Cap 18: clavículas menguantes

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The Weeknd - A Lonely Night

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La costa de Marsella al sur de Francia había sido ocupada hace unas cuantas horas atrás por el crucero que arribado en el lugar, dejó en su destino a aquellas familias que habían optado por continuar sus vacaciones en Francia. Nuestros protagonistas y sus respectivos padres no eran la excepción; así que conscientes de su destino Timothée y Cloe habían decidido la noche anterior despedirse juntos de esos lugares que fueron tanto testigo como potenciadores de sus más tiernos y vehementes impulsos, sintiéndose tocados por una sensación particular de nostalgia y melancolía que les empañó cuando fueron conscientes de que tendrían que dejar el lugar. Les sorprendió mucho percatarse de que atesoraban en sus interiores tamaña sensibilidad, pero sin embargo, no dejaron que la pesadumbre se les colara por los poros en demasía, porque el hecho de saber que el viaje continuaría y que seguirían juntos en la travesía, era suficiente motivo como para que menguara con creces aquella imprevista sensación de añoranza que les dejó la despedida del crucero.

—No me mires así, Timothée —Cloe sonríe cohibida, moviendo su cuerpo ligero al ritmo de la música.

— ¿Por qué no? —señala ladino, tomándole de la cintura para hacerla girar sobre su propio eje y retenerla en sus brazos, dejándola de espaldas a fin de que su trasero danzarín le rozara su pelvis.

Y es que allegados al lugar y dejado el equipaje junto con todas sus pertenencias en una vetusta pero bien mantenida casona, herencia de la familia paterna del muchacho, resolvieron junto a sus padres y pese al cansancio del viaje, que lo más sensato era salir a recorrer las costas de la playa a fin de encontrarse con alguna de las muchas entretenciones nocturnas de Marsella. Después de mucho deambular, más que nada por el placer de respirar ese aire flamante, fresco y nuevo del éter del litoral francés, se adentraron finalmente en uno de esos tantos bares con luces fluor que a pocos metros de la orilla seducían hasta el ser con el alma menos hedonista.

A lonely night, baby girl I loved you on a lonely night...—susurra Timothée en su oído.

Cloe se muerde los labios sin poder dejar de esbozar una sonrisa, percibiendo el tacto de sus manos en sus caderas, sus rizos en uno de los extremos de su perfil y sus labios en el lóbulo de su oreja, el rostro del chico está hurgueteando ahí en ese sector de su cuello en suma sensible, mientras le roza el traste con cada movimiento. Se siente dichosa, acalorada como nunca, el vodka que ha estado bebiendo mientras baila con el castaño no pasa desapercibido ni en su cuerpo ni en su mente entusiasta, extasiada de él y del goce que le concede verse allí pasando un buen rato juntos. Y lo cierto es que estar al tanto de que a solo unos metros más allá se encuentran sus padres compartiendo unos cuantos tragos en una de los mesones del bar, impidiéndoles la vista hacia ellos solo el tumulto de gente que se esparce alrededor, no hace más que agregarle una cuota de adrenalina a sus impulsivos ánimos, incentivando todavía más ese jueguito sutil y ardiente entre ellos.

—El coro de esta canción nos hace justicia, ¿no lo crees? —Le molesta Cloe.

Timothée la voltea de vuelta hacia él al instante, lastimándole la separación de la espalda de la chica con su torso, y es que la cercanía de sus cuerpos en esa pose gozaba de una suavidad y sutileza enardecedora, deliciosa.

—Esperemos que no por mucho tiempo —sonríe juguetón, arrastrándole hacia él desde las caderas, quería sentirla cerca, bailar más apegados.

Cloe le mira un tanto enternecida, las luces verdeazuladas del lugar traspasan su rostro, concediéndole cierto aire enigmático y en demasía provocativo. Siente que podría besarle allí mismo, envolverle el cuello con sus brazos, permitirle a sus manos gráciles el viaje por su cintura hasta hacerla humedecer con el simple palpitar de sus dedos rozándole la piel, imaginar cómo en medio de aquello, los destellos que se despliegan por el lugar envuelven sus cuerpos descubiertos y sensibles, evocar la imagen de algún haz verdemar iluminando el roce de sus bocas, de sus labios amantes, concediéndole a sus besos un posible gusto marítimo, algún sabor salobre. Pero no, recuerda la petición que ella misma le hizo la noche anterior y se resiste, se contiene pese a sentir el dolor quemante de la imposibilidad en todo su cuerpo.

Extraños en el océano - Timothée Chalamet ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora