Capítulo 4

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—¿Nunca conociste a ninguno de tus padres?—preguntó Richard, la gente solía evitar el tema cuando él lo mencionaba pero al parecer para este sujeto solo se abrió el turno de preguntas.

—No.—A pesar del tiempo, David no se sentía bien con el tema, había pasado por varias casas de acogida e incluso por una familia, pero nunca estuvo a gusto con su pasado. Él era frívolo y un promiscuo como siempre le decía Ethan, pero tras eso escondía una profunda tristeza que solo los Savidge conocían.

Los había conocido cuando tenía 11 años, le habían cambiado de colegio por enésima vez, y en esta coincidió con Ethan. Era un chico tímido y sin amigos. Todos se burlaban de él, pero era como si no los escuchara siempre sumergido en sus libros y su interior. Salvo cuando John aparecía, entonces Ethan brillaba y lucía una hermosa sonrisa. Al principio David solo los observaba, siempre en la salida los dos hermanos se esperaban y David los envidió, a él le hubiera encantado tener un hermano así, alguien que se preocupara por él como lo hacía John por Ethan.

Cuando unos chicos amenazaron a Ethan en los vestuarios vio como este tan solo estaba esperando a recibir el golpe, aquello no era nuevo para el pelinegro y David intercedió.

El chico de ojos negros solo lo miraba sorprendido pero no hablaron ese día, ni al siguiente a pesar que lo notaba observarlo en la distancia.

David no hacía amigos porque sabía que no durarían más del tiempo que volvieran a trasladarle. Unos días después cuando se dirigía al orfanato sintió que le miraban, era Ethan con John a su lado.

Cuando los hermanos pasaron a su lado, Ethan le saludó.

—Hasta mañana, David.—La voz cantarina de un Ethan niño sonó en su memoria. Desde aquel día cuando sus caminos se separaban el pelinegro se despedía, y su hermano le dedicaba una cálida sonrisa.

De las despedidas pasaron a los saludos, y de ahí a cortas conversaciones, Ethan era muy inteligente y David casi siempre se limitaba a escucharle. No quería intimar mucho más, al siguiente semestre dejaría de verlo y ya sabía que luego se sentiría peor si hacía un amigo.

Pero no fue trasladado y al curso siguiente volvieron a coincidir, para David estar junto a Ethan era algo normal, y se sentía especial cuando John venía a recogerlo y andaba con ellos hasta el orfanato. John había comenzado a preguntarle por su día en la escuela. Algo que nadie había hecho jamás. Eran muchos allá donde iba y solo se preocupaban por alimentarlos y protegerlos, hacía años que nadie le preguntaba ¿cómo le había ido el día?

Se unió a la dinámica de los hermanos Savidge y por primera vez sintió que le importaba a alguien.

El lunes que Ethan apareció con un hematoma que le recorría toda la espalda, David se asustó, Ethan se tapó cuando había mostrado más piel de la que había querido. Pero David no iba a permitir que su único amigo fuera maltratado por nadie de la escuela. En esa época David había sido más alto que Ethan y aunque no mucho más corpulento tenía destreza a la hora de defenderse. El problema era que ya no veía que nadie le molestara.

—¿Quién ha sido?—le preguntó a Ethan, este solo se encogió—. Puedo protegerte, Ethan, solo dime quién ha sido.

Cuando Ethan le confesó que no había sido nadie de la escuela, sino que había sido su propio padre, David no podía creérselo. Para él los padres eran personas especiales que hacían que nada malo pudiera pasarte, personas de rostro afable que te querían a pesar de cualquier cosa. No podía imaginar cómo el padre de Ethan podía pegar a su propio hijo.

Lo que más le sorprendió fue como a toda costa no quería que John lo supiera, al parecer este siempre le protegía de su padre. Llevándose la mayoría de los golpes, no quería que se sintiera culpable.

David no entendía nada, pero a las pocas semanas un ojo morado de John le dijo que eso no era un hecho puntual.

No podía entender cómo dos de las personas más estupendas que él había conocido en su vida pudieran sufrir así.

Pero los hermanos nunca hablaban de ello, y a pesar del horror la relación que ambos tenían era algo que envidiaba en secreto.

Cuando ambos tenían 16 años, la madre de ambos murió y John se llevó de casa a Ethan, aunque aún no era mayor de edad. Esa época fue de las más felices para David, podía evitar ir todos los días al centro de menores donde vivía para quedarse con los Savidge en el pequeño apartamento que John había alquilado. Este siempre ponía un plato más para David cuando preparaba la cena y sonreía complacido cuando decía que se quedaría a dormir cuando él tenía que irse a trabajar.

Pero lo que más le gustaba era cuando volvía de madrugada y daba un beso en la frente a su hermano, David los miraba sin que se dieran cuenta. El día en que John hizo lo mismo con él, no pudo evitar echarse a llorar cuando cerró la puerta. Desde aquella noche ansió aquel momento, siempre fingía estar dormido pero notaba los labios sobre su frente.

Cuando se dio cuenta de que estaba completamente enamorado de John temió que este se diera cuenta y le echara de sus vidas. Pero jamás dijo nada y David tampoco, John era todo y cuanto él quisiera en su vida pero jamás diría ni haría nada que pudiera sacarlo de ella. Que lo tratara como lo hacía con Ethan era claro síntoma de que nunca lo vería como otra cosa.

Ethan a veces lo miraba cuando los tres estaban juntos, y David estaba convencido de que eran evidentes sus sentimientos, pero su amigo nunca dijo nada. ¿Se sentiría traicionado si se enteraba? Sabía que John era lo más importante en su vida, y las pocas parejas que el mayor había tenido no habían gustado a Ethan. Dudaba que se sintiera cómodo si él expresara cualquier sentimiento por John.

Unos gemidos le sacaron de sus pensamientos, ¿el tímido Ethan estaba emitiendo esos ruidos? Que él supiera el desvergonzado siempre había sido él de los dos.

—¿Quieres ir a tomar algo?—le sugirió Richard con una sonrisa complice, obviamente no iba a quedarse allí mientras Ethan tenía un sexo al parecer realmente bueno con Samuel.

—Claro—contestó David más coqueto de lo que hubiera pretendido, cuando pensaba en John sus defensas siempre quedaban más bajas de lo que deseaba. Pero le echó un vistazo al hombre, era guapo y sexy, escondía algo, pero quizás no fuera malo descubrirlo.

Cuando sintió la mano de este acariciando su cadera cuando le abrió la puerta del despacho, y esta no se paró allí, sonrió. Quizás un poco de sexo salvaje no le fuera mal de todo.

Sugardaddy: Londres (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora