Desencanto

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Transcurrieron los días y mi felicidad se magnifico y solía pensar que esa mujer muy bien arreglada, delicada de hermosos ojitos jalados era sin lugar a duda el motivo de mi felicidad. Logré encuadrar muchas cosas en mi vida que tenía en descoordinación, puse punto a vicios nocturnos que dibujaban en mi cara ojeras enormes en las clases de Gestión empresarial después de jueves de mala noche al cual siempre llegaba con gafas, café para matar el sueño o un RebBull para mantener la concentración. Pero todo eso había quedado atrás; Abi significó en mi vida una rutina hermosa, sin sobresaltos ni sobretiempos. Comencé a llegar lucido y con el mejor de los ánimos a mis clases en la facultad. Mi vida nocturna se redujo a las noches de estudio o a las largas conversaciones en video llamadas que tenia con Abi cuando no podía engañar a sus papas de que se quedaría en la casa de una amiga a estudiar. Las ojeras, las malas noches, el tufo a alcohol, las mujeres fugaces desaparecieron de mi vida y no me pareció malo, recobre los placeres que había dejado, el cine significó un vicio bien orientado a las salidas de las clases tediosas y aburridas de la universidad. Las tardes se volvieron risueñas, ya no las pasaba encerrado como un antisocial nombrado; la pasaba con ella, con sus amigas, entre amigos, hacíamos lo que debíamos y cuando debíamos. Logré sacar provecho a las novelas de amor y poesía que leí de puberto. Poesía que recitaba para ella de memoria y que de alguna u otra forma me hicieron atractivo para una de las amigas de Lucia que con el transcurso del tiempo se convirtió en un desahogo fugaz a mi relación con Abi. Me sentía bien, liberado, en un estado de confort amplio y bien abirragado.

Mis visitas a su casa se hicieron más frecuentes, allí conocía a su madre, una señora bien formada, bajita de aspecto airoso como el de su hija. Su hermano que era un dibujo perfecto de Abi con la diferencia de que era tres años menor. El hermano tan pequeño que compartía la fragilidad que siempre se notaba en Abi. Su padre, un tipo bonachón, delgado, pero con una apariencia fuerte, transmitía confianza y su bigote de brocha era un aspecto notorio para quien parecía un muñeco de torta. Mis visitas a esa casa se hicieron frecuentes, me volví familiar para ellos; almorzábamos y a veces compartíamos alguna sobre mesa hablando sobre cómo iba en la universidad, alguna broma que nos jugábamos; pero siempre con el respeto y la prudencia del caso. Abi, era la mayor, era la flor más cuidada para esa familia inocente que creía en la pureza de esa niña que se me entrego sin turbaciones en la playa aquella noche que comenzamos a salir.

Salíamos muy seguido y casi siempre estábamos juntos, pero sin levantar la sospecha de nadie, fuimos muy reservados, la gente tiende a tildar y hablar de las relaciones de los demás cuando las ven felices y desde mi percepción, éramos más que felices juntos.

Una tarde cuando salíamos del cine y nos disponíamos a subir a mi carro tuvimos nuestra primera discusión, la primera que me hizo poner en duda y darme cuenta en realidad lo que me unía a Abi. Había pasado un año y algunos meses de felicidad infinita sin reclamos, ni reproches. Alguna que otra pelea tonta sin remembranza. Esa tarde a la salida del cine me encontré con unos amigos a los que no veía el mismo tiempo que dejé de frecuentar mi vida nocturna. En la calidez del saludo y la complicidad de años de amistad, les presente a Abi, sonrió para ellos y los saludo extendiéndole la mano. Me plantó una mirada de furia que logre sortear con las sonrisas de las amistades que aun estaban allí esperando continuar la charla. Recordamos algo y quedamos en encontrarnos luego para beber algo como lo hacíamos hace algún tiempo. Note que abrió la puerta trasera del carro, saco su mochila y al salir tiro la puerta.

¿Qué pasa? ¿Que tienes? Le pregunte perturbado.

¡¡No me digas nada idiota!!, vete con tus amigos. Chau. – Me dijo enfurecida. En ese momento no entendí el porqué de la reacción. Intenté seguirla, pero no lo pude hacer, al dar la vuelta a la manzana ya no estaba, se había esfumado. Fui hasta el paradero para ver si había llegado por allí, la espere por unos minutos, pero nunca llego, no contestaba el teléfono y le deje un mensaje.

Basada en Sueños RealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora