Sin rendirse

645 78 61
                                    

—Sacrificio... —Miguel no dejaba de llorar, rogaba una y otra vez por una respuesta.

—Vamos a rescatarlo —afirmó Hiro colocándole una mano en el hombro—. No te preocupes.

—¿De verdad podemos? Estás cosas son del chamuco, Hiro. No tienen explicación.

—Deben de tener alguna lógica. Lo consideramos magia porque no lo hemos estudiado. Si la humanidad hubiera replicado esto en un laboratorio, ya tendríamos muchas respuestas. Analizaremos los portales que podemos abrir nosotros. Además... tenemos un demonio.

Ambos voltearon a ver a Lito, este estaba acostado en el sillón, casi inmóvil. Miguel se acercó a él y lo cargó. Respiraba muy débil.

—Necesitamos calmarnos y planear bien todo —afirmó Hiro—. Tenemos que recobrar fuerzas. Quizá nos lleve años, pero lo haremos. Te lo prometo

El mexicano tomó el tamal que había traído para sacrificio. Supuso que si se lo guardaba por años sabría feo, así que mejor lo abrió y se lo ofreció a Lito. Este empezó con débiles lengüetazos y, cuando llegó donde estaba la carnita, comenzó a morder. Miguel sonrió y dijo:

—Cuando veamos a Sacrificio de nuevo, le preguntaré cuál es su comida favorita.

—Amo tu sonrisa, Miguel.

—Y yo te amo a ti. Eres muy bonito.

Hiro se sonrojó, Miguel lo superaba con creces en ser mimoso. Además de que todavía tenía la sensación de que alguien, en algún lugar, lo seguía observando.

—Sera mejor que nos vayamos de aquí —sugirió el genio—. Este sitio sigue siendo territorio enemigo.

—Los portales... —gimió el demonio—. Deben de poder abrirlos a todas las puertas que cruzaron. —Después de hablar, se quedó dormido.

Ambos chicos se miraron, aunque tenían la capacidad de volverse a ver, les daba algo de miedo separarse.

—Iré a hacer los preparativos para el rescate... —dijo Hiro interrumpiendo el silencio

—Y yo cuidaré de Lito.

—¿Seguro? ¿No prefieres que lo cuide yo? Podrías tener problemas con tu familia. Él sigue siendo un demonio, tu abuelita lo va querer bañar en agua bendita.

—No lo hará, hablaré con ella. Más que un demonio, es nuestro amigo. No voy a permitir que lastimen a un ser querido. —Empezó a rascar la cabeza del diablillo y este ronroneó en sueños—. Además de que tú estarás ocupado con lo del plan de rescate. Yo podré encargarme de que él se recupere.

Hiro sonrió, Miguel igual. Ambos se acercaron para darse un beso en la boca de despedida. Cada uno se fue a su respectivo portal. Hiro se sentía aliviado de que Miguel siguiera siendo igual de alegre. Pensó mucho en él y en lo que le había dicho Luzbell, y entonces abrió mucho los ojos y exclamó:

—¡Maldición! —. Abrió un portal hacia Miguel y cruzó por ahí.

—¿Que sucedió? —preguntó el mexicano.

—¿Por qué no me dijiste que tenías problemas, Miguel?

—Pues... hay cosas que tengo que resolver por mi cuenta, Hiro. Quisiera ser más valiente, así como tú.

—Nada de eso. ¡No voy a dejar que tú papá te pegue! —refunfuñó—. Si alguien te quiere lastimar, se las verá conmigo.

—Hablaré con él. Va a tener que aceptar lo nuestro.

—De todas formas te acompañaré.

—Pero tal vez se enojé más si vas.

—No importa.

Mi alma por un HiguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora