El boggart del armario ropero
Volví a despertarme al día siguiente, justo para la hora del desayuno. Sin avisar a nadie me fui a mi sala común y me duché y lavé mis dientes. Apestaba a sangre.
Todo el resto de la semana fue normal, menos por los gritos de la enfermera y de Chris, que pensaba que me podía agarrar una infección en el brazo o yo que se. No sabía como explicarles a todos que me dolía el brazo, pero no era invalida.
Tuve que enseñarle el hechizo de crear llamas a Chris para que se entretuviera con algo. Solo le alcanzaba a quemar hojas, pero no creía que fuera apropiado enseñarle que podía utilizarlo como yo hice con profesor Quirrell. No me apetecía que matara a nadie sin querer si lgún día se enfadaba con alguien.
La última hora de la mañana del jueves, tuvimos la primera case de pociones. Dos horas los Slytherin y los Gryffindor juntos. Entré intentando ocultar los vendajes del brazo derecho bajo la túnica.
-¿Cómo va el brazo Lilianne? -preguntó Pansy- ¿Te duele mucho?
-No.
Se lo que pensaréis. Menuda mal educada, encima que preguntan por tu bienestar... pero eso es porque habéis olvidado mi personalidad. No soy amable, no sonrío, no hablo más de la cuenta, y no le tomo importancias a las muestras de afectos.
Y a esto es justamente a lo que estaban acostumbrados mis compañeros, por lo que se limitaron a sonreír.
-Siéntate -me dijo el profesor Snape amablemente.
En estas ocasiones, era bueno que Snape favoreciera a su casa. Si algún Gryffindor hubiera hablado en su clase sin su permiso, los habría castigado a quedarse después de clase.
Aquel día elaborábamos una nueva pócima: una solución para encoger.
Había que cortar raíces de margarita y pelar higo seco. No me resultaría fácil, tenía las vendas sujetas en mi mano cruzando la palma por entre el pulgar y el índice.
-¿Puede hacerlo sola, señorita Lilianne? -el profesor estaba a mi lado- No creo que consiga hacerlo cien por cien eficiente así. Puede no hacerla o yo le encargaré a alguien que le ayude.
Los ojos se pusieron en el trío de oro. Estos ya empezaban a mirar indignados.
-Nunca he dejado una poción a medias, señor -negué-. Si sale mal, será por mi mano.
Iba a cortar los ciempiés cuando algo me vino a la mente. Estábamos utilizando esos bichos porque necesitábamos su sangre baja en sales minerales como iones de sodio, potasio, cloruro, bicarbonato y fosfatos.
No corté los dichosos ciempiés y lo cambié por un escupitajo por cada uno. La saliva era un noventa y nueve por ciento agua, algo que que tenía la poción y que ayudaba a la disolución de los ingredientes. El otro uno era todo lo otro que se necesitaba. Justo la medida perfecta.
Añadí el brazo de rata y el jugo de sanguijuela mientras removía con la izquierda. Los otros se peleaban con los ciempiés para que no les picaran o no se movieran.
Al final conseguí una poción de un tono verde amarillo brillante.
-¿Ya acabó Lilianne? -preguntó el profesor con el ceño fruncido mientras se acercaba. Vio mis ciempiés sin utilizar y mi poción con el color correcto-. Interesante... ¿media concha de pichilina? No sabía que los alumnos tenían.
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Lilianne y el prisionero de Azkabán
Fiksi PenggemarAún hay algo que no entiendo. Me decis que Hogwarts es el lugar más seguro del mundo. Pero después de los dos primeros años llenos de peligros del propio castillo, entra un peligro nuevo de fuera. Al menos el nuevo profesor es bueno. Solo quier...