Y, si algo había aprendido en los dos últimos milenios, era a disfrutar de los escasos placeres que podía obtener en cada invocación.
Pero no dejó de comer. No lo haría mientras hubiese comida en el cuenco. Había esperado demasiado
tiempo para poder aplacar su hambre y no estaba dispuesto a detenerse ahora.Después de unos cuantos bocados más, los retortijones disminuyeron y le permitieron disfrutar
plenamente de la comida.Una vez su estómago se calmó, tuvo que echar mano de todas sus fuerzas para comer como
un humano y no zamparse la comida a puñados, tal era el hambre que le devoraba las entrañas.
En momentos como éste, le resultaba muy difícil recordar que aún era humano, y no una bestia
desbocada y feroz que había sido liberada de su jaula.Hacía siglos que había perdido la mayor parte de su condición humana. Y estaba decidido a
conservar lo poco que le quedaba.________ se apoyó en la encimera y lo observó mientras comía. Lo hacía lentamente, de forma casi
mecánica. No dejaba entrever si le gustaba la comida, pero aún así, continuaba comiendo.Lo que realmente le sorprendió fueron los exquisitos modales europeos que demostraba.
Ella nunca había sido capaz de comer de ese modo, y fue entonces cuando comenzó a
preguntarse dónde habría aprendido a utilizar el cuchillo para mantener la pasta en el tenedor, y
evitar que se cayera.— ¿Había tenedores en al antigua Macedonia? —le preguntó.
Nick dejó de comer.
— ¿Disculpa?
— Me preguntaba cuándo se inventó el tenedor. ¿Ya lo utilizaban en…?*¡Estas desvariando!* Le gritó su mente.
*¿Y quién no lo haría en esta situación? Mira al tipo. ¿Cuántas veces crees que alguien ha actuado como un imbécil y ha acabado devolviendo la vida a una estatua griega? ¡Especialmente una estatua con ese cuerpo!*
No muy a menudo.
— Creo que se inventó a mediados del sigo XV.
— ¿En serio? —preguntó ella—. ¿Tú estabas allí?
Con una expresión ilegible, alzó los ojos y a su vez le preguntó:
— ¿A qué te refieres, al momento en que inventaron el tenedor o al siglo XV?
— Al siglo XV, por supuesto. —Y pensándolo mejor, añadió:— No estabas allí cuando se inventó el tenedor, ¿verdad?
— No. —Harry se aclaró la garganta y se limpió la boca con la servilleta—. Fui convocado en cuatro ocasiones durante ese siglo. Dos veces en Italia, una en Francia y otra en Inglaterra.
— ¿De verdad? —Intentó imaginarse cómo debía ser el mundo en aquella época—. Apuesto a que has visto todo tipo de cosas a lo largo de los siglos.
— No tantas.
— ¡Oh, venga ya! En dos mil años…
— He visto mayormente dormitorios, camas y armarios.
Su tono seco hizo que ___ se detuviera y él continuó comiendo. Una imagen de Robert se le clavó el corazón. Ella sólo había conocido a un imbécil egoísta y despreocupado. Pero parecía que Harry tenía más experiencia en ese terreno.
— Cuéntame entonces, ¿qué haces mientras estás en el libro, te tumbas y esperas que alguien te convoque?
Él asintió.
— ¿Y qué haces para pasar el tiempo?
Harry se encogió de hombros y ___ cayó en la cuenta de que, en realidad, no demostraba poseer un gran número de Ni de palabras.
Se acercó a la mesa y se sentó en un taburete frente a él.
— A ver, de acuerdo con lo que me has dicho tenemos que estar juntos durante un mes, ¿qué tal si nos dedicamos a charlar para hacerlo más agradable?
Harry levantó la mirada, sorprendido. No podía recordar la última vez que alguien quiso conversar con él, excepto para darle ánimos o hacerle sugerencias que lo ayudaran a incrementar el placer que les proporcionaba. O para pedirle que volviera a la cama.
Había aprendido a una edad muy temprana que las mujeres sólo querían una cosa de él: “esa” parte de su cuerpo enterrada profundamente entre sus muslos.
Con esa idea en la mente, paseó lentamente la mirada por el cuerpo de _______, deteniéndose en sus pechos, que se endurecieron bajo su prolongado escrutinio.
Indignada, _______ cruzó los brazos sobre el pecho y esperó a que él la mirara a los ojos. Harry casi soltó una carcajada. Casi.
— A ver —dijo él utilizando sus mismas palabras—. Hay cosas que hacer con la lengua mucho más placenteras que charlar: como pasártela por los pechos desnudos y por la garganta —bajó la mirada hacia el lugar donde, aproximadamente, quedaría su regazo a través de la mesa—. Sin mencionar otras partes que podría visitar.
Por un instante, ________ se quedó sin habla. Y después le encontró la gracia al asunto. Y un momento más tarde empezó a ponerse “muy” cachonda.
Como terapeuta, había oído cosas mucho más sorprendentes que ésa, se recordó.
Sí, claro, pero no lo había dicho una persona con la que “ella” quería hacer otras cosas aparte de hablar.
— Tienes razón, hay otras muchas cosas que se pueden hacer con una lengua; como, por ejemplo, cortarla —le dijo, y se regodeó en la sorpresa que reflejaron sus ojos—. Pero soy una mujer a la que le gusta mucho hablar, y tú estás aquí para complacerme, ¿verdad?
Su cuerpo se tensó de forma muy sutil, como si se resistiera a aceptar su papel.
— Es cierto.
— Entonces, cuéntame lo que haces mientras estás en el libro.
___ sintió como sus ojos la atravesaban con una intensidad tan abrasadora que la dejó intrigada, desconcertada y un poco asustada.
— Es como estar encerrado en un sarcófago —contestó él en voz baja—. Oigo voces, pero no puedo ver la luz ni ninguna otra cosa. No puedo moverme. Simplemente me limito a esperar y a escuchar.
_________ se horrorizó ante la simple idea. Recordaba el día, mucho tiempo atrás, en que se había quedado encerrada accidentalmente en el armario de las herramientas de su padre. La oscuridad era total y no había modo de salir. Aterrorizada, había sentido que se le oprimían los pulmones y que la cabeza empezaba a darle vueltas por el miedo. Chilló y pataleó contra la puerta hasta que tuvo las manos llenas de moratones.
Finalmente, su madre la escuchó y la ayudó a salir.
Desde entonces, ________ sentía una ligera claustrofobia debido a la experiencia. No podía imaginarse lo que sería pasar siglos enteros en un lugar así.— Es horrible —balbució.
— Al final te llegas a acostumbrar. Con el tiempo.
— ¿De verdad? —no estaba muy segura, pero dudaba que fuese cierto.
Cuando su madre la sacó del armario, descubrió que sólo había estado encerrada media hora; pero a ella le había parecido una eternidad. ¿Qué se sentiría al pasar realmente una eternidad
encerrado?
— ¿Has intentado escapar alguna vez?
La mirada que le dedicó lo decía todo.
— ¿Qué sucedió? —preguntó __________.
— Obviamente, no tuve suerte.
Se sentía muy mal por él. Dos mil años encerrado en una cripta tenebrosa. Era un milagro que no
se hubiera vuelto loco. Que fuera capaz de sentarse con ella y hablar.
No era de extrañar que le hubiese pedido comida. Privar a una persona de todos los placeres
sensoriales era una tortura cruel y despiadada.
Y entonces supo que iba a ayudarlo. No sabía muy bien cómo hacerlo, pero tenía que haber algún modo de liberarlo.— ¿Y si encontráramos el modo de sacarte de ahí?
— Te aseguro que no hay ninguno.
— Eres un tanto pesimista, ¿no?
La miró divertido.
— Estar atrapado durante dos mil años tiene ese efecto sobre las personas.
____________ lo observó mientras acababa la comida, con la mente en ebullición. Su parte más
optimista se negaba a escuchar su fatalismo, exactamente igual que la terapeuta que había en ella
se negaba a dejarlo marchar sin ayudarlo. Había jurado aliviar el sufrimiento de las personas, y
ella se tomaba sus juramentos muy en serio.
Quien la sigue, la consigue.
Y aunque tuviese que atravesar océanos o cruzar el mismo infierno, ¡encontraría el modo de
liberarlo!
Mientras tanto, decidió hacer algo que dudaba mucho que alguien hubiese hecho por él antes: iba a encargarse de que disfrutara de su libertad en Nueva Orleáns. Las otras mujeres lo habían
mantenido encerrado en los confines de sus dormitorios o de sus vestidores, pero ella no estaba
dispuesta a encadenar a nadie.
— Bien, entonces digamos que esta vez vas a ser tú el que disfrute, tío.
Él alzó la mirada del cuenco con repentino interés.
— Voy a ser “tu” sirvienta — continuó ________—. Haremos cualquier cosa que se te antoje.
Y veremos todo lo que se te ocurra.
Mientras tomaba un sorbo de vino, curvó los labios en un gesto irónico.
— Quítate la camisa.
Harry dejó a un lado la copa de vino y la atravesó con una lujuriosa y candente mirada.
— Has dicho que puedo ver lo que quiera y hacer lo que se me antoje. Bien, pues quiero ver tus
pechos desnudos y después quiero pasar la lengua por…
— ¡Oye grandullón!, ¡relájate! —le dijo _________ con las mejillas ardiendo y el cuerpo
abrasado por el deseo—. Creo que vamos a dejar claras unas cuantas reglas que tendrás que cumplir estés aquí. Número uno: nada de “eso”.
— ¿Y por qué no?
“Sí”, le exigió su cuerpo entre la súplica y el enfado. “¿Por qué no?”
— Porque no soy ninguna gata callejera con el rabo alzado para que cualquier gato venga, me monte y se largue.
Él le había dicho que podía escuchar cualquier conversación que tuviera lugar cerca del libro; lo que significaba que había permanecido despierto durante su encierro. Aislado.Solo.
Ella era la primera persona con la que había hablado, o estado cerca, después de cien años.
Se le hizo un nudo en el estómago al pensar en lo que debía haber soportado. Aunque la
prisión de su timidez nunca había sido tangible para ella, sabía lo que era escuchar a la
gente y no ser parte de ellos. Permanecer como una simple espectadora.— Me gustaría poder quedarme despierta —dijo, reprimiendo un bostezo—. De verdad; pero
si no duermo lo suficiente, mi cerebro se convierte en gelatina y se queda sin batería.— Te entiendo. Al menos entiendo lo esencial, aunque no sé que son la gelatina ni la
batería.___ todavía percibía su desilusión.
— Puedes ver la televisión.
— ¿Televisión?Cogió el cuenco vacío y lo limpió antes de regresar con Harry a la sala de estar. Encendió el
televisor y lo enseñó a cambiar los canales con el mando a distancia.
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Un Dios Griego (HOT)
FanfictionChicas solo quiero aclarar que la novela NO ES MIA. No se de quien es :s La saque de una pagina pero no se donde esta la escritora original :c Solo quiero que disfruten de esta novela como yo lo hice :D