concede cierto encanto: un aire de formalidad rebosante de atractivo.
No había podido evitar hacer contacto visual con él cuando recién llegó a desayunar, él ya estaba sentado allí, con sus manos cruzadas a la altura de su mentón mientras le miraba acercarse con fijeza. Cloe había sentido a su corazón saltar inundado de contento al primer contacto, porque en efecto, su corazón había sido el primero en hablar esa mañana, incluso antes que sus pensamientos culposos ahogándola en remordimiento.
Había despertado con el frío de su ausencia en su espalda, haciéndole creer por unos segundos que todo lo ocurrido no había sido nada más que un ferviente sueño concedido por sus inexplicables impulsos, pero cuando miró allí en el hueco en el que había quedado el castaño la madrugada anterior, percibió en el tacto de la sábana la huella del calor de su cuerpo extendido hacía casi nada de tiempo: había sido real, igual de real que esa pequeña pero notoria marca que sus labios habían dibujado en el hueso de su clavícula y a la cual había tenido que ocultar con gran cantidad de polvos de maquillaje.
Mientras se duchaba, había intentado con esmero calmar sus pensamientos a fin de no dañarse más de lo necesario. No podía mentirse, ella deseaba a Timothée, se habían masturbado mutuamente la noche anterior, había sido intenso, sí, quizá hasta demasiado, pero no se habían acostado, sexo no habían tenido y sobre todo: no se habían besado. No podía más que sacar esas conclusiones, como buscando recovecos en su mente que le permitiesen no desesperarse en demasía y guiar, más o menos, la conversación en la que le confesaría a su querido Lucca lo que había pasado, porque sí, ella tenía que hacerlo.
Una parte de ella se afanaba en creer que cuando le contase a Lucca él no desesperaría, comprendería la situación y sabría que no fue nada más que un momento; sin embargo, muy en el fondo, la sensación de que su chico se le iba tal cual el crepúsculo al atardecer en el horizonte, le hacía caer en una profunda congoja, haciéndola sentir a la intemperie de un frío fulminante, a la deriva de un precipicio; en fin, se sentía extrañamente expuesta. Tanto así, que su pecho parecía chirriar de solo imaginarlo, un chirrido que se acrecentaba cuando sentía la presencia de Timothée a su lado, porque muy a su pesar, se había dado cuenta que en tanto más cercano le sentía a él más lejos sentía a Lucca, y entonces la amargura y la desazón volvían a estremecerle, haciéndole querer apartarse con afán de Timothée, rechazándole en la mente y en el cuerpo a fin de sentir la imagen de Lucca con la misma claridad que al comienzo del viaje...., a fin de sentirse amparada y en el resguardo de la presencia de Lucca en su vida. Y es que era incapaz de concebir la idea de que Timothée podría otorgarle semejante sensación de confort —por dios, Cloe, ¡tan egoísta y acaparadora! ¡Solo pensando en tu comodidad y no en la de esos dos pobres sujetos a la espera de una mísera señal!—.
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Extraños en el océano - Timothée Chalamet ✔️
Ficção AdolescenteEs curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos; ahora mismo, aquí frente al mar, sé que estoy preparando recuerdos minuciosos, que algunas veces me traerán la melancolía y la nostalgia...El mar está ahí, permanente y rabioso. Mi llan...