3

75 13 17
                                    

I.

Todo su entorno cambió tan rápido, que Carla aún no lo terminaba de procesar. Fue justo en el momento que atravesó la puerta del salón y quiso dirigirse a su respectivo lugar, cuando una voz relajada irrumpió su paso y le reasignó un nuevo asiento. No creyó que la tendrían tanto en cuenta, se imaginaba que pasarían algunos recesos juntos y que finalmente tendría más personas con quien hablar, pero jamás vio venir que Alexa le tendría un lugar preparado al fondo del salón, junto a ellos.

Ningún profesor de las dos primeras materias que se veían antes del receso dijo nada y probablemente era porque ella no había dejado de participar. Su entorno se había vuelto alegre, todo era sorprendentemente entretenido y ella podía sentirse como la persona que tanto ansiaba mostrar.

Aún faltaban cinco minutos para el receso, cuando David le dijo que en cuanto fuera el receso se fueran sin él, porque debía quedarse para adelantar el proyecto de Literatura que debían entregar al día siguiente. Alexa se encargó de acaparar su atención justo antes de que se ofreciera a quedarse para hacerle compañía. En cambio, se dedicó a seguir y escuchar con atención a sus nuevos amigos en camino a la cafetería. 

Sabía que sería más fácil adelantarse con Alexa y Pablo, que la incluirían sin problemas, pero por alguna razón continuó en silencio al lado de Raúl. Quería encontrar algo más alentador que sus pasadas interacciones.

—¿Y desde cuándo te gusta David? —le preguntó una vez que los más extrovertidos se alejaron un poco. Era como estar descubierta, no podía entender cómo se dio cuenta, casi no hablaban—. No me mires así, tus ojos te delatan.

Suspiró con pesadez, no quería sincerarse tan rápido.

—No estoy segura desde qué momento, tal vez me gustó desde el inicio —detuvo sus pasos unos segundos, intentando tener más tiempo para hablar—. Cuando él aparece no soy capaz de poder desviar mis ojos de su figura, como una especie de hechizo.

Intentaba descifrar qué sentimiento estaba plasmado en sus ojos tras esos gruesos anteojos redondos. No había rastros del desinterés de siempre, era una especie de miedo que no llegaba a entender. Quiso entrar en detalles, no obstante, la voz serena de Alexa nos apuraba para conseguir sitio.

—Ya la oíste, vamos —comenzaron a caminar de prisa y cuando llegaron a la entrada, él confesó aquel secreto que guardaban sus ojos con tanto esmero—: Te entiendo, yo llevo toda la vida hechizado y tal vez siempre lo esté.

Pudo presenciar el hechizo efectuándose cuando los ojos inexpresivos de él se llenaron de vida al mirar a la segunda chica en la mesa. Él no paró de enfocarla al comentar sobre su tema del ensayo que se entregaba al siguiente día y sonreía involuntariamente cuando ella se distraía por deleitar las enchiladas verdes de su plato.

Majestad, come más lento o engordarás —bromeó Pablo con Alexa, quien respondió con el elegante gesto de mandarlo a la mierda con el dedo medio y le aventó el tenedor que tenía en la mano.

—Mira, mejor cállate o le diré a Carla por qué te apodamos Atún.

Raúl y Alexa comenzaron a reírse de manera ruidosa y el chico de pecas repetía avergonzado que los odiaba.

—Uhm... ¿Todos tienen apodos? —Intentó desviar la atención de la burla hacía Pablo con una duda que sí tenía desde que escuchó la manera en la que se referían al chico que le gustaba.

—Así es, los pertenecientes a esta pequeña mafia deben tener uno —explicó con naturalidad, mientras que comía lo poco que restaba en su plato—. En la entrada estaba hablando con Quejicus sobre tu apodo, necesitas uno ahora que eres parte de nuestra pequeña familia.

Las estrellas que me detuve a mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora