Simulacro de incendio

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Tadashi se encontraba sacando la basura. Durante los tres días que duraría el secuestro de su hermano, se prometió a sí mismo no hacer nada relacionado a la universidad, ni salir a ningún sitio lejos de la cafetería. Su lado protector le decía que debía darle apoyo a su tía, aunque ella se negara repetidamente y le dijera que estaba bien; era obvio que no lo estaba, pues tras el secuestro de Hiro, se la había pasado leyendo libros de psicología y comiendo donas de chocolate. Cass pensaba que su pequeño había enamorado a alguien y esa persona había vendido su alma para forzar un noviazgo; sabía que el chico era un rebelde adicto a las peleas de robots pero no un rompecorazones, había fallado en educarlo y quería encontrar en algún libro que había hecho mal.

Tadashi fue el primero en ver a Hiro. Al principio creyó que sus ojos lo engañaban. Su hermano estaba sobre los hombros de un señor extraño que hacía sonidos espantosos con la boca, tenía una guitarra blanca en su espalda, probablemente el señor la había sacado de la basura y se la había dado de regalo. Cómo era tan rara la escena, las personas a su alrededor los volteaban a ver y el pequeño solo miraba al suelo con una cara más que roja. Era notorio que le incomodaba estar así. ¿Por qué Hiro se dejaría humillar? La respuesta a esa pregunta le cayó como una patada en el estómago y enseguida lo alteró: «Un vagabundo vendió su alma al diablo para juntarse con mi hermano», pensó. Tadashi se puso a la defensiva; antes de que pudieran decir palabra alguna fue corriendo hasta ellos, tomó con fuerza al menor, y después lo apretó con sus dos brazos para separarlos. Cuando tuvo a su hermano a salvo lanzó una mirada hostil al indigente.

—¡No puedo dejar que usted sea la pareja de mi hermano! ¡Dígale al diablo que le devuelva su alma porque él no va a ser su novio! —espetó Tadashi con firmeza.

Unas personas que iban caminando al otro lado de la calle afinaron sus orejas y miraron directamente. Hiro se dio cuenta de eso y se empezó a poner más colorado. Odiaba que lo mirarán; después de lo que pasó con Sacrificio, empezaba a sentirse como animal de zoológico.

—¿Qué estás haciendo Tadashi? —susurró el menor mientras luchaba por respirar—. Vamos adentro por favor.

—Yo sé que crees que lo amas hermano —afirmo el mayor con un nudo en la garganta—, pero debieron haberte drogado con algo, lo que sientes no es amor.

—¡No hagas drama chico tostada! —reclamó el diablillo—. Tenemos trabajo que hacer y nos queda poco tiempo.

—No le estoy hablando a usted señor, si no se va en este momento llamaré a la policía.

—Nadie me dio nada —negó Hiro—, por favor, permíteme explicarte adentro. Me estás avergonzando.

—Mira cómo estás hermano, tu ropa está sucia por juntarte con ese vagabundo, tú no eres así. Alguien te dio algo, necesito llevarte a un hospital.

—Estoy bien —susurraba mientras veía de reojo a la multitud que se aglomeraba alrededor de ellos—, solo vamos adentro.

—¿Por qué estás cargando esa guitarra? Tú no eres músico. — carraspeo Tadashi frustrado, si su hermano estaba drogado sería difícil de convencer y tenía miedo de que aquella sustancia dañará su salud de forma permanente. De pronto, le vino una idea a la mente—. Te voy a comprar otra hermano, solo dejemos está en la basura y después de ir al hospital te llevaré a una tienda de música.

—¡No! —gritó Hiro enojado—. ¡Esta es la mejor guitarra del mundo, no voy a permitir que nadie la insulte, ni siquiera tú! —El menor empujó a su familiar y después fue corriendo a su habitación.

Tadashi solo miraba desesperado como aquel chico parecía haber perdido el juicio. Se lamentó haber dejado a Baymax en la universidad, le serviría muy bien que le hiciera un análisis de drogas. El diablillo iba a burlarse de él, pero su nariz se lo impidió, algo olía increíblemente bien en la cocina y decidió ir a robar un poco de alitas picosas.

Mi alma por un HiguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora