Una melodía de dos

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La mirada de Miguel saltaba de un lugar a otro con emoción. Cientos de fallecidos eran transportados en tranvías y teleféricos dentro de un edificio que era gigantesco, muchísimo más grande que cualquiera que haya visto antes.

—Veo que te diviertes— a Hiro le parecía adorable la forma tan sencilla en qué Miguel se sorprendía.

—¡Este lugar es increíble!

—Si te emocionas con esto creo que amarías San Fransokyo. Ahí hay cosas todavía más increíbles.

—¡¿Es en serio?! Seguro que es como un sueño.

—Es cien por ciento real. Un día te llevaré a pasear en tranvía.

—Entonces… ¿quieres tener una cita? — los ojos de Miguel dejaron de saltar para posarse sobre el rostro de Hiro.

—¿¡Que!? Si, bueno más bien no— Hiro observó sus palabras y se avergonzó de lo que dijo — solo pensé… tal vez no seamos novios, pero podríamos seguir siendo amigos y pues… solo si no te molesta pudiéramos salir en alguna ocasión — se empezó a hacer bolita después de hablar.

—¡Amaría salir contigo! — le dijo con una sonrisa— cuando terminemos todo esto saldremos a pasear juntos. Es una promesa.

—¿Una promesa de amigos? — ni siquiera sabía el por qué pregunto eso. Él no quería ser novio de Miguel, tampoco quería enamorarse. Sencillamente tenía una parte de él mismo que hacía estupideces sin pensar.

—Si, de amigos… ¿Quieres que seamos otra cosa? —cuestionó en tono alegre mientras sus pupilas parecían dilatarse.

—Amigos está bien —respondió algo seco.

—Te ves adorable cuando estás nervioso.

—No molestes — refunfuño— es mejor darnos prisa.

Los chicos entraron a la Oficina de Asuntos Familiares. En ella se encontraban cantidades abismales de esqueletos haciendo fila para ser atendidos; los que estaban en frente discutían los por menores relacionados con las ofrendas del día de muertos.

—No quiero visitar a mi esposa— decía un anciano— ya bastante la tuve que aguantar en vida como para tener que ir a ver a esa bruja después de muerto.

—Mi esposo murió de cirrosis y mi hijo le sigue dejando tequila en la ofrenda— decía una señora en otro escritorio mientras golpeaba a su marido con su bolso.

—Mi nuera me puso ofrenda, pero ella no sabe cocinar bien: el arroz siempre se le pega —Decía una mujer de forma altanera.

Los chicos tomaron su turno y comenzaron a esperar.

Miguel se fastidio enseguida y empezó a silvar una alegre melodía. Hiro no sabía mucho de música, pero lo acompañó golpeando su estómago con sus manos. Ambos entraron en una especie de transe, era como si el mundo no existiera y solo estuvieran los dos. Cuando menos se lo esperaron ya era su turno; tampoco se dieron cuenta de que media oficina los miraba.

—Hola señor— Miguel habló con un oficinista que se veía bastante cansado.

—Hola niño, ¿Qué ocurre? ¿perdiste tus dulces de las ofrendas? — habló fastidiado.

—Estoy buscando a mi tatarabuelo.

—¿Por qué estás solo? ¿Qué no tienes papás o tíos muertos?

—Si, tengo varios familiares muertos señor. Es solo que estoy aquí para resolver los problemas amorosos de mi tatarabuela Imelda y de mi papá Héctor.

—Ya veo, ¿y qué vas a hacer? ¿Bailarles hasta que se enamoren de nuevo? —el esqueleto observó la larga fila detrás de Miguel y soltó un suspiro —niño, hay odios que duran hasta después de la muerte. No puedes arreglar los problemas de los demás. Yo lo intenté infinidad de veces con mis papás divorciados y solo perdí mi tiempo.

—Es que hubo una equivocación: mi tatarabuela cree que la abandonaron, pero en realidad mi tatarabuelo fue asesinado.

—Y mi papá decía que “se iba de viaje” cuando en realidad tenía otra familia. No puedes creer todo lo que escuchas ¿Quién te dijo eso?

—Me lo dijo una persona muy importante… no le puedo decir quién porque no me comprendería.

—Si claro. ¿Por qué no vienes mañana o la siguiente semana? Este día la carga de trabajo es para morirse.

—¡Pero es muy importante que sea hoy! —Miguel lo vio con ojos tristes— este año mi tatarabuelo será olvidado sí no lo ayudamos.

—Mira niño tenemos un bono por resolver las cosas rápido, si te quedan en la fila lo voy a perder. Los asuntos amorosos son los más difíciles. Vuelve a formarte y cuando acabe los casos fáciles te ayudo.

—Pssss Lito…— Hiro llamó la atención del demonio.

—¿Qué sucede?

—Tengo un plan para agilizar las cosas. Necesito tu ayuda.

Hiro camino lentamente e hizo como si tuviera muchos bostezos. Aprovechó la insistencia de Miguel para colarse detrás del escritorio sin ser detectado.

—¡Ay!— el oficinista chilló y después se quedó tieso. Pudo sentir perfectamente como algo le caminó por su espalda baja.

—Escucha amigo— Hiro le habló en susurros— tienes un demonio en la entrepierna y tiene mucha hambre. Si no quieres que te convierta en esqueleta vas a tener que ayudarnos. Y más vale que seas rápido.

—Ayayayayaya— el oficinista empezó a temblar alertando a algunos esqueletos que estaban en la fila.

—Es mejor que consigas un cuarto vacío, estás llamando mucho la atención— Hiro trató de presionarlo —al demonio le gustan la comida crocante y no ha comido.

—Esta la oficina de mi jefe, pero sí se entera que entré sin permiso me va a regañar.

—Entonces le diré que te muerda — le dijo con una sonrisa.

—Ok, ok un momento— el esqueleto se paró y camino con sus piernas temblorosas hasta la oficina.

—¿A dónde diablos vas? ¡Tenemos mucho esperando! — gritó uno de los esqueletos formados.

—Se calló el sistema— respondió nervioso— lo voy a reportar y vuelvo enseguida.

Apenas los tres entraron a la habitación Hiro cerró la puerta con llave.

Mi alma por un HiguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora