Hoy finalmente creo que ya es momento de hablarte de vos y tus diecisiete maneras de defenderte del viento, que siempre terminan ventilándose al descubierto, e intentando correr cada vez más lento con la pretensión de transigir cada uno de los baches que surgen en tus historias, como si no supieses que tienen un nudo que está en tu garganta, y un desenlace terriblemente esperado que te anticipé entre líneas tantas veces. Me parece que de repente puedo tomarme el atrevimiento de ponerme en el lugar de tus inventos para que puedas concebirme como todo lo que resta, lo que falta, lo que no sabes por qué; y quizás así entiendas una parte de todo lo que alguna vez intenté decirte, o quizás solo mueva sistemáticamente mi cuerpo al ritmo de Prima Donna mientras alguien en algún lugar del mundo bebe de nuestra existencia, y luego me desvanezca en el intento de entender qué me hiciste.
La desconfiguración de algunos verbos en quién sabe qué tiempo era todo lo que tenías para ofrecer, y bajo mis asumidos conceptos de lo que suponía un vos y yo, no esperaba más que eso, así que supongo que vivíamos en el instante preciso en que nos emancipábamos el uno del otro sin ningún tipo de explicación innecesaria para nuestro gusto, y hasta adueñándonos del deseo. Eso es lo que era tan nuestro. Incluso esa rabia mal medida y poco controlada que te salía de las entrañas, inclusive los comentarios susurrados por lo bajo que fingía no escuchar para no sentirme tan única, tan verdaderamente ansiada, tan peculiarmente errática.
Tal vez fueron los relojes mal coordinados, y culpo a algo que no existe ni es algo porque será que me abstraje tanto que terminé por no comprender nada que lo que me comprende. Suprimí cualquier concepción concreta de lo que supuestamente pasa, se nota en mis palabras, porque ¿qué es lo concreto cuando todo desvaría? ¿qué es lo firme cuando todo es tan acuoso?.
Y en medio de todo eso que dicen que está siendo, me pasan todos tus trópicos por dentro, porque creo que en el fondo compartimos la gran significación que nos da estar en un lugar exclusivo de transgresión a las teorías caóticas del mundo, compartimos la característica casi utópica de ser interpretes del fervor en este infierno por inercia.
Ahora la plaza estará vacía, ya no habrá nadie esperando, ni nadie escribirá como antes, y todo lo que alguna vez creaste ya no será lo que quería ser. Yo una vez más me encontraré recreando estrategias para llegar a ese punto cúlmine en que el francotirador jala el gatillo aún sabiendo que su bala puede no llegar a destino; pero por ahora me dejo tranquila, porque al final no eran los más estructurados los que ascendían, ni los más estrictamente normativos los que ganaban las guerras, ni eran tus huellas dactilares hirviendo balanceándose sobre mi cintura el acto más noble pero también el más deshumanizante al que me sometía, si siempre podía quedarme con la desconcertante certeza de haber visto como se llevan todas las razones, a la vez que me permitía encontrarme anhelando cualquier sinsentido que me colme de pasiones.
Pero es que a estas horas el papel de victima y victimario nos quedó chico, así que no olvides que hay una historia con nudos por deshacer, y que tengo un futuro que contarte.