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Bokuto Koutaro no sabía realmente cómo definir su estado de ánimo actual.

En la soledad del gimnasio, aún sentado en la banca y con la mirada fija en los postes donde tendían la red divisoria, intentó rememorar la seguidilla de sentimientos que había experimentado aquel día. Confusión, enojo. Más enojo, frustración.

Un poco más de enojo.

El suficiente como para que Konoha se hartara de él y terminaran gritándose frente a los integrantes de primer año, asustandolos. El necesario para convertir aquella cancha de juego en un campo de batalla indirecto en el partido de práctica que habían intentado jugar, sin demasiado éxito.

Y es que el problema estaba en el eslabón que faltaba, no en los que funcionaban mal.

Chasqueó la lengua, otra vez fastidiado y frustrado. Pasó una mano por sus cabellos despeinándose un poco más, procurando no darle más vueltas al asunto. El fastidio lentamente quería dejar filtrar un leve dejo de decepción que había estado intentando sepultar en lo más profundo de su mente, y era aquello probablemente lo que lo ponía de tan mal humor.

Ah, era eso. Estaba de mal humor.

Quería culpar a los demás. A Konoha por intentar encubrir a Akaashi, a Washio y Onaga por intentar distraerlo; pero sencillamente no podía hacerlo, no podía hacerles cargar con lo que muy posiblemente era su culpa. Bokuto era consciente - muchas veces, demasiado tarde - de que tendía a sobre exagerar algunas situaciones y a reaccionar de manera un tanto infantil a otras.

Pero una cosa era eso, y otra que le ocultaran deliberadamente un hecho que claramente ninguna persona - mucho menos un Alfa - podía dejar pasar a la ligera.

Podía llegar a ser distraído, pero no para tanto.

Porque Akaashi se había confiado, o estaba demostrando ser más despistado que él. Hacía un par de días, Bokuto había notado ese algo raro cuando había rondado a Akaashi durante los recesos y luego en las prácticas; le había costado - eso sí - más de 24 horas en comprender que aquello que no encajaba era el aroma del setter, sutilmente distinto a lo que estaba acostumbrado. Como cada uno allí sabía el género al que pertenecían todos, Bokuto estaba en conocimiento de que Akaashi era un Omega, pero no así de sus ciclos hormonales.

Nunca se había atrevido a preguntarle algo semejante porque amenazaba la intimidad que el menor siempre había sabido resguardar bastante bien, y si él no le confiaba a Bokuto algo como aquello, él tampoco lo preguntaría a la ligera.

Después de todo, las cosas fluían entre ellos sin problemas y aquel tema jamás había representado un problema, al menos no que Bokuto supiera. En aquella ocasión, no estaba seguro de si aquel cambio en el aroma de Akaashi realmente tenía algo que ver con todo ese rollo, por lo que había decidido - como siempre - mejor guardarse las impresiones propias para no molestar o incomodar al Omega en algo que seguramente era una cuestión delicada.

Pero, ¿qué se pensaban los otros que era, una especie de bestia salvaje? Podía comprender que Akaashi no fuese capaz de decírselo a la cara. Intuía que aquello podía darle pena o simplemente su propio aroma podía afectarlo y dañarlo sin que Bokuto pudiese hacer nada al respecto, eso lo entendía. Sin embargo, no llegaba a entender por qué los demás habían sido tan cerrados y habían intentado esconderle aquello como si se tratara de un crimen, o peor, como si él se tratara de un niño pequeño que no sabía ni podía manejar ese tipo de situaciones.

Y ahora estaba allí, no sólo de mal humor y frustrado porque al fin de cuentas todo el mundo se había alterado y el posible entrenamiento del día se había venido abajo, sino que además estaba preocupado. Observó la pantalla de su teléfono móvil, aparato que tenía en la mano hacía ya más de 10 minutos. Eran casi las 9 PM. Cuando Konoha le había informado de la partida de Akaashi y antes de ponerse a entrenar seriamente, había pensado que enviarle un mensaje al menor para tranquilizar su probable ansiedad al no estar en la práctica podría ayudarlo a tranquilizarse. Luego, cuando todo el mundo se había cansado de intentar algo que simplemente no estaba funcionando y sólo quedaron algunos miembros de tercero y primero practicando individuales, Bokuto envió un segundo mensaje para indagar respecto a la seguridad del setter. Sarukui había vuelto rápidamente y había afirmado que había ingresado junto a Akaashi a la casa, que no había habido nadie y que había oído al Omega cerrar la puerta con el pestillo en cuanto él había abandonado el hogar, hacía casi 5 horas.

VainillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora