Nada rosa

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SERÁS MI MUERTE

Por Niteryde

Traducido por Inuhanya

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7.- Nada rosa

Si Vegeta hubiese sabido con antelación que iba a ser un día de mierda, se habría quedado en la cama.

Se había despertado a las 4:30 de la mañana solo para descubrir que apenas podía moverse. Había dolor irradiando por su espalda y por sus extremidades, haciendo difícil el más leve de los movimientos. Con extraordinario esfuerzo, logró moverse para sentarse en el borde de su cama. Respirando fuertemente, hizo un gesto de dolor mientras su cuerpo le gritaba acostarse. Claramente, su decisión para entrenar por 10 horas seguidas el día anterior (mientras experimentaba 450 veces la gravedad de La Tierra por primera vez) había sido contraproducente. El incremento de 400 a 450 no lo había golpeado hasta que terminó el día. Para cuando había salido de su ducha, ya estaba caminando con cautela. Había pensado que con un poco de descanso, el dolor subsidiaría. El príncipe estaba extremadamente molesto de descubrir que había estado equivocado.

El dolor es debilidad, pensó enojado para sí. Lentamente, se puso de pie y comenzó su rutina matutina. Se rehusó a ser disuadido sólo porque su cuerpo estaba débil. De hecho, era más razón para trabajar más duro por fortalecer su cuerpo. Le tomó alrededor de cinco minutos más de lo usual dirigirse abajo e ir a la cámara de gravedad, pero lo hizo y entrenó como siempre, ignorando su dolor como sólo él podía.

El Saiyajin estaba irritado de ver que el dolor empeoró cuando se tomó un receso para desayunar. Su irritación se triplicó cuando entró a la cocina sólo para no encontrar a nadie ahí haciéndole panqueques. Incluso desde que ese enigma de mujer le había presentado a los panqueques, era todo lo que comía para desayunar. La madre de la mujer siempre tenía panqueques frescos listos para devorar tan pronto como entraba, y su ausencia ahora le molestó enormemente. Gruñendo, el príncipe fue al refrigerador, abrió la puerta furiosamente y casi desprende la puerta metálica de sus bisagras.

Los oscuros ojos de Vegeta escanearon los contenidos en el refrigerador, pero no estaba muy familiarizado con la mayoría de cosas que encontró. Finalmente, sacó un cartón y lo abrió. Había grandes óvalos blancos. Gruñó y sacó uno, reconociéndolo como un huevo. Algunas veces los humanos cocinaban esas cosas para desayunar. Miró la estufa, enojándose más y más porque en realidad iba a tener que cocinar para él. El orgulloso príncipe alcanzó uno de los controles y fácilmente lo encendió, antes de darse cuenta de que necesitaba algo en qué cocinar los huevos.

Al diablo, pensó furiosamente, perdiendo su paciencia mientras tiraba todos los huevos sobre el mesón de la cocina. La mitad de ellos se quebraron y el resto se rompieron completamente. Levantando una mano, disparó un pequeño rayo de ki sobre el mesón para cocinar su comida. Por qué demonios debería usar la estufa cuando él podía generar calor en la punta de sus dedos?

Cuando vio llamas envolver el mesón y extenderse rápidamente, obtuvo su respuesta.

Dos minutos después, un enfurecido Saiyajin que ahora portaba marcas de quemaduras en sus brazos de apagar las llamas salió de la cocina, tirando la puerta tras él. Estaba cansado, adolorido, hambriento y deseando matar algo (preferiblemente alguien). Era una pena que ese débil con cicatriz no estuviera por ahí. Vegeta habría disfrutado volarlo en pedazos; eso seguramente lo habría hecho sentir mejor. Regresando a su cámara de gravedad, resolvió quedarse ahí hasta que se desmayara del cansancio o hasta que ascendiera.

Tres horas después, el simulador de gravedad dejó de funcionar.

Uno de sus ojos tembló involuntariamente mientras yacía de cara en el piso, jadeando después de haber colapsado de alivio cuando la simulación dejó de trabajar. Tenía el lado de su rostro descansando contra el piso, todo su cuerpo lastimado con venganza. No por primera vez, pensó en dimitir. Cuál demonios era el punto de esta locura? Por qué se estaba molestando con pelear para esos miserables humanos, arriesgando su vida por un planeta que le recompensaba con tanto desdén? No tenía sentido, y en momentos como esos, la duda increpaba.

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