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Una noche estrellada.


Estoy agitado, apretando los archivos con el torbellino de emociones que van por mis venas, dejándome aturdido. No soy el tipo de persona que está juzgando, no miro a nadie por encima del hombro y jamás he discriminado a nadie.

Pero supongo que me tomó por sorpresa.

Hana me mira con una sonrisa maligna. Fingiendo que entiende lo que aquí sucede.

—Sí, mira, entre esto y lo otro, deberías romper —bromea.

Me levanto del sofá, y con la misma desenfrenada confusión, cruzo la habitación hasta la puerta y la abro esperando que se largue.

—Fuera —exijo, apretando los dientes y mis músculos se sienten resentidos por la misma razón.

Hana está sorprendida. Las líneas de sus cejas lucen diferentes, como cuando por primera vez un sujeto le coqueteó en la universidad. Se había quedado muda y sus mejillas estaban encendidas en el rojo de la vergüenza.

¿Crees que las víctimas del acoso escolar no quedan locos de la cabeza? Déjame abrirte los ojos un poco. Hana era esa tímida muchacha que acosaban por ser lo que la gente creía que era inapropiado, hasta que llegó el momennto de olvidar. Ella nunca lo hizo y terminó siendo lo que más odiaba.

—Lamento ser la portadora de las malas noticias, mi pobre hombre, pero no es mi culpa —me dijo a la par que caminaba con sus molestos bototos sonando en mi piso.

Bufé y me acerqué.

—¿Recuerdas a esa chica de buen corazón? Era mi amiga, era tímida y era una buena persona. ¿La conoces?

Hana tenía una cara que pocas veces le había visto, por un segundo mostró su parte más vulnerable, sus ojos de venado, los mismos que puso cuando le dijeron que era linda por primera vez. Pero fue sólo un segundo, un abrir y cerrar de ojos, porque Hana jamás volvió a permitir que le pusieran la mano encima. Cruzó sus brazos y me sostuvo la mirada desafiante que intentaba dar.

—Cuidado, Hana. Te convertiste en lo que odias —la sostuve del brazo y la saqué afuera, cerrando la puerta enseguida.

Volví a los papeles llenos de información perjudicial. Cosas realmente sensibles para cualquier lector, y sobre todo, cosas tan delicadas que si mi tumba no estaba lista, yo acababa de cavar una.

TRES DÍAS ANTES.

Ni siquiera había apagado del todo el automóvil cuando Yoongi salió corriendo, dejando la puerta abierta y a mí y a los chicos bajando maletas.

—¡Ven a ayudar, Min Yoongi! —le gritó Taehyung, ayudando Jungkook y quitándole la única cosa que agarró, un bolso muy liviano.

—Está emocionado, bebé. Déjalo —musitó Kook devuelta.

Yoongi estaba corriendo detrás de todo lo que viera. Mojando sus pies y volviendo a la arena más tibia cuando notó que el agua no estaba realmente agradable.

—Nosotros haremos el registro —me dijo Tae, tocando mi hombro—. Ve con él mientras, no lo dejes ir muy adentro.

Asentí, bajando mi única preocupación y caminé a la orilla, él ya se había calmado y estaba sentado mirando el paisaje. Llegué con él dándome una mirada muy feliz. Su sonrisa era tan bella que podía hacerme confesar mis pecados.

—Te ves feliz —le dije tomando mi lugar en la arena a su lado.

—Me encantó la sorpresa —musitó dándome una mirada de cachorrito. Se acercó un poquito más y se acomodó en mi hombro—. Tae me dijo que lo llamaste.

bajo su piel ❀ jimsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora