[23.] New Kisses²

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Segunda parte de "That hurts,
do you kiss me?"


—¡Te voy a ganar!

—¡Agh! ¡Odio tener unas piernas tan cortas!— Maldijo el mayor corriendo, aferrando la calabaza al pecho mientras que subían la colina poblada de césped natural.

Su respiración era acelerada, llevaban un rato corriendo por el verde pasto, gastándose bromas inocentes entre ellos mientras que de vez en cuando se chinchaban con alguna que otra estupidez.

Eran casi que los únicos adolescentes que vivían en aquel pequeño pueblo alejado de las ciudades y casi incomunicado, sin televisor, sin teléfonos más que el fijo que había en sus casas. No tenían mucho que hacer más que disfrutar el dulce reparo de su compañía mutua, y, a pesar de parecer casi imposible, estando juntos nada, nunca había sido monótono, mucho menos aburrido.

MinGi tenía el don de hacer reír a Hongjoong cada vez que abría la boca, y Hongjoong tenía la virtud de hacer feliz al menor en cada momento.

Pero en aquel momento Hongjoong solo quería estrellarle la calabaza en la cabeza.

—¡Maldita sea, Song!— Maldijo causando la risa en el azabache, el cual acababa de llegar a la puerta de la casa perteneciente al mayor.

—¡Ya sabes lo que me debes ahora, Hongie!— Exclamó feliz el más alto, siendo testigo de cómo el rubio de mullet subía la cuesta ahora caminando. MinGi había ganado, ya no había razón para seguir corriendo.

—Sí, sí.— Murmuró rendido, con su voz quebrada debido al cansancio debido a tener que subir tanto.— Te detesto.

—Me adoras y lo sabes.— Dijo coqueto, tocando dos veces exactas la puerta del humilde hogar para luego esperar a que la madre de su amigo abriera y los dejara pasar.

—¡Chicos!— Saludó la mujer, echándose a un lado para dejar entrar a los menores, los cuales saludaron rápidamente con la mano para luego entrar.— Habéis tardado mucho, el mercado no está tan lejos.

—Ya, ya.— Murmuró Hongjoong quitándole importancia con la mano.— Solo nos distraímos un poco, nada más.

—Ya, claro. —Murmuró la señora, acto seguido señaló la mesa del comedor.— Dejen las calabazas ahí y esperen la comida. Mi marido y yo os avisamos ¿sí?

Hongjoong asintió, agarrando la mano de Mingi como era común.

—Está bien, estaremos en la habitación.

Y sin esperar respuesta, subieron casi corriendo las escaleras, como si todas aquellas energías que habían agotado antes volvieran a estar ahí mágicamente.

El mayor empujó al azabache dentro de la habitación para acto seguido, cerrar la puerta. Una costumbre que habían ido adoptando de años atrás.

La habitación de Hongjoong, como siempre, se mantenía ordenada, con la cama hecha apoyada a un lado de la pared de madera oscura, completamente limpia, con algunos cuadros que él mismo había pintado (únicamente aplastando botes de acrílicos en un lienzo y escribiendo frases que él mismo componía.) y un escritorio ordenado, casi de manera obsesiva, completamente lo opuesto a MinGi, quien se podría pasar tres semanas sin limpiar su habitación y seguiría pensando que no estaba tan mal que bichitos recorrieran sus paredes.

—Me debes algo.— Canturreó el menor de buen humor, acercándose al mayor quien se había acostado de espaldas sobre el colchón en busca de descansar un poco.

—¿No puedes esperar un rato?

—Me apetece mucho.— Suplicó haciendo un suave puchero, acostándose en su lado de la cama junto al mayor; ya habían dormido juntos el suficiente tiempo como para asignarse una parte.— Hace tiempo que no me besas, tú nunca quieres.

𝐍𝐄𝐕𝐄𝐑𝐋𝐀𝐍𝐃 ๛ MinJoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora