10. Un Adicto al Sexo.

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Kiara Davis

Caminar por las calles totalmente a oscuras y desiertas no era algo que estaba en mi planes hacer esta noche. No obstante, no me siento preocupada o asustada por lo que pudiera pasarme, ni siquiera me molestaría que alguien viniera ahora mismo, tapara mi boca para ahogar mis gritos y me metiera a un auto para llevarme a quien-sabe-donde. Al fin y al cabo Carlos no me esta buscando y no creo que lo haga, todo lo contrario, él se pondría feliz puesto que soy una piedra en su camino.

Bueno, cuando menos ayudaré a alguien a mejorar su vida.

La reunión familiar en la que me encontraba se sentía tan bien que ahora me arrepiento en haberme ido tan pronto. Lamentablemente tuve que mentir para hacerlo, no podía estar ahí un minuto más, el ambiente comenzaba a asfixiarme y no sabía el por qué.

Tal vez fue por...

No, no quiero ni pensarlo.

Prefiero reemplazar ese recuerdo con uno de mamá, el último que tengo de ella me llega de golpe a la cabeza, la dejé llorando y seguramente se estará hundiendo lentamente en el alcohol y eso ni a Carlos ni a Mónica le preocupa, ellos probablemente están haciendo otro hijo al cual Carlos va a abandonar junto con Mónica por una mujer más joven y hueca de la cabeza. Mis amigos, bah, ni siquiera tengo amigos que me ayuden en verdad, para ellos lo más preocupante sería no quedar como rey o reina de la primavera. Que gran estupidez. Y Leo... Leo que se vaya mucho a la mierda, no vale la pena ni siquiera recordarlo.

Creo que tendré que valerme por mi misma desde ahorra. Conseguir un trabajo, juntar dinero lo suficiente como para poder rentar un lugar donde pueda vivir temporalmente.

Kiara, aun eres menor de edad, nadie te va a dar trabajo. A parte, ¿qué sabes hacer?

Ese es el único detalle, a parte de que todavía no finalizo mis estudios, soy menor de edad. Perfecto.

Quizá podría aguantar otro año más con mi padre y de ahí darme a la fuga en cuanto consiga identificación. Al fin y al cabo ya voy a ser mayor de edad.

Un chiflido proveniente de un callejón por el que paso llama mi atención, no me inmuto y sigo caminando aumentando mi velocidad hasta que siento como toman bruscamente mi brazo y en un abrir y cerrar de ojos me encuentro acorralada con la espalda pegada a la pared. Un fuerte aroma a alcohol y drogas inunda mis fosas nasales. No me muevo y no es porque este paralizada, sino simplemente porque no me importa la situación. Si ha llegado mi momento de irme al infierno mejor.

Kiara, quita esos pensamientos negativos de tu cabeza ahora.

—¿Por qué una muñeca como tu camina sola a estas horas de la noche? —me pregunta el sujeto que me tiene contra la pared, su voz es bastante gruesa y el olor a alcohol se hace mucho más intenso cuando habla.

—No te importa. —las palabras salen de mi boca cual veneno.

—Ahh, así que quieres jugar, ¿eh? —por un instante veo el rostro del sujeto, se relame los labios y acerca aun más su corpulento rostro al mío—. No me importa, me encantan los retos.

El sujeto coloca una de sus manos en mis caderas y se pega a mi aplastándome aun más contra la pared, toma mis muñecas bruscamente y las pone sobre mi cabeza y sin previo aviso me besa con una gran lujuria.

Aparto mi cabeza hacia uno de los lados, pero el hombre baja una de sus manos y me toma de la barbilla sin gentileza alguna llevándome de nuevo a su boca. Intento zafarme, pero a pesar de estar borracho y drogado vaya que tiene suficiente fuerza para retenerme. Me resisto una vez más y él me suelta una sonora cachetada.

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