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Otra junta con la ONU había comenzado. Todos los países estaban reunidos. Los latinos estaban callados, desde hace dos años. Aquello hacía que las juntas fueran más serias, muy aburridas. USA se divertía lanzandole aviones de papel a Corea del Norte.

¿Cuánto tiempo tardarán en encontrar a Nueva España? —cierto español con mirada preocupada lanzo una pregunta al aire.

No se desespere, señor España. Mi esposo hace todo lo posible por-

—ONU, ya basta, tía. Ambos sabemos que no han encontrado más pruebas. Quiero a mi hijo de vuelta en casa —se notaba la tristeza en su voz—. El maldito que lo secuestro es... Es un desgraciado infeliz.

Ugh, es hora de tomar un descanso —todos salieron de la sala de la ONU.

La organización pacifista suspiro cansada. Se dio cuenta de que uno de los países había dejado una caja en el suelo, así que se acercó a recogerla y devolverla. No pudo evitar que la curiosidad le invadiera y decidió abrirla. Dentro de ella habían diversos objetos. Ahí estaba la ropa de México, fotografias y un cuchillo con lo que pudo identificar como sangre.

Asustada, decidió examinar todo en su oficina. Se puso guantes de látex para no contaminar las pruebas y metió la ropa del mexicano dentro de una bolsa de plástico. Hizo lo mismo con el cuchillo, pero en una bolsa separada. Sólo quedaban las fotografías. Las sostuvo entre sus manos, era México siendo víctima de una violacion. Las lágrimas en su rostro y su incomodidad eran bastante perceptibles. Detrás de una de ellas venía una nota con letras cuadradas.

«Sigan buscando»

(...)

México estaba atado de ambas manos sobre la cama, como era costumbre. Su cuerpo no se veía tan desnutrido, su captor le había estado alimentando bien toda la semana. Pasó una mano por su ojo derecho delineando una cicatriz que atravesaba su ceja y terminaba en la parte superior de su mejilla causada ahí mismo. Si, lo había lastimado y era consciente de ello.

Hi, Mexico —escucho el timbre de su voz al bajar las escaleras—. Te traje tu desayuno. Espero hayas dormido bien.

De nuevo, arroz, pan y agua. No iba a quejarse, parecía estar alimentándose bien nuevamente y no quería perder esa oportunidad. Tomó la comida con las manos y la metió en su boca para ingerirla. Su secuestrador acercó su mano al rostro ageno. México paró de comer para luego comenzar a temblar.

N-No...

—Tranquilo, no te haré daño —el más pequeño suspiro resignado.

El Maestro pasó sus dedos por el largo cabello del mexicano. Lo acomodo detrás de su oreja con delicadeza. Se dio cuenta de que debía cortarlo pronto, pues le llegaba hasta los hombros.

México, ¿cómo estás?

—Bien... Supongo.

Aquel sujeto se sentó al lado del mexicano, el cual temblaba más que un chihuahua. Le tenía miedo, le aterraba estar junto a él e imaginarse que podría volver a abusar sexualmente de él.

Te traje algo.

Había una bolsa en el suelo. México la tomó entre sus manos y la abrió. Ropa nueva. Solo le traía una vez al año y siempre eran sus sudaderas enormes, nunca le había prestado pantalones ni ropa interior. El Maestro desató sus muñecas y le permitió cambiarse frente a él. El mexicano se puso los boxers y los pantalones, le quedaban algo grandes, pues había bajado de peso, pero eran perfectos para su estatura.

Espero que te gusten —sujetó una de las muñecas de México y la encadeno.

¿Por qué lo hiciste? —su otra muñeca quedó presa en esas cadenas—. ¿Por qué me secuestraste?

—Porque te amo, pero era muy cobarde para decírtelo.

El contrario se levantó y salió de la habitación. México se sentó sobre la cama sintiendo como las lágrimas salían. Se había asustado por el trauma del abuso sexual, afortunadamente no había pasado nada. El recuerdo seguía ahí a pesar de todo.

(...)

—Efectivamente, oficial, es la sangre de México —un investigador le entregó el cuchillo en una bolsa de plástico al FBI.

Diablos, pobre chico —sostuvo el cuchillo entre sus manos.

Estaba tan afilado que podía ver su propio reflejo sobre el objeto manchado de sangre. ¿Acaso aquello era prueba de un homicidio? ¿Cuánto tardarían en encontrar el cuerpo del mexicano?

Quiero una explicación de esto ahora —ordenó.

La sangre sobre el cuchillo no es suficiente para haberlo asesinado, tal vez sólo le causó una herida poco grave —decía analizando el objeto—. No hay muestras de ADN del secuestrador, ni una sola huella digital.

—Es muy inteligente, seguramente portó guantes de látex.

FBI se llevó las pruebas. Su esposa, ONU le estaba ayudando a analizar la antigüedad de las fotografías.

Cariño, ya no lo veas más, te vas a estresar.

—No puedo ni imaginar por la tortura por la que debe estar pasando —la mujer secó sus lágrimas—. E-Es México. Siempre ha sido alegre y extrovertido. Sólo mira su cara aquí.

FBI tomó la fotografía que su esposa le extendía. Se podía ver a México con las piernas abiertas y las muñecas atadas. Tenía las mejillas rojas y su cuerpo lleno de mordidas o chupetones. Un ojo estaba cerrado y el otro suplicaba por piedad. Un grito de agonía se escapaba de sus labios mientras era penetrado. La ONU lloró sobre el hombro de su pareja.

Lo encontraremos, te lo prometo.

—Esa promesa lleva ya dos años.

Tag... You're ItDonde viven las historias. Descúbrelo ahora