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I.

Describir el avance de la primera semana era agridulce, más que nada porque no quería depender de la existencia de David a su lado, era frustrante estar en la escuela y voltear al asiento de al lado, para encontrarse con Pablo ahí. No era porque demeritara su compañía, su amistad estaba ayudándola más de lo que podía admitir, pero no era él. Alexa y Raúl eran discretos con sus sentimientos, sin embargo, se podía notar que la reina ya no se metía tanto con él, como si su momento en el cine fuera significativo.

Su chico avellana no daba señales de vida, ella lo intentó con mensajes y llamadas, evidentemente no hubo respuesta. Esto provocó que en las primeras tres noches se viera envuelta en un horrible insomnio —que ella aprovechaba haciendo algunos proyectos y adelantando temas—, con el avance de los otros días solo apagaba el celular y se agotaba hasta dormir, la única forma que conocía.

El último día de la semana fue cuando ocurrió una intervención a la hora del receso de la pequeña familia. Ellos no sabían de la falta de comunicación con él, solo que ella podía sentirse sola.

—No puedes seguir así, no es sano —Pablo hacía círculos en su espalda con la palma de su mano, intentando ser suave.

—Es obvio que no verlo me tiene como loca.

—Lo bueno es que él está tomando terapia —Ese comentario fue lo único que Alexa creyó que sería tranquilizante para la castaña—. Dale otra semana y regresaremos a ser los mismos.

—No creo que con dos semanas de suspensión puedas superar una adicción —dejó de escuchar lo que Pablo le contestaba a la reina, al hilar lo que Alexa dijo antes.

¿Cómo sabía lo de terapia?

Cuando ella iba por el pan no encontraba a su madre atendiendo, ni al castaño que creyó estaría ahí, sino alguien más. Temía preguntar lo obvio.

—Espera... ¿Cómo supiste que va a terapia? —No quería recibir lo siguiente, sabía que la llevaría a una respuesta dolorosa—. ¿Te lo dijo su madre?

—No, David —la miró extrañada—. ¿Por qué?

Se levantó de golpe del comedor, casi aturdida y escondiendo las ganas de llorar.

—Intenté hacer de todo para verlo o saber de él —confesó, con el sabor amargo de nuevo en la garganta. Todo era tan claro y ella no lo quería ver—, me estuvo evitando —se corrigió a sí misma—. No, me está evitando.

—Ha estado realmente ocupado —Eran excusas, podía ver a su pálida amiga nerviosa, intentando salvar la situación.

—Majestad, detente ya —La seriedad del chico pecoso era severa, él también se levantó de la mesa y al colocarse más cerca de Carla se la llevó a las bancas del patio trasero, el lugar más privado que conocía—. Necesito que respires suavemente.

No iba a tener un ataque de ansiedad, quería aclarárselo.

—Estoy bien, en serio.

—Llevas toda la semana rascándote las mejillas y aislándote, eso no es estar bien —retiró la mano de su rostro, dándose cuenta de que ya lo hacía inconscientemente—. ¿Qué estás sintiendo?

¿Quería hablar de ello? Sabía que se sentiría ridícula, pero no se burlaría de ella, no parecía de ese tipo de personas.

—No puedo hacer nada, me duele el pecho al ver cómo la única relación que he tenido se está yendo al caño por mi culpa —no pudo mirarlo, ya era suficientemente vergonzoso escucharse y lo demostró al taparse la cara con ambas manos—. Me siento tan perdida, inútil.

Las estrellas que me detuve a mirarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora