La Playa

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Al medio día la fui a buscarla a la plaza mayor, quedamos en vernos ahí, me estaba esperando, habíamos quedado encontrarnos allí para almorzar juntos. Su vestir era casual unas sandalias playeras, con las uñas de los pies cuidadísimas, su sencillez me atraía y su manera de creer saberlo todo siendo tan niña aún. Al subir podías ver unas hermosas piernas que comenzaban a ocultar su belleza tras un short corto, que formaba con astucia un derrier apetecible, antojable. Un polo fucsia con punta de un lado que terminaba sobre el muslo y un escote dejaba un hombro al descubierto, que hacía notar ese cuello cercado por una cadenita que terminaba en un dige en forma de corazón. Sus manos suaves y bien cuidadas, su rostro vestido con su mejor atuendo, una sonrisa y sin mucho maquillaje. El pelo recogido en una cola. Era hermosa, la recogí, al subir se acerco y me dio un beso. La note contenta, con ganas de hablar.

- Oscar vamos a almorzar.

- ¿Qué quieres comer? Pregunte.

- No sé, busquemos algo por allí. Cogió mi mano. Buscó mi celular, lo cogió y empezó a juguetear con la cámara.

- ¿Como estuvo tu mañana, por qué no tuviste clases?

- Es que tendré en la tarde, pero no iré, quiero estar contigo, vamos a la playa a estar juntos, solos.

- Pero mírame como estoy recién salgo de la universidad.

- No importa, vamos. ¿Cuéntame cómo estuvo tu mañana?

- Mi mañana estuvo pésima, todo salió mal, lo único bueno de todo esto, es estar aquí contigo ahora.

- Ohhhh, que lindo. Se abalanzó sobre mí y me comenzó a besar mientras manejaba. ¡¡¡Espera!!!... le decía mientras trataba de no perder la vista a la pista para no chocarme. Pero era inútil, ya estaba sobre mí.

- No lo vuelvas a hacer que podemos chocarnos, le dije, con un tono de voz más fuerte.

- No te enojes, quiero apachurrarte. Y comenzó a toquetearme los pómulos y los cachetes. Me gusta – me dijo.

- Como quería ir a la playa le propuse que almorzáramos allá. Y que me cambiaria para estar acorde a la situación.

- Hasta tu casa, aishhh!.

- No, en mi maletera tengo un polo, un short y unas sandalias, en la guantera hay unos lentes, sácalos para ponérmelos. Si claro, se los quedo ella todo el día. Fuimos a la facultad para entrar al baño a cambiarme. Salí y cogimos la panamericana para ir a la playa, unas de las playas que estaba cerca era Vesique, una playa tranquila y bonita en la que uno podía ir y encontrar restaurantes y un paisaje bonito para pasar una tarde tranquila. Mientras estábamos en la carretera, ella se iba entretenida escuchando música, bailando, me cogió la mano, me abrazaba, estaba feliz. Su entusiasmo, su felicidad era contagiable.

Al llegar, bajamos riéndonos, entramos a un restaurant de los que estaba frente a la playa a comer algo, por los cuales tuvimos que esperar mucho; pero como me dijo ella; valió la pena la espera. Fuimos a caminar a la orilla de la playa de la mano, ella con mis lentes se veía más hermosa de lo que ya estaba. En la orilla de la playa estaba sentado, ella echada sobre mis piernas, jugueteaba con mi short, con mis piernas y se reía. Yo la acariciaba, hablábamos de lo hermoso que se veía el mar. Volvimos al restaurant, almorzamos, ella no paraba de tomarnos un millón de fotos con mi celular. Al terminar compramos agua, unas latas de cerveza que se nos antojaron. Subimos nuevamente al carro y comenzamos el tramo que nos llevaría al paraíso que quería enseñarle. Con mucha dificultad llegamos. La hice admirar el paisaje, le conté algunas cosas que sabía de esa playa.

Basada en Sueños RealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora