Smile, mi último capítulo

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Se equivocaron si creyeron que iba acabar en final feliz, y es que todo lo que empieza acaba, y ahora sé que no existe el amor mientras lo buscas fuera de ti, o como dice Larregui, "y así fue que me olvidé de mí, tratando de hacerte feliz, y en el intento me perdí", debí ser consciente de que no existe final feliz, todos los finales son tristes, y si crees que es feliz, pues es por que aún no ha sido el final.

Después de un largo año de mi ruptura con Gwen, dejándome vacío y sin nada que dar, con el corazón en pedacitos y hecho mierda emocionalmente, llego a mi último capítulo.

- De seguro no te acuerdas de mí, estas demasiado ebrio.

En realidad, todo era confuso, no lograba mirarla bien y menos aun reconocerla; pero su voz se me hacia familiar, cada palabra que articulaba me hacía recordarla, transportándome a ese momento, a esa noche en ese barcito cuando la conocí.

Era una de esas noches común de mi vida en bancarrota, esperando estar lo suficientemente ebrio para irme. Mi mejor amigo es el cantinero que me escucha porque no tiene nada más que hacer. La música es un asco; pero no importa no la escucho, tenía un propósito; embriagarme y al parecer será lo único que concluiré en mi vida, porque es lo único hago bien. Estaba en un muladar, un barcito de quinta donde se le da oportunidad a los talentos nuevos, esos que nadie va escuchar, esos que a nadie le importa. Esa noche había tomado la gran decisión de morir, de inundar mi cabeza de alcohol, embriagarme de tal modo que no recordaría que lo había perdido todo y que en el estado deplorable en el que me encontraba me daba asco a mí mismo. Me quejaba de todo, porque no tenía dinero, porque El Perú se estaba yendo a la mierda, y porque en un cuidad como Chimbote con tantas mujeres me tuve que encontrar con la peor, con una cuentera sin moral ni escrúpulos. Como era posible que desafiando al destino me enamoré de la peor de todas y me dejó hecho una ruina viviente. No recordaba cuando fue la última vez que había estado sobrio por una hora seguida, o la última vez en la que llegue a casa para cambiarme de ropa. Era la desgracia pintada en cuerpo entero. Mis ganas de vivir se habían esfumado.

Estaba a punto de resetear mi cerebro por tanto alcohol que le había metido, mis sentidos estaban en picada y mi coordinación era más útil que un ANTIBIOTICO en un proceso viral. Estaba allí a punto de desvanecerme cuando la escuché; esa delicada voz que se armonizaba de manera perfecta con los acordes de la guitarra que tocaba. Mi cerebro con la poca sensatez que aún le quedaba la buscaba; mis ojos se esforzaban para seguir abiertos. Me sostuve sobre la barra y giré la cabeza y allí estaba ella. En ese escenario al que nunca le había prestado atención, el que nunca me intereso en lo más mínimo, de todos esos días que pase en ese bar era la primera vez que miraba ese escenario. Y solo lo hacía porque esa voz me encanto. Llamo mi atención y me hizo percibir ese toque melodioso que escuchas una vez, solo una vez.

Esa voz estaba de nuevo frente a mí.

Es la segunda vez que te encuentro de casualidad y nos has cambiado nada; sigues arruinando tu vida.

- Traté de parecer lo más sobrio posible.

- Te equivocas, te recuerdo perfectamente. Esa voz es inolvidable. ¿Qué haces por aquí?

Salgo a estas horas del trabajo y siempre vengo a tomar algo frente a la playa. La música en tu carro me llamo la atención y al mirarlo bien me di cuenta que algo había de familiar en el. Lo dijo de forma coqueta, mi embriaguez se esfumaba con cada palabra que ella articulaba y me estaba volviendo en sí, su voz, lo hace como la cocaína.

- Vamos al auto, tengo unas cervezas ahí. – le dije

- La última vez que me dijiste eso, terminamos teniendo sexo. Era muy desinhibida, te decía lo que pensaba y no le importaba nada.

Basada en Sueños RealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora