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I.

Sus manos acariciaban con nervios el lomo del gato negro de su amiga, intentando juntar fuerzas para olvidar los problemas que cargaba, y por el mundo al que iba a entrar. Siempre quiso aprender a usar todos los productos que le había visto a su madre o a las mujeres que pasaban por la calle.

Aquella mañana esperó que su padre le complicara las cosas al salir, o que le impusiera una especie de castigo. Incluso creyó imposible su salida al cine, sin embargo, su padre siguió actuando como si nada hubiese pasado, y al recordar su tarde en el cine se arrepintió de alegrarse por ese permiso. Su corazón se encogió un poco al pasar frente a la casa de su novio, que desde aquel triste lunes la estaba tratando bastante cortante.

El gato había escapado de su regazo, haciendo que su mente volviera a esa sala y a la emoción de maquillarse por primera vez. Creyó que Alexa sería temible en todos los momentos que le tembló la mano al colocarse el delineador, pero cada uno de sus fallos fueron recibidos con consejos y comprensión. Pasaron unas cuantas horas desde que había sido acogida en su casa, Alexa le comentó que si continuaba practicando se sabría delinear sin problemas.

—Ya terminamos por hoy... ¿Quieres ver tus avances? —le preguntó, extendiéndole un espejo.

Carla esperaba encontrar a la misma chica que estaba en el espejo todos los días, sus cejas pobladas y sus labios gruesos sin color. Por poco no se reconoció al mirar sus labios rojos y el delineado de gato, era ella, pero mejorada.

—Estoy bonita.

—Y lo eras antes de saber maquillarte, esto solo es resaltar lo bonito de ti —aseguró, mientras guardaba sus cosas en la maleta de maquillajes—. Apuesto a que cierto rey piensa lo mismo que yo, debes ir a verlo.

—No lo sé —La inseguridad habló por ella, tal vez no la quería ver por lo que había pasado.

—Ahora que lo dices... Puede que no sea una buena idea, el maldito puede arruinarte el labial —se tomó de la barbilla, pensativa, aún sin entender a la chica nerviosa en su sillón.

—No es eso, no creo que quiera verme —sonrió con dolor, devolviéndole su espejo de mano. Ahora sí había captado la atención de su amiga de ojos tranquilos, que ahora estaban inquietos por la mirada triste de Arabella.

—¿Pasó algo?

Tal vez necesitaba abrirse con la única persona que le podía dar un consejo honesto y objetivo, Alexa podía considerarse como una persona más segura que ella.

—Ocurrió cuando fuimos al cine, nos besamos por un momento y quiso hacer algo a lo que yo no estoy acostumbrada —la miró unos segundos, encontrando cierto ápice de enojo y continuó rápidamente antes de que creyera algo peor—. Nunca he tenido un novio, y cuando intentó meterme la lengua a la boca y tocarme el...

—El muy imbécil quiso tocar tu trasero —lo confirmó, al notar su mirada nerviosa.

—Quise tomar su mano cuando me empezó a gustar, y sí, besarlo en algún punto —se detuvo en cuanto el gato se volvió a posar en sus piernas y prosiguió hasta que este se acomodó en ellas—. No puedo dejar de sentir que estoy muy detrás de él, porque necesito sentirme cómoda para soltarme y tal vez mi lentitud lo hizo enojar.

Los pensamientos de la pálida joven comenzaron a divagar en pensamientos que Carla no adivinaba, buscando una buena solución o algún consejo para esa situación.

—¿Y ya se lo dijiste? —La respuesta de Carla fue obvia, al verla mirar al piso—. No va a hacerte nada por decirle la verdad, lo conozco de toda la vida y no creo que quiera perder lo mejor que le ha pasado en mucho tiempo.

Las estrellas que me detuve a mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora