Un poquito de rebeldía

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Miguel entró a su casa y de inmediato recibió el abrazo de sus padres. Ambos lloraron, era la primera vez que el pequeño veía a su padre llorar y eso lo hizo sentirse algo raro, los extrañaba a los dos, los extrañaba a todos. Estaba demasiado apegado a su familia.

—Tienen que venir a ver a mamá —Elena les dijo conmovida.

Mamá Coco se veía más despierta que en muchos años anteriores, mostraba a todos las cartas de su padre con la alegría de una niña, tenían las letras de canciones que le fueron dedicadas a ella.

—¡Mira Elena!, esta me la dio por mi cumpleaños — dijo Mientras mostraba una de las cartas y después comenzó a cantar.

Miguel se sabía la letra (la había escuchado de una de las grabaciones de Ernesto), él cantó junto con ella mientras ambos se veían a los ojos. La mujer sentía a su papá tan cerquita que casi podía verlo entrando por la puerta de su habitación para darle arrumacos. Al mirarla sonreír, Miguel se daba cuenta de que no era el único Rivera que amaba la música: su mamá Coco era igual que él y eso lo llenaba de emoción. Todos los presentes no tuvieron el valor de detenerlos; no tenían conocimientos de música, pero estaban seguros que aun recorriendo el universo entero, jamás encontrarían un dúo que moviera tanto sus corazones.

Cuando terminaron de cantar los padres de Miguel se acercaron con él para comprobar que todo estuviera bien.

—¿Dónde estuviste Miguel? —preguntó su mamá.

—Estuve en una habitación rara y también fui a la tierra de los muertos. Pude ver a mamá Imelda y a papá Héctor. Él quería ver mucho a su hija, pero Ernesto lo mató cuando quiso volver —Miguel se sintió mal de haber admirado a Ernesto en el pasado.

Los adultos empezaron a susurrar entre ellos. Normalmente no le creerían; pero si existían los demonios que se llevaban a los niños, también sus tradiciones debían de ser reales; además el pequeño parecía hablar con un rostro sincero.

—Extraño mucho a papá —dijo Mamá Coco sosteniendo la imagen de su padre, esta estaba rasgada, había sido arrancada de la foto que estaba en la ofrenda principal de día de muertos.

—Tenemos que poner a papá Héctor en la ofrenda —pidió Miguel—, necesita estar con su hija en este día.

—Pero mamá Imelda... —gimió Elena preocupada. Ya le había pegado a Hiro, no quería desobedecerla en otra cosa.

—Hablé con ella mamá Elena, mis tatarabuelos están resolviendo sus diferencias. Estoy seguro de que volverán a estar juntos, puedo sentirlo.

La señora titubeó un poco y después fue a poner la foto de papá Héctor en la ofrenda. Todos se quedaron contemplando el altar largo tiempo. La idea de que todas sus tradiciones fueran confirmadas les daba un aire de nostalgia y los unía más como familia.

—Sera mejor que empecemos a cenar —sugirió mamá Elena.

—Puedo quedarme un poquito más —pidió Miguel.

La señora le dio un beso en la frente y asintió con la cabeza, le daba ternura y alegría que Miguel se involucrara tanto en las tradiciones.


Cuando estuvo solo, se acercó a la ofrenda y comenzó a acariciar la tela morada.

—Perdóname Sacrificio —murmuró—, me hubiera gustado haber dejado una foto tuya aquí. Aunque no sé tu nombre ni tampoco como te ves, te recordaré por siempre; gracias a ti estaré con el amor de mi vida eternamente; además de que pude ayudar a mis tatarabuelos y hacer feliz a mamá Coco. Jamás había conocido a alguien capaz de llevar las cosas tan lejos por un sueño. Te admiro y te quiero mucho. Nunca te podré agradecer suficiente, pero buscaré la forma de besarme más con Hiro en frente de ti... supongo que es lo único que puedo hacer. — Acarició una de las flores del altar y después se dirigió al comedor.


Todos comenzaron a comer. Los papás de Miguel se alegraron de que su hijo no perdiera el apetito, pero había algo que aún los tenía intranquilos.

—Miguel, ¿cómo pudiste escapar del demonio? —preguntó su mamá.

—No escapé, mañana me regreso a formalizar el noviazgo —dijo entusiasmado.

Los dos padres se voltearon a ver nerviosos. Enrique se paró de la mesa, y fue por una cerveza para agarrar valor.

—Entonces... ¿la niña está muy bonita?

—¡Es un chico mamá, él es gay igual que yo! —habló con alegría.

Enrique escupió cerveza sobre la mesa y después miró a su esposa angustiado. "Te dije que había que dejarlo tener novia", cuchicheó el señor con ella. "No es mi culpa", respondió la mujer.

—Miguel, te prohíbo que vuelvas a hablar con él —ordenó el mayor.

—¿Por qué? —cuestionó confundido.

—Porque eso está mal y esa gente es muy mañosa. Seguro te confundió de alguna forma, pero te vamos a arreglar.

—Él no es ningún mañoso, es el chico más tierno que he conocido. Lo amo.


—Él es malo y tú no lo amas. No lo volverás a ver jamás.

—¡Lo voy a ver mañana y estaremos juntos por siempre!

—¡Maldita sea Miguel! ¡¿De dónde sacaste tanta rebeldía?!

—De Hiro... — susurró en voz baja y después se asombró. No lo había pensado antes, pero era la verdad. Hiro le había enseñado un par de cosas: no siempre los adultos tienen la razón y, si algo no te gusta o crees que es incorrecto, debes de expresarlo fuerte y claro. El Miguel de antes siempre se cohibía ante la amenaza de recibir un golpe, por eso escondía su pasión por la música, por eso comía más tamales cuando se sentía lleno y por eso permitía que le lanzarán chanclazos a Dante; pero haciendo memoria, se dio cuenta de que había cambiado. Recordó como había enfrentado a mamá Imelda, o como le había dicho a mamá Elena que ya tenía novio. La influencia de Hiro había sido tan natural que no lo notó antes, eran el complemento perfecto uno del otro, al darse cuenta de eso sentía que lo amaba más que nunca y no permitiría que alguien lo insultara, ni siquiera su padre —. Lo siento papá, pero no estoy de acuerdo en lo que dijiste de él. Es una de las personas más lindas que he conocido, y no es justo que lo juzgues sin conocerlo.

—Vigila tú tono de voz muchacho, tienes que obedecer a tus mayores.

—Lo estoy haciendo. Le estoy haciendo caso a mamá Imelda. Ella es mayor que tú y nos dijo que aprobaba nuestra relación.

—¡Chingado Miguel! ¡Te voy a pegar por contestón!

—Pues yo buscaré a mamá Imelda, para que te jale las orejas por hablar mal de Hiro.

—¡Ella está muerta Miguel! ¡En esta casa él que manda soy yo!

—¡En esta casa se respeta a los muertos! —bufó mamá Elena y golpeó la mesa con la chancla—. ¡Si mamá Imelda dio su bendición, hay que respetar su voluntad!

El señor echaba chispas, pero no podía ir en contra de mamá Elena. Siguió comiendo en silencio, arrojando una mirada de ira a Miguel y pensando cómo hacer para "enderezar" a su hijo.

—Sé que me amas y quieres lo mejor para mí papá. Yo también te amo, y mucho; pero Hiro es el amor de mi vida y mañana será un día muy importante para los dos: firmaremos un contrato que nos unirá eternamente. Lo entiendas o no, eso pasará.

Enrique se llevó una tortilla a la boca para que nadie notara la leve sonrisa que le vino, si la maldición solo duraba tres días, eso significaba que aún podía evitar todo. Cuando terminaron de comer, los familiares de Miguel se levantaron de forma silenciosa, todavía se sentía la tensión del enfrentamiento.

—Mamá Elena, quisiera hablar con usted un momento —pidió Miguel.


La mujer asintió y los dos salieron al patio. Una brisa nocturna los acompañaba, el bullicio del día de muertos llegaba a su fin y el silencio empezaba a inundarlo todo. Miguel no pudo aguantar más sus sentimientos y se puso a llorar.

—Ay mijito, no llores, no voy a dejar que tu papá te pegue.

—Muchas gracias por apoyarme mamá Elena, te quiero mucho. —El pequeño abrazó a la mujer y esta empezó a darle palmaditas en su cabeza. Dejó que sus lágrimas se hundieran en la falda de mamá Elena y ambos estuvieron juntos un largo rato.

Miguel se dio cuenta de que, añadido al miedo que le dio su padre, le dolió que hablara mal de Hiro; lo amaba, lo amaba con todo su corazón. Más allá de admirarlo por ser un genio o de adorarlo por como lo protegía; Hiro era una parte muy importante de su vida. De ahora en adelante viviría un poco más como él, con una pizquita de rebeldía, la suficiente para proteger aquello que amaba.

Mi alma por un HiguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora