Capítulo 3

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Recuerdos y mal primer día

     Estaba en mi habitación del orfanato, con un vestido azul cielo de manga larga con un lazo rosa en la parte trasera de la cintura. Estaba muy feliz. 

     ¡Era mi cumpleaños!

     Me peiné el pelo y fui dando saltitos hasta el comedor. No todos los días se cumplían seis años. 

     -Te ves alegre, pequeño terremoto -me dijo Leonard-. ¿A que se debe?

     Él era mi mejor amigo. Era muy mayor, acababa de cumplir los diez, y yo ya tenía ganas de ser mayor, como él. ¡Tenía dos dígitos en su edad!

     -¿No sabes que día es hoy? -pregunté con misterio inocente de una niña-. Piensa Leo. Es el día más importante del año, donde se hacen regalos.

     -¡Ah si! -exclamó- Hoy es veinticuatro de diciembre, por lo que significa que tu -asentí, lo había descubierto-, estás feliz porque es Noche Buena.

     Se me cayó la cara. Se había olvidado de mi cumpleaños.

     -Por supuesto que no -le grité indignada haciendo un puchero-. ¡Es mi cumple Leo. Hoy cumplo seis años!

     -Eso no puede ser -negó con la cabeza-. Me acuerdo muy bien de tu cumpleaños, y fue el año pasado. Me estás engañando.

     A Leo siempre le gustaba pincharme. Era el que más me hacía reír y rabiar. 

     -Eres un tonto -le pegué un puñetazo en el estomago, pero no le hacía nada. Puede que cosquillas porque se estaba riendo mucho-. Los cumpleaños se cumplen todos los años por eso se llaman "Cumple" de cumplir y "años" de año.

     Leo me agarró las mejillas y las apretujó.

     -Eres la cosita más mona del mundo.

     -No me gusta que hagas eso, pareces una abuela -lo aparté-. Y no puedes decir mentiras, yo se que soy un demonio, fea y rep.. repsul... repulsiva, si, eso es.

     -¿Por que dices eso? -frunció el ceño.

     -Porque todos lo dicen, y la hermana Consuelo dice que no hay que decir mentiras.

     -Mira, tu tienes que decir lo que dicta tu corazón, y nunca subestimarte -me pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja-. No eres fea ni repulsiva ni un demonio. Eres diferente, y la diversidad es lo que hace esta mundo libre, que no te repriman terremoto.

     -Eso lo dices tu -rodé los ojos-, que eres casi el más castigado.

     Sonrió de lado. 

     -Yo hago lo que pienso que es lo correcto aunque no tanto como desearía -admitió-. Me gustaría poder plantar cara como tu lo haces, que el otro día le metiste el pastel de carne a Jeff por los pantalones cuando se burló de Cloeh.

     -Pero después me castigaron en el armario... -recordé, eso no me gustaba nada.

     -Pero fuiste tu misma, eres una revolucionaria de por si -me revolvió el pelo-. Quédate aquí, tengo que ir al baño.

     Yo me senté en una silla, esperando a que los otros se despertara. Yo nunca tenía regalos por mi cumpleaños, excepto una biblia que me dieron a los cinco, pero eso fue más por Papá Noel que mi aniversario. Nadie nunca se acordaba de él excepto Leo.

Lilianne y el prisionero de AzkabánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora