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México dibujó otra línea sobre la pared con un gis que encontró en el suelo. Esa había sido la tercer pared que había llenado. 365 palitos exactos en cada una de las paredes, solo le faltaba una. Tres años ya sin tener contacto con el mundo exterior, ¿y todo por qué? ¿Por volverse débil y dejarse atrapar? No, no México, no fue tu culpa. Las lagrimas se deslizaban por sus secas mejillas mientras que un sollozo se escapaba de sus labios. Inaudible. Débil. Solo. Sin nadie que lo consuele. Por debajo del suelo...

Técnicamente ya estaba en su ataud, pero seguía con vida. ¿Por qué seguía con vida? Extrañaba al sol que salía por las mañanas y lo iluminaba todo. Ese sol que tanto lo molestaba al despertar en una cruda, ahora suplicaba por verlo una vez más. ¿Por qué lo mantenía cautivo en contra de su voluntad? ¿Quién se creía aquel hombre por capturarlo, golpearlo, violarlo, humillarlo y luego tratarlo como si nada?

México no es tonto, amigos. Lo que está sufriendo lo hace inconscientemente. Para tratar de anestesiar el trauma, para apagar su sufrimiento y tener un colchón donde caer cuando se derrumbe. Le teme a quien está del otro lado de la puerta. Porta una rosa en su mano y un revolver en la otra, detrás de su espalda. Y sabe que no tiene miedo al arrebatar una vida tan miserable como la suya.

Pero en el fondo... Comienza a gustarle.

Síndrome de Estocolmo: 55%

(...)

¡Me estais jodiendo! ¡¿Pero qué cojones?! ¡¿Cómo carajos no lo han encontrado, gilipollas?! ¡Es MI hijo! —España lloraba de angustia pura—. ¡Han pasado tres años!

—Señor, le suplique que se calme.

—¿Cómo quieres que me calme, tío? ¡Es como si os quitaran a NASA sin dejar rastro alguno! ¿A qué estarías buscándolo cómo yo lo estoy haciendo? ¡Apuesto a qué tendriais la misma ansiedad!

—¡España! ¡Siéntate ahora mismo! —ONU decidió actuar ante aquel desastre. Al ver que el europeo no se calmaba, llamó a los agentes de seguridad para que le pusieran un calmante.

España cerró los ojos y se dejó llevar por los efectos de la droga. Respiró profundo hasta lograr calmarse. FBI asintió convencido de que ahora podría hablar mejor con él.

Muy bien, señor España. Hemos estado haciendo entrevistas. Hemos descartado a algunos sospechosos, Argentina, Perú, Venezuela, Alemania, Chile, Inglaterra, Brasil, Ucrania... incluso usted mismo no es sospechoso.

¿Y qué hay de los demás?

—Verá, China no ha podido darnos su reporte. Citamos a Canadá para una próxima entrevista. USA y Rusia son quienes nos harían falta. Ambos nos dieron sus reportes, pero no los hemos citado aún.

¿Y por qué no?

—Porque todo apunta a que es Canadá —todo quedó en silencio—. Piénselo, ¿quién fue él único sospechoso que lo vio por última vez? ¿Quién tiene chicas rubias? ¿Quién habla inglés? ¿Quién podría asesinar a sangre fría, ya sean animales o personas? Canadá.

—No es posible...

—Además, fue quien llegó tarde a la reunión de ONU luego de la desaparición de México —analizó criticamente—. Obviamente necesitamos su declaración o negación. Necesitamos evidencias.

—¿Y qué tal si no es Canadá?

—No habría mucho problema, pues ya tenemos a los otros dos. Es cuestión de jugar a la ruleta rusa.

—Oiga, no deje algo tan importante al azar.

—No lo hago, nunca pondría una vida al azar. Sólo hago mi trabajo.

(...)

Ya llegué —murmuró por lo bajo aquel país, aún sabiendo que nadie lo escucharía.

Caminó hasta la sala de estar hasta sentarse en una silla y sacar una cajetilla de cigarrillos. Encendió uno y le dio una calada expulsando el humo de su boca. Sonrió al escuchar el sonido de los eslabones chocando en leves susurros. Lo apagó para bajar las escaleras mientras se ponía el pasamontañas. Vio a México congelarse ahí mismo, justo donde estaba.

¿Me extrañaste? —dijo para luego reír de forma elegante—. Se que sí, ¿quien no extraña al gran... Maestro?

—Ya basta, tengo frío, chingada madre.

—¿Qué? Pero si has soportado el frío sótano todos estos años.

—Eso no significa que no me dé frío.

El más alto se acercó a paso dominante hasta el pequeño mexicano, quien retrocedió por temor. Sintió algo sobre sus hombros y lo vio. Traía puestos los abrigos de su agresor, quien ahora sólo portaba una camiseta verde de manga larga y cuello de tortuga. Como si trajera un suéter debajo de aquel abrigo.

No me gustaría que te enfermaras —acto seguido le dio un beso en la frente.

¿Por qué haces esto? Deja de tratarme así. Deja de fingir que eres el inocente.

—¿Acaso quieres que vuelva a golpearte? —México guardó silencio—. No lo creo, así que no te resistas.

Lo abrazó nuevamente. México sentía los latidos de su corazón. A pesar de ser un monstruo lo tenía, tenía un corazón, era capaz de sentir y amar igual que él. Alzó su vista ante los ojos de su captor quien lo veía con ternura y pasaba una mano por su espalda por encima de la ropa, acariciandolo cariñosamente.

Y México no opuso resistencia. Se dejó tocar por las manos ajenas sin negarse. Por aquel que lo había maltratado y ahora se hacía pasar por alguien amable. Sabía que lo que hacía estaba mal, pero no podía evitarlo. Lo amaba, en verdad lo hacía, ¿no es cierto? No, no lo amaba, sólo era un síndrome.

¿Ucrania? Realmente ya no sé quién eres y qué es exactamente lo que buscas conmigo... Pero... Me estás volviendo loco.

El contrario sonrió ante sus palabras y se agachó ligeramente, sólo para probar sus labios. Ya lo tenía, era suyo. México estaba confundido, ya no sabía que sentía realmente. Lo odiaba y lo amaba al mismo tiempo. Ay, México, ¿qué va a ser de ti cuando descubras quién se encuentra debajo de esa máscara?

(...)

Solo diré una cosa, odio que romanticen estas clases de situaciones. Aquí espero dejar en claro que no es lo que busco, pues México solo está sufriendo de un síntoma, no de enamoramiento. El secuestrador sí lo ama, pero es un amor enfermizo. México lo que busca es, como dije antes, anestesiar el trauma y apagar el dolor.

Espero haya quedado claro, porque de aquí en adelante, la cosa se pondrá intensa, mis amores.

Los quiero <3

Tag... You're ItDonde viven las historias. Descúbrelo ahora