Jamie Evans
Un cobarde, eso es lo que soy, un maldito cobarde.
¿Por qué he huido de esa manera?
Me digo a mi mismo que ya no quiero huir, pero lo sigo haciendo sin importar qué. En casa de Gus me sentía asfixiado, estar en un solo lugar con Davis me puso los pelos de punta. Quise aligerar el ambiente intentando actuar con normalidad, como si estuviera hablando con alguna otra persona, siendo solidario con ella y no cortándola cada vez que quiere hablarme.
Me doy de topes en la cabeza con mi propia mano, furioso conmigo mismo.
¡Enfréntalo de una buena vez!
—Ey ey ey, tranquilízate. —me dice Hazel quien esta conduciendo. Ha soltado una mano del volante para tomar la mía—. ¿Quieres regresar?
—¡Sí!... ¡no! ¡Ahhh! ¡No lo sé! —espeto intranquilo.
—¿Quieres contarme que sucedió?
Me habla en tono relajado queriendo tranquilizarme a mi también.
—Estaba a punto de ocurrir, por fin sé que ella es consiente de lo que hizo y... fui un cobarde al huir de ahí sin haberla escuchado. —no quise escucharla, estaba asustado por lo que pudiera decir.
—Es difícil enfrentar las cosas, sobre todo si te hirieron y te dejaron una gran cicatriz. —me dice mi hermana.
—Una cicatriz a la cual le han estado echando limón para que arda más.
—No creo que ella quiera eso.
Ni yo. Mi perspectiva hacia ella ha cambiado un poco, pero ¿y si estoy equivocado y solo quiere burlarse de mi una vez más? No sé si podría soportarlo, al menos no nuevamente.
—No eres un cobarde Jamie, tú...
—Sí. Lo soy. Y lo fui hace años cuando intenté... —trago grueso, siempre me detengo cuando quiero decir esas palabras.
Mi psicóloga me ayudó a decirlas una vez, a aceptarlo. Me costó trabajo al principio, el hablar del suicidio estaba prohibido para mi, pero hubieron personas que me apoyaron a salir de eso, lo malo es que solo una persona en especial bastó para volver a tirarme.
—Sabes perfectamente que no lo eres. —asegura. Aunque me sigue repitiendo eso no me siento como ella dice.
Hazel estacionó el auto frente a la casa. Apagó el motor, pero ninguno de los dos se quiso mover de su lugar.
—Necesitan entablar una conversación sería, Jamie. Necesitas, de una vez por todas, librarte de eso que te atormenta. No vas a poder seguir viviendo así, tu mismo lo dijiste. —hace una pausa donde se quita el cinturón de seguridad. Se acerca a mi y coloca su mano, que esta cubierta por un guante, sobre mi mejilla, me voltea la cara hacia ella, sus ojos impactan con los míos, la preocupación en ellos es notable—. Confío en que harás lo correcto, y no por mi o por alguien mas, sino por ti.
Hazel besa mi frente antes de bajar del auto.
El quedarme solo en el auto me hace pensar en varias cosas, unas más locas que otras, una de ellas es regresar a casa de Gus.
Confío en que harás lo correcto y no por mi sino por ti.
No me molesto en bajar del auto para cambiarme de asiento al del piloto. Hazel me dejó las llaves puestas, de cierta manera sabía que cabría la posibilidad de que regresara a casa de Gus. Enciendo el auto y coloco mi pie sobre el acelerador sin llegar a tocarlo.
Claro, regresa, ¿cómo le explicarás el porqué huiste solo para regresar? También, piensa Jamie, ¿y si ella también ya se fue?
Me tranquilizo, no soy tan impulsivo. Apago el motor y quito la llave de inmediato. Recargo mi frente en el volante y tomo respiraciones profundas.
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Gracias por Encontrarme
Teen FictionKiara y Jamie están rotos, ambos dañados, y tratan de salir adelante combatiendo sus propias batallas a su manera hasta que descubren que ninguno de los dos no puede hacerlo sin el otro. Solo hay un problema, ella fue la causante del dolor de él, y...