Capitulo VIII

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Goyle llevó a Hermione hacía su nueva habitación.

La castaña miraba todo con curiosidad y una nueva alegría se encendió en su pecho.

Se imaginaba que era una princesa en su hermoso castillo decorado con hermosos cuadros de antepasados y numerosas habitaciones.

- ¡Hemos llegado! - dijo Goyle el mayordomo. Entró a la habitación y cogió una campanita que estaba sobre el velador y su sonido hizo despertar a la castaña de su principesco sueño.

Srta. Hermione si necesita algo sólo debe tocar la campanita y yo estaré más que presto para atenderla.

- ¡Gracias Sr. Goyle! - respondió la castaña con una sonrisa.

- Nada de señor - respondió Goyle. Sólo debe llamarme Goyle o Gregory como me llama el Sr. Remus.

- ¡Está bien, Gregory! - dijo la castaña, regalándole al mayordomo su mejor sonrisa.

Goyle hizo una reverencia y la dejo en la habitación, para que se instale.

Hermione se sentó en el filo de la cama, mientras miraba todo alrededor con curiosidad. Se levantó y entró al baño, era enorme, con azulejos blancos brillantes y una gran tina con agua caliente y fría. Además de shampoo, jaboncillos y esencias deliciosas para el cuidado de la piel de cualquier hermosa mujer. Pero al pasar por el espejo del elegante tocador del baño visualizo su carita aunque demacrada, aún se conservaba hermosa. Así que decidió tomarse un baño relajador.

Abrió la llave del agua caliente, mágicamente pudo comprobar que quedó en la temperatura deseada y coloco esencias perfumadas y relajantes de vainilla y sándalo.

Se sacó la ropa y se metió a la tina. Recostando en el borde su cabeza, para disfrutar del agua y sus esencias. Emitía cada cierto tiempo suspiros y una que otra risita de emoción.

Descubrió que su mente estaba en blanco, no recordaba su antiguo y doloroso pasado. Solo los bonitos recuerdos de su iniciada aventura junto a Blaise, Theo y ahora el Sr. Remus, que sin conocerla le había recibido en su casa y obsequiado este delicioso baño.

Luego de un momento salió envuelta en una gran toalla color sandía y unas delicadas zapatillas que casualmente eran de su talla.

Al entrar a la habitación se llevó un gran susto al encontrarse con una delgada muchacha que al verla le hizo una reverencia.

- Mil disculpas Srta. Hermione por asustarla, no me quise presentar antes, porque escuché que estaba disfrutando de un relajante baño.

Mi nombre es Luna y seré su mucama personal. Si gusta tomé asiento en su cama y yo le buscaré ropa para que se vista.

Hermione miraba a la muchacha sorprendida, hasta que despertó de su ensoñación.

- ¿Ropa? - ¿Cuál ropa? Si yo solo traje lo que tenía puesto - respondió la castaña ruborizada.

- Se equivoca señorita - dijo Luna 
abriendo el clóset que estaba empotrado frente a su cama.

La castaña se puso de pie y vio docenas de vestidos de la más suave seda y de colores hermosos, ropa interior, pijamas y zapatos. Todo de buen gusto y eran de ella.

Luna abrió uno de los cajones y extrajo una pijama fresca y ropa interior para la castaña y la dejo sobre la cama.

Puede cambiarse atrás de ese biombo Srta. Hermione.

La castaña obedeció como una autóctona. Al salir ya Luna había preparado su cama para que pueda dormir.

- ¡Gracias Luna! - dijo la castaña, pero no me llames Srta. Sólo dime Hermione o Mione.

Luna movió su cabeza en señal de despedida y cerró la puerta con una sonrisa.

Hermione se acostó en su mullida cama y se entregó a los brazos de Morfeo, quien la recibió gustoso e hizo que tuviera hermosos sueños de paz para que descanse su afligido corazón.

Blaise que se había quedado conversando con Lupin como todas las noches, se dirigía cansado, pero feliz a su habitación, que estaba junto a la de Hermione.

Pensó que podría estar despierta y pego su oído a la puerta de la castaña, pero Luna que lo había visto le dijo - Mione está descansando ya, yo mismo le preparé su cama.

- ¡Gracias Lunita! - respondió el moreno rojo de la vergüenza porque había sido pillado por la rubia mientras hacía una tonta travesura de adolescente enamorado y rápidamente se metió a su habitación. Tomó un rápido baño y se acostó a dormir, para soñar con los finos y suaves brazos de su castaña.

Quien ya le estaba robando suspiros e ilusiones sin que ella se diera cuenta.

El sanador de almas se había enamorado. Ya era tiempo que Blaise reciba un poco de ese amor que él había regalado a otros para sanar sus almas. El más que nadie se lo merecía.

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A la mañana siguiente Luna golpeó la puerta de Hermione, para preparar su ropa para el día de hoy.

- Pasa - dijo la castaña.

Luna entró y divisó a la castaña sentada en su cama y con la mirada perdida.

- ¿Qué le pasa Mione? Necesita algo - preguntó Luna.

- La verdad creo que lo soñé, pero no estoy segura - dijo la castaña.

- ¿Si se refiere a que Don Blaise quería hablar con usted anoche? - preguntó Luna.

Hermione la miró con la boca abierta. -¿En serio? - preguntó.

- Si Srta. Perdón Mione. Lo encontré con la oreja pegada a su puerta, algo tarde ya. Le dije que usted estaba durmiendo.

- ¿Y él que le dijo? - preguntó la castaña.

- Solo me dió las gracias - respondió Luna. Y se fue rápidamente a su recámara, que está junto a la suya.

- ¿O sea que bien puede oír lo que estamos hablando tu y yo? - preguntó la castaña.

- No creo - respondió Luna. El señor Blaise es muy madrugador al igual que Don Remus. Ambos ya están en el comedor esperándola para desayunar.

Hermione se ruborizó al escuchar las palabras de Luna por el atraso no intencional de su parte.

Se levantó como un resorte, dándose un rápido baño, y se vistió al gusto de Luna, que a decir verdad tenía muy buen gusto.

Luna la guió al comedor para que no se perdiera en la mansión que era muy grande.

- ¡Buenos días! - saludó la castaña.

Ambos hombres se pusieron de pie y devolvieron el saludó con una sonrisa.

Remus observaba a su moreno amigo y dándole una mirada pícara y cómplice a Goyle movió su cabeza y puso sus ojos en blanco.

- ¿Verdad que está Hermione muy hermosa está mañana? - preguntó Remus a Blaise.

El moreno se atragantó con su saliva y apenas emitió algunos sonidos confusos que causaron gracias a los presentes, quienes rieron a su costa sin vergüenza.

Hermione sonrió ruborizada, mientras Goyle le acomodaba la silla para que ella se sentará a lado izquierdo de Don Remus.

- Este será tu lugar de aquí en adelante - dijo Remus. Así como Blaise es mi mano derecha, tú serás mi mano izquierda. Ambos cuidarán de este viejo hasta que cierre mis ojos.

- No diga eso - respondió Hermione. Usted vivirá muchos años ya lo verá. Una persona tan buena como usted se lo merece.

Blaise miraba con ternura a la castaña y pensó para si mismo. "He elegido bien" y sonrió.




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