Nacimiento de un pequeño héroe

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Podía describir la estadía en su hogar como neutral y pacífica, los puntos buenos a su favor eran que el temperamento de la vieja se apaciguaba y ya no le hacía riñas ni le daba zapes, además de no tener que sobreesforzarse para realizar cosas —prácticamente hacían todo por él, aunque esa idea no le gustara—. ¿Lo negativo?, que se aburría el doble, precisamente por no hacer nada y pasar la mayor parte del tiempo acostado o sentado al punto que se le entumecía el culo.
Podía recorrer la casa completa para liberar sus piernas en movimiento, pero no era suficiente como salir a caminar por los alrededores. Y no es que le prohibieran pasear, sólo que prefería ahorrarse el llegar a topar con alguna vecina chismosa; ya se podía imaginar la gran palabrería que le echaría sobre embarazarse a temprana edad, menuda mierda que sería.

Aunque lo que más rondaba por su mente era el momento del parto. Sabía que sería por cesárea, pero igual le preocupaba temas como el dolor, si habría complicaciones o estado de riesgo, tanto para él como para el pequeño. Si, estaba nervioso, demasiado. Faltaba poco para que el mes de Febrero acabara, lo que indicaba que la llegada del pequeño estaba cerca, y eso le ponía ansioso; incluso ya tenía preparado un bolso especial con ropa para su bebé y para él.

Pero bueno, sólo le quedaba esperar.


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9no mes.

¿De todos los malditos días por delante que tenía Marzo, al mocoso se le ocurría querer nacer el primer día de aquel mes, a las jodidas cuatro de la madrugada?.
La respuesta era obvia.

Que bonita forma de despertar con unos dolores como los mil demonios en la parte baja de su vientre, había roto la fuente empapando sus sábanas —pero ese no era el mayor problema— estaba retorciéndose en su cama sosteniendo su barriga como si eso fuera a calmar el sufrimiento.

-¡Bruja!, ¡viejo!- si en algo era bueno, era la capacidad de gritar alto y fuerte, sólo bastó un llamado para que a los segundos Masaru y Mitsuki adentraran al cuarto de su hijo, captando la situación al instante por los quejidos que el menor soltaba.

-¡Masaru, el auto!- no necesitó que se lo repitiera para salir despavorido escalera abajo en busca de las llaves y sacar el vehículo del garaje. Mientras Mitsuki trataba de que su hijo aguantara y lo ayudaba a sentarse en la esquina de la cama. -Respira Katsuki-

El señor de la casa hizo su aparición otra vez para cargar en sus brazos al menor y bajar con rapidez —pero sumo cuidado— las escaleras, su esposa se encargó de la billetera, los celulares y el bolso del bebé.
Todos dentro del vehículo y emprendieron la carrera.

○○○

"¡Acelera, maldita sea!"

"¡Masaru, tu hijo va a dar a luz, apresúrate!"

"¡Duele como la mierda, joder!"

"¡Hasta mi abuela difunta conducía más rápido!"

Y demás comentarios de parte de los dos rubios fueron la motivación traumante para el pobre padre que seguro se ganaría varias multas por la excesiva aceleración y la cantidad de semáforos en rojo pasados. Sólo le quedaba rezar y pedir que los vigilantes no estuvieran muy activos en la madrugada.
Estacionó el carro, abrió la puerta y sacó a su hijo cargándolo al estilo princesa para caminar con prisa al interior del hospital.

Situaron al joven en una camilla, llevándolo a la sala de parto y perdiéndose tras las puertas.
El acceso estaba restringido por lo que ambos padres tuvieron que permanecer a la espera.

¿Quién es el padre? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora