Capítulo 10

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La sala de los Tesoros

     Todo parecía una telenovela. Chris me había dicho, que Ginny le había comentado que Ron y Hermione estaban peleados. Os lo dije, de telenovela.

     Al parecer, la rata de Ron, Scabbers, fue cruelmente asesinada por el gato de Hermione. Ron se enfurruño y después se puso tan triste que ni sus hermanos podían consolarlo. Pero había cosas que no cuadraban.

     Por lo que dice Ginny, esa rata era muy importante porque llevaba en la familia unos doce años, mientras que las ratas no suelen pasar de los tres, cuatro como mucho. Luego estaba el hecho de que se encontraran restos de pelo y gato en el suelo de su habitación y sangre en las sábanas. Podríamos decir que fue fruto de una pelea que al final ganó Crookshanks, pero he visto a mi lechuza cazar demasiadas veces.

     Primero que todo, la rata estaba demasiado enferma para resistirse. Numero dos, cuando se caza una rata, a penas deja sangre, y según Ginny había una mancha con el tamaño de una palma de mano. Y por último pero no menos importante, cuando algo se come una rata siempre se quedan desperdicios, y el gato no había vomitado ni el poco pelo que le quedaba. 

     Me regañé a mi misma, tenía demasiados deberes como para concentrarme en una cosa tan irrelevante como una sucia rata.

     -Nyx -la llamé-. ¿Podrías llevar estos papeles a Hagrid? Son para el caso, y seguro que te da una recompensa. Y llega antes del anochecer por favor, que tengo que practicar un hechizo de Transformaciones. 

     Asintió con solo oír lo de la recompensa. No creía que de verdad volviera antes del anochecer.

     Pronto, llegó el tan esperado partido de quidditch, por lo que tenía que levantarme temprano si quería que nadie me arrastrara con la multitud.  

     A las cinco me levanté de mi cama para prepararme. Estaba tan dormida que me obligué a darme una ducha fría (os aseguro que en marzo es una tortura). A las cinco y media ya estaba lista para dirigirme al comedor. Debía desayunar bien si no quería asomarme por todo el día por el castillo. 

     Lo malo es que no tenía demasiada hambre y me conformé con dos tostadas de mantequilla y mermelada de fresa (mi favorita) y un vaso de zumo de naranja. Si el zumo no está recién exprimido no me lo trago ni con embudo. Ese era el truco, beberlo acabado de hacer porque o sinos se va volviendo cada vez más agrio. Por eso la gente bebía más a menudo el zumo de calabaza porque lo dejaban reposar demasiado tiempo.

     Con el estomago lleno, me fui a la sala de los menesteres. Entré exactamente a las seis en punto, hora de estudiar. 

     Eran las ocho, hora de cenar, y aún no había salido de la habitación. Estuve unas catorce horas con deberes, repasos, apuntes y hechizos nuevos. Abría tardado menos si no tuviera la estúpida manía de apuntar, buscar y clasificar cada hechizo, transformación, encantamiento, poción, estrella o nombre de historia que se me cruzaba por delante. 

     Aunque puede que el libro "Vida doméstica y costumbres sociales de los muggles británicos" me hubiera quitado más tiempo del planeado. Adoraba que esa habitación pensara en todo, incluso que cuando decía que necesitaba un día entero y la habitación entendía que no quería salir ni para ir al lavabo, por lo que creará sus propios inodoros. 

     Siempre estaban sus limitaciones, como en la Ley de Gamp que explicaba que hay cinco excepciones de cosas que no podías hacer aparecer de la nada, entre ellas la comida. 

     Al final lo terminé todo, tenía todo el día del domingo para relajarme, y aunque me muriera de hambre, el sueño me pudo. Fui a la sala, por los solitarios pasillos, y bajando las escaleras descubrí donde estaba la sala común de Gryffindor. 

Lilianne y el prisionero de AzkabánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora