Un poco de privacidad por favor

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— ¿De verdad? ¿Tú me amas? —preguntó Miguel alzando sus cejas en señal de asombró y rogándole a todos los santos que conocía para que el otro no se arrepintiera.

—Si... mucho —afirmó Hiro aún con ojos llorosos—. Eres muy tierno y adorable. Amo tu lunar y tú hoyito en la boca cuando sonríes, de tan solo pensar que ya no nos veremos me hace sentir horrible, prométeme que no nos vamos a separar nuca, ya no quiero llorar así —intentaba secarse sus lágrimas pero apenas lo hacía le salían más y más grandes. No podía contenerse y el estar en esa situación le resultaba muy vergonzoso.

Miguel iba a tomar el robot pero mejor aprovecho para sujetarle la mano. Con suavidad tiro de él hasta que el asiático se puso de pie y ambos quedaron apenas unos centímetros de distancia.

Se sentían nerviosos, ninguno de los dos estaba seguro de lo que estaban haciendo o que estaba pasando.

El mexicano dio un gran suspiro para intentarse espantar sus miedos, le empezó a crecer la sonrisa e intento llevar la iniciativa.

—Tus palabras... son muy bonitas... suenan como una canción.

El moreno cerró sus ojos y dejó que el sonido moviera sus sentimientos. El corazón de Hiro palpitaba aceleradamente como haciendo una pregunta y el de Miguel le contestaba de manera inmediata latiendo bien fuerte.

Lentamente las manos del mexicano se fueron moviendo hasta que alcanzaron la espalda del otro y formaron un abrazo. No pudo evitar que naciera una sonrisita picara de victoria; tener entre sus brazos a esa persona tan miedosa era como haber atrapado una estrella fugaz, no podía dejarlo escapar tan fácil.

Entre tics nerviosos y temblores extraños, Miguel se atrevió a abrir los ojos para contemplar las sonrojadas mejillas de Hiro esperando una respuesta.

—Yo también... yo también te amo Hiro.

—Entonces ya no nos vamos a separar ¿Verdad? Promételo.

—No, no lo haremos. No puedo dejar que el chico más bonito del mundo se me escape. Te prometo que estaremos juntos.

—Sí me mientes me voy a enojar mucho contigo —dio unos últimos hipidos antes de calmarse.

—De acuerdo, pero quisiera pedirte algo.

— ¿Qué es? —preguntó de manera nerviosa. No se había dado cuenta antes de la posición en la que se encontraban; estaban demasiado cerca y lo tenían bien abrazado. Por un momento quiso escapar pero no sé atrevió; estaba preso de esos ojos cafés que lo miraban con una ternura indescriptible, había caído directamente en una trampa de la que no quería salir.

—Hiro... yo... —sus palabras se le hacían difíciles de pronunciar, hasta a él le resultaba vergonzoso lo que quería pedir—, pues... me gustaría hacer Higuel contigo.

—Ya veo... — dijo titubeando, « ¡¿Qué diablos acaba de decir?! Solo espero que nadie nos esté viendo en estos momentos», pensó viendo de reojo la cámara.

— ¿Me das permiso?

—Pues... si quieres — soltó y rogó al cielo por lo que fuera que Miguel tenía planeado, pasara muy rápido y nadie se diera cuenta.

El mexicano conectó suavemente un beso en la boca del otro chico. Ambos sintieron un calorcito que nacía en sus labios y bajaba por todo su cuerpo hasta llegar a las puntas de los pies. Tras unos segundos se separaron para verse la cara de cerquita.

—Me gustó mucho —dijo Miguel temblando de emoción —, es más bonito cuando sé que tú también quieres hacerlo.

—Fue muy lindo —Hiro habló entre dientes para disimular lo feliz que se sentía.

Mi alma por un HiguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora